Sollozos. Cerró la mano con el puño americano en los nudillos:
– ¿Estás seguro?
Más sollozos. Golpes a los riñones. Mis puños machacaron la carne fláccida.
– ¿Estás seguro?
Una exclamación, rojo como la remolacha:
– ¡No me pegue, por favor!
Dos golpes más. Diskant echó espuma por la boca.
– Mañana, retira la candidatura. Ahora, dime que lo harás, porque no me gustaría tener que seguir con esto.
– Sí, sí, por fa…
Mierda de trabajo. Salí al salón reprimiendo un estremecimiento. No vi a los policías locales. La Verne estaba envuelta en una sábana.
Pete, mientras recuperaba los micrófonos ocultos:
– Me he ocupado de los patrulleros y Van Meter ha llamado por la radio. Tienes que reunirte con Exley en su despacho, enseguida.
El despacho. Exley, tras su escritorio.
Acerqué una silla y le entregué el carrete.
– El tipo se retira de la elección, de modo que no tendremos que acudir a la Hush-Hush.
– ¿Le ha gustado el trabajo?
– ¿Le gustó a usted disparar contra aquellos negros?
– El público no tiene idea de lo que cuesta la justicia a los hombres que la hacen cumplir.
– ¿Qué significa eso?
– Significa que se lo agradezco.
– Y eso significa que me debe un favor.
– Ya le he hecho uno hoy, teniente, pero pida de todos modos.
– El robo de pieles. Puede que sea una estafa a la compañía de seguros, puede que no. En cualquier caso, quiero llevar la investigación.
– No. Ya le dije que se ocupa Dudley Smith.
– Sí, claro; usted y Dud son buenos amigos, ¿eh? ¿Y cuál es ese favor que «ya» me ha hecho hoy?
– ¿Además de evitarle reprimendas o acusaciones interdepartamentales en el asunto de Sanderline Johnson?
– ¡Vamos, jefe!
– He destruido el informe de la autopsia sobre Johnson. El forense descubrió una magulladura extraña, con fragmentos de pintura incrustados en la frente, como si se hubiera golpeado la cabeza contra un alféizar antes de saltar. No estoy diciendo que sea culpable, teniente, pero es probable que otras personas, sobre todo Welles Noonan, pudieran insinuarlo. He hecho destruir el expediente. Y tengo un caso para usted. Ahora mismo voy a retirarle de Subdirección para que ponga manos a la obra.
– ¿De qué se trata? -Las rodillas me flaquean.
– El robo en casa de los Kafesjian. He leído el informe del incidente de la patrulla de Wilshire y he decidido que quiero una investigación a fondo. Conozco perfectamente la historia de la familia y el LAPD y no me importa lo que diga el capitán Wilhite. Usted y el sargento Stemmons están asignados al caso desde ahora. Interrogue a la familia y a sus socios conocidos. Kafesjian tiene un corredor llamado Abe Voldrich; hable con él. Quiero un análisis forense completo. Y busque en los archivos otros robos con escalo parecidos. Empiece mañana… con una demostración de fuerza.
Me puse en pie.
– Esto es de locos. Acosar al rey de la droga de Southside, que tiene nuestra protección, justo cuando la Fiscalía quizás está preparando una investigación de las bandas que operan en la zona. Un pervertido mata a un par de perros y se corre encima de…
Exley, incorporándose/empujándome hacia la puerta:
– Hágalo. Escoja algún agente de las patrullas callejeras de Wilshire y lleve a los del laboratorio. A Stemmons le falta experiencia en estos asuntos, pero utilícele de todos modos. Demostración de fuerza. Y no haga que me arrepienta de los favores que le he hecho.
6
Demostración de fuerza.
South Tremaine, 1684; ocho de la mañana. Personaclass="underline" expertos del laboratorio, equipo de huellas, cuatro agentes de uniforme.
Los uniformados se desplegaron: búsqueda de testigos oculares en las casas vecinas, inspección de cubos de basura. Policía de Tráfico preparada para ahuyentar a la prensa.
Demostración de fuerza: Exley, furioso hasta los pelos del culo.
Demostración de fuerza: liquidar el asunto lo antes posible.
