Uniformados parloteando, nerviosos: Richie, su inmediato sospechoso: capturado/condenado/gaseado.
¿Richie, el asesino? NO. Un repaso minucioso:
Red Arrow Inn: el observatorio de mirón de Richie, asaltado. La cama hecha trizas… con la vajilla de los Kafesjian. Una cosa absolutamente segura: el asesino y el ladrón eran el mismo hombre. Confirmado por: botellas rotas/discos hechos pedazos/perros eliminados. Richie, observador pasivo; alguien le vigilaba y le presionaba. Tommy K., buscándole con insistencia. Jugar con una idea: Tommy, psicópata total, Tommy revuelve su propia casa y, ahora, ESTO.
Vuelvo adentro:
Gotas de sangre -oscuras, disolviéndose- en el pasillo principal, desde la puerta del cuarto de herramientas. Las sigo hasta el piso de arriba, rojo sobre rosa. Un cuarto de baño. Stop.
Agua en el suelo. La taza del retrete, llena. Un cuchillo flotando en agua con meados. En la ducha, agua rosa y coágulos de sangre con cabellos.
Reconstrucción:
Ropas ensangrentadas hechas trizas y arrojadas al retrete (el sumidero, atascado). Luego, ¿tal vez una ducha? Me acerco al colgador: una toalla húmeda.
Reciente. Muertos a la luz del día.
Inspección del pasillo: marcas de pisadas mojadas sobre la moqueta. Huellas fáciles, directas a un dormitorio.
Cajones abiertos, ropas desparramadas. Una cartera en el suelo: abierta, sin dinero.
Un permiso de conducir: Phillip Clark Herrick, EN. 14/5/06. La foto del carnet: «Un tipo» soso y bien parecido.
En los compartimentos interiores, una foto: Lucille, desnuda. Un permiso de conducir falso: Joseph Arden, los datos de Herrick, una dirección falsa.
Me asomé a la ventana: South Arden estaba acordonada. Una línea de uniformados mantenía a distancia a los periodistas.
Otros dormitorios…
Un pasillo, tres puertas. Dos, abiertas; alcobas de chica, intactas. La tercera puerta, cerrada: cargué con el hombro y saltó.
Lo supe al instante: la habitación de Richie, conservada.
Ordenada, apestando a naftalina.
Pósters de jazz.
Libros: biografías de músicos, teoría de saxo.
Pinturas de estilo infanticlass="underline" Lucille suavizada, recatada.
Una foto de la graduación; el retrato robot del mirón, Richie perfecto.