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Lancé un silbido; Junior se acercó, guardando el arma.

– Tenla en la mano, puedes necesitarla.

– No, tengo un rifle antidisturbios en el coche. Echamos abajo la puerta y…

– No echamos abajo la puerta. Está blindada. Si empezamos a llamar, quemarán los boletos. ¿Todavía cazas aves?

– Desde luego. Dave, ¿qué…?

– ¿Tienes munición en el coche? ¿Algún cartucho de perdigones?

Junior sonrió:

– La ventana grande. Disparo, la cortina recibe los balines y entramos.

– Exacto. Ve a decírselo a los demás. Y diles a esos payasos de las cámaras que lo filmen, con los saludos del jefe Exley.

Junior volvió atrás a toda prisa, extrajo las balas del rifle, cargó las postas. Cámaras a punto; silbidos y aplausos de los ociosos, entre trago y trago.

Manos en alto, cuenta atrás…

Ocho: Junior corre la voz.

Seis: los hombres, colocados.

Tres: Junior apunta a la ventana.

Uno: «¡Ahora!»

El vidrio estalló ka-BUM, fuerte fuerte fuerte; el retroceso derribó al suelo a Junior. Los agentes, demasiado aturdidos para gritar «¡DIANA!».

La cortina de la ventana, hecha jirones.

Gritos.

Carreras. Salto el alféizar. Caos: salpicaduras de sangre, confeti de boletos de apuestas y billetes de banco. Mesas de teléfono derribadas, una estampida: peleas de apostadores en la salida de atrás.

Un negro tosiendo cristal.

Un pachuco sin varios dedos.

Munición equivocada Stemmons:

– ¡Policía! ¡Quieto todo el mundo o disparamos!

Le agarro, le grito:

– Ha sido un maldito altercado criminal. Nos han disparado desde el interior. Hemos hecho el asalto por la ventana porque calculamos que la puerta no cedería. Sé simpático con los de la prensa y diles que les debo una. Reúne a los hombres y asegúrate bien de que aprenden la lección. ¿Entendido?

Junior se desasió de una sacudida. Golpes y pateos: agentes de paisano irrumpiendo por la ventana. Ruidos para la coartada: saqué mi arma de reserva, dos tiros al techo. Limpié la pistola: Pruebas.

Arrojé el arma a un rincón. Más caos: los sospechosos, en el suelo a patadas, boca abajo, esposados.

Gemidos, gritos, casquillos de bala/hedor a sangre.

«Descubrí» el arma. Los reporteros irrumpieron en la casa; Junior les echó un sermón: Fuera, largaos al porche a tomar el aire.

– Me debes mil cien, consejero.

Reconozco la voz: Jack Woods. Oficios diversos: corredor de apuestas/guardaespaldas/intermediario de sobornos.

Me acerqué a él.

– ¿Has visto el espectáculo?

– Llegaba en este momento. Y deberías atar más corto a ese Stemmons.

– Su papá es inspector. Yo soy el mentor del chico, por encargo del capitán. ¿Tenías alguna apuesta pendiente?

– Exacto.

– ¿Qué haces por los barrios bajos?

– Yo también estoy en el negocio, de modo que vengo a negociar las apuestas con mi clientela. Dave, me debes mil cien.

– ¿Cómo sabes que has ganado?

– La carrera estaba amañada.

Alboroto: periodistas, vecinos.

– Los sacaré de la caja fuerte de las pruebas.

– C'est la guerre. Por cierto, ¿qué tal tu hermana?

– Meg está bien.

– Salúdala de mi parte.

Sirenas: coches patrulla en blanco y negro frenando ante la casa.

– Jack, lárgate de aquí.

– Me alegro de haberte visto, Dave.

Comisaría de Newton Street: Fichar a los detenidos.

Comprobaciones de informes: nueve órdenes de detención pendientes en total. El tipo de los dedos amputados resultó una delicia: violación, agresión, estafa. Pálido de conmoción, quizá muñéndose. Un enfermero le dio café y aspirinas.