Un compromiso con Dan Wilhite: una llamada telefónica, su voz irritada. Le dije que Exley había sido terminante; Dan replicó que era una locura: Kafesjian y el departamento, veinte años de provecho mutuo. Yo estaba en deuda con Dan; él lo estaba conmigo (favores acumulados). Wilhite, asustado:
– Me jubilo dentro de tres meses. Mis tratos con la familia
no resistirían una investigación externa. Dave… ¿puedes… puedes dejarme fuera del asunto?
– Primero mi culo, después el tuyo -dije.
– Llamaré a J.C. y le pondré sobre aviso -dijo él.
8.04: la hora de la función.
Coches patrulla, una furgoneta del laboratorio. Policías de calle, técnicos. Un montón de mirones, chiquillos.
El camino de la casa. Conduje a los tipos del laboratorio a la parte de atrás. Ray Pinker:
– He llamado a Control de Animales. Dicen que no han tenido llamadas sobre perros muertos desde esta dirección. ¿Crees que los habrán llevado a algún cementerio de animales?
Día de recogida de basura: cubos alineados en el callejón.
– Puede ser, pero mirad en esos cubos de detrás de la valla. Me parece que el viejo Kafesjian no es tan sentimental.
– He oído que es un auténtico encanto. Bien, encontramos a los perros; luego, ¿qué?
– Tomad muestras de tejido para descubrir con qué los envenenaron. Si aún tienen unos trapos entre los dientes, analizad la sustancia; olía a cloroformo. Necesito diez minutos para hablar con J.C; luego, quiero que entres y recojas muestras en la cocina, el salón y el comedor. Después, haz entrar a los chicos de huellas y diles que sólo en el piso de abajo; no creo que el ladrón subiera al de arriba. El tipo se hizo una paja sobre unos pantalones de mujer, así que, si papá no los ha tirado, podéis buscar el grupo sanguíneo en el semen.
– ¡Dios!
– Sí, Dios. Escucha; si se ha deshecho de la ropa, estará probablemente en esos cubos de basura. Pantalones ajustados de mujer, color pastel, desgarrados en la entrepierna. Ropa poco corriente. Y Ray, quiero un informe bien gordo de todo lo que encontréis.
– ¡No me vengas con rodeos! Si lo que quieres es que ponga mucha paja, dilo.
– Ponle paja. No sé qué quiere Exley, de modo que vamos a darle algo a lo que hincar el diente.
Madge en la puerta de atrás, observando. Una gruesa capa de maquillaje para disimular los cardenales.
Ray me dio un codazo:
– No parece armenia.
– No lo es. Y sus hijos tampoco lo parecen. Ray…
– Sí, le meteré paja.
Volví a la calle; los mirones se arremolinaban. Junior y Tommy K., frente a frente.
Tommy, haragán de porche: camisa a flores, pantalones de pinza, el saxo.
Junior, luciendo su nuevo aire de perro apaleado con una vena de mala leche. Le sujeté, con talante veterano:
– Vamos, no dejes que ese tipo te ponga nervioso.
– Es esa mirada que tiene. Como si supiera algo que yo no sé.
– Olvídalo.
– Tú no has tenido que lamerle el culo.
– Yo no desobedecí a mi oficial superior.
– Dave…
– ¡Ni Dave, ni nada! Tu padre es inspector, te metió en la oficina y mi jefatura de Subdirección era parte del trato. Es un juego. Tú estás en deuda con tu padre, yo estoy en deuda con tu padre, y también lo estoy con Dan Wilhite. Los dos nos debemos al departamento, así que tenemos que llevar las cosas como si Exley fuera a perder los estribos en este asunto. ¿Lo has entendido?
– Sí, lo entiendo. Pero es tu juego, de modo que no te limites a decirme que está bien.
Cruzarle la cara de un revés… No. No debía.
– Si me sales otra vez con toda esa mierda idealista, le envío a tu padre un informe que te devuelve al puesto de instructor en un tiempo récord. Estás metido hasta el cuello en mi juego. O colaboras, o esta noche encontrarás «dotes de mando ineficaces», «excesivamente volátil» y «poca tranquilidad en situaciones de tensión» sobre el escritorio de tu padre. Tú decides, sargento.