Esquivé la pregunta:
– No me cae mejor que a ti. Llegó a jefe de detectives pasando por encima de ti y a mí me habría encantado que ocuparas el puesto.
– Grandes sentimientos, compañero, que por supuesto comparto. Pero, ¿qué crees que está haciendo?
Le eché un cebo: el prólogo a mi chivatazo de Johnny.
– Creo que quizás esté sacrificando Narcóticos a los federales. Es una sección prácticamente autónoma y quizá Noonan está seguro de que la investigación federal tendrá el éxito suficiente para requerir un chivo expiatorio que proteja al resto del departamento y a Bob Gallaudet. Exley es dos cosas: inteligente y ambicioso. Siempre he pensado que se cansaría del trabajo policial e intentaría también la carrera política, y sabemos la amistad que le une a Bob. Creo que tal vez ha convencido a Parker de que deje caer a Narcóticos para salvar su propio futuro.
– Una interpretación brillante, compañero. ¿Y sobre el robo Kafesjian y tu papel como oficial escogido por Exley para la investigación?
Insistí en mi teoría:
– Tienes razón, soy un agente provocador. Cronológicamente: Sanderline Johnson salta, y ahora Noonan me odia. Ya hay rumores de la investigación federal en el Southside y, simultáneamente, se produce el robo en casa de los Kafesjian. Y, simultáneamente con eso, yo aprieto las tuercas a un político rojillo enamorado de Noonan. Bien, el robo no es nada: es el trabajo de un pervertido. Pero los Kafesjian son la escoria personificada y están en buenas relaciones con la sección más autónoma y vulnerable del LAPD. Al principio pensé que Exley estaba manejando a Dan Wilhite, pero ahora creo que me ha puesto ahí en medio para atraer los tiros. Estoy ahí fuera, al descubierto, sin llegar prácticamente a ninguna parte con un 459 sin importancia, obra de un pervertido. Exley sólo tiene a un… quiero decir, a dos hombres en el caso, y si de verdad quisiera resolver el caso, habría puesto a trabajar a media docena. Creo que me está manipulando.
Dudley, radiante:
– Soberbio, muchacho, qué inteligencia, qué labia de picapleitos. Y bien, ¿qué piensa del asunto el sargento George Stemmons, Jr.? Mi fuente dice que últimamente tiene un comportamiento bastante errático.
Espasmos. Sin pestañear:
– Cuando dices «tu fuente», hablas de Johnny Duhamel. Junior le dio clases en la Academia.
– Johnny es un buen chico y tu colega debería recortarse esas asquerosas patillas a la medida reglamentaria. ¿Sabías que he destinado a Johnny a la investigación del caso Hurwitz?
– Sí, lo he oído. ¿No está un poco verde para un asunto como ése?
– Es un magnífico agente joven y he oído que tú mismo pediste dirigir el caso.
– Robos está limpio, Dud. Me tengo que guardar de demasiados amigos que trabajan en Subdirección.
Más carcajadas. Más guiños:
– Muchacho, tu capacidad de percepción acaba de ganarte la amistad eterna de cierto irlandés llamado Dudley Liam Smith. Francamente, estoy sorprendido de que dos muchachos brillantes como nosotros no hayan pasado de simples conocidos en todos estos años.
DELATA A DUHAMEL.
HAZLO AHORA.
– Hablando de amistades, muchacho, tengo entendido que Bob Gallaudet y tú estáis muy unidos.
Ruidos en el pasillo: gruñidos/golpes sordos. Una voz:
– ¡Soy amigo de David Klein!
Lester. Las salas de interrogatorio.
Corrí hacia allí. La puerta número 3 estaba cerrándose. Me asomé a la mirilla: Lester, esposado, babeando dientes; Breuning y Carlisle, descargando porrazos fuera de horario.
Cargué con el hombro. Reventé la puerta. Breuning, distraído: «¿Uh?»
Carlisle, las gafas empañadas de sangre.
Jadeante, suelto la mentira:
– Lester estaba conmigo cuando mataron a Wardell Knox.
Carlisle:
– ¿Fue por la mañana o por la noche?
Breuning:
– ¡Eh, zambo, prueba a cantar Harbor Lights ahora!
Lester escupió sangre y dientes al rostro de Breuning.
Carlisle cerró los puños. Le arreé una patada en la espinilla. Breuning lanzó un grito, cegado por la sangre. Le arreé un cachiporrazo en las rodillas.
El irlandés:
– Muchachos, tendréis que soltar al señor Lake. Teniente, bendito sea por facilitar el curso de la justicia con su espléndida coartada.
21
Apreciados señor Hughes y señor Milteer: En las fechas 11, 12 y 13 de noviembre de 1958, Glenda Bledsoe participó activamente en actos de promoción publicitaria de varios actores que se encuentran actualmente bajo contrato con Variety International Pictures, en una flagrante violación legal del contrato vigente entre la señorita Bledsoe y Hughes Aviación, Herramientas, Producciones, etc. En concreto, la señorita Bledsoe permitió que la entrevistaran y fotografiaran con los actores Rock Rockwell y Salvatore «Touch» Vecchio, e hizo declaraciones sobre temas relativos a sus carreras profesionales más allá de lo relacionado con la producción y promoción de El ataque del vampiro atómico, la película en la que trabajan los tres en estos momentos.
En una nota posterior me extenderé en detalles más concretos, pero les adelanto que pueden dar por legalmente anulable el contrato de la señorita Bledsoe, quien puede ser llevada ante los tribunales, demandada por perjuicios económicos y vetada de futuras apariciones en películas producidas en estudios, según lo estipulado en varias cláusulas de su contrato con ustedes. Mi vigilancia continuada de Glenda Bledsoe no ha encontrado indicios de robos en domicilios de actrices; si faltan objetos de dichas viviendas, lo más probable es que los hayan cogido jóvenes de la zona, colándose por alguna ventana mal cerrada. Tales jóvenes sabrían que los domicilios sólo están ocupados intermitentemente y eso les habría dado la idea.
Les ruego me informen si desean que continúe la vigilancia de la señorita Bledsoe; sepan, insisto, que ya tienen ustedes información suficiente para emprender todo el procedimiento legal.
Respetuosamente,
David D. Klein
Amanecer, el remolque. Glenda, durmiendo; Lester, hecho un ovillo fuera, junto a la nave espacial.
Salí al aire libre; Lester se revolvió y dio un trago a una botella. Confabulación: el cámara y el director.
– Vamos, Sid, esta vez el vampiro jefe le arranca los ojos al tipo.
– Pero Mickey teme que esté haciendo las cosas demasiado asquerosas. Yo… no sé.
– ¡Cielo santo! Tú coge al extra y échale un poco de sangre de mentira en los ojos.
– ¡Coño, Wylie, déjame tomar un café antes de ponerme a pensar en sangre y vísceras a las siete menos diez de la mañana!
Lester se incorporó y se acercó tambaleándose. Cortes, contusiones.
– Siempre he querido ser un astro del cine. Quizá podría quedarme un par de días por aquí y hacer de vampiro negro…
– No, Breuning y Carlisle vendrán a buscarte. No te han cargado lo de Wardell Knox, pero ya encontrarán algo.
– No me siento con muchas ganas de huir.
– Hazlo. Te lo dije anoche: llama a Meg y dile de mi parte que tiene que ayudarte. ¿Quieres terminar muerto por resistencia a la detención cualquier perra noche, cuando ya creas que se han olvidado del asunto?
– No, me parece que no quiero. Vaya, señor Klein, nunca pensé que vería el día en que el señor Smith me diera una oportunidad.
– Le gusta mi estilo, muchacho. -Le hice un guiño a la Dudley.