Anoté en el registro de pruebas la pistola, los boletos de apuestas y el dinero, menos los mil cien de Jack Woods. Junior, relaciones con la prensa: el teniente te debe una historia.

Dos horas de un trabajo que es pura basura.

4.30; de vuelta en el despacho. Mensajes pendientes: Meg, para decir que se pasaría por allí; Welles Noonan, para recordarme el turno de vigilancia, a las seis en punto. Y Exley: «Informe con detalle.» Detalles. Mecanografiarlos. Más basura:

Naomi Avenue, 4701; 14.00 horas. Cuando nos disponíamos a irrumpir en un local de apuestas ilegales, el sargento George Stemmons, Jr., y yo oímos unos disparos procedentes del interior. No informamos a los demás agentes por temor a sembrar el pánico. Ordené disparar una andanada contra la ventana delantera; el sargento Stemmons despistó a los demás con una historia inventada sobre un «asalto a perdigonadas». En el registro apareció un revólver del 38. Detuvimos a seis apostadores. Los sospechosos han sido fichados en la comisaría de Newton Street. Los heridos han recibido los primeros cuidados precisos y tratamiento hospitalario. La comprobación de antecedentes ha revelado que los seis tienen pendientes numerosas órdenes de detención, por lo que serán enviados a la prevención de la Audiencia para comparecer ante el tribunal bajo la acusación de violar los artículos 614.5 y 859.3 del Código Penal de California. A continuación, los seis hombres serán interrogados acerca de los disparos efectuados y sobre sus relaciones con las apuestas ilegales. Me ocuparé de los interrogatorios yo mismo, pues, como jefe de la sección, debo garantizar personalmente la veracidad de todas las declaraciones realizadas. La cobertura del suceso por parte de la prensa será mínima; los reporteros presentes en el lugar no estaban preparados para la rapidez con que se desarrollaron los hechos.

Firmado: teniente David D. Klein, Placa 1091, oficial responsable, Subdirección Administrativa.

Copias a: Junior, jefe Exley.

El teléfono…

– Subdirección Administrativa, Klein.

– ¿Dave? ¿Tienes un momento para un viejo ex convicto?

– ¡Mickey! ¡Cielo santo!

– Ya sé, debería haberte llamado a casa. Esto… Dave… ¿puedo pedirte un favor de parte de Sam G.?

G. de Giancana.

– Supongo que sí. ¿De qué se trata?

– ¿Conoces a ese croupier que tenéis bajo protección?

– Sí.

– Bueno…, el radiador de su dormitorio está suelto.

2

Reuben Ruiz, el boxeador:

– Esto es de puta madre. Podría acostumbrarme a esta vida.

El hotel Embassy: salita, dormitorios, televisión. Noveno piso, servicio completo en la suite: comida y bebida.

Ruiz, nervioso y medio trompa, se arrea tanganazos de whisky. Sanderline Johnson mira dibujos animados con la mandíbula colgando.

Junior, hace prácticas de desenfundar el arma con rapidez.

Tal vez un poco de conversación, me digo.

– ¡Eh, Reuben!

– ¡Eh, teniente! -responde, amagando unos directos.

– Oye, Reuben. ¿Mickey intentó violar tu contrato?

– Lo que hizo fue sugerirle a mi representante con… con mucha insistencia, ¿entiende a qué me refiero?, que le cediera el contrato. Envió a los hermanos Vecchio para que hablaran con él y luego se achantó cuando Luis les dijo, «Eh, largaos porque no voy a firmar ningún traspaso». ¿Quiere saber mi opinión? Creo que Mickey ya no tiene huevos para andar dando mamporros.

– Pero tú tienes cojones [2] para andar de soplón.

Directos, ganchos.

– Tengo un hermano desertor del ejército, quizá perseguido ya por los federales. Dentro de poco tengo tres peleas en el Olympic y Welles Noonan me las puede joder a citaciones. Mi familia es lo que se dice una larga estirpe de ladrones, lo que se dice propensa a los problemas, de modo que me gusta hacer amigos entre lo que se podría llamar la comunidad de servidores de la ley.

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[2] Las palabras en cursiva, en castellano en el original. (N. del T.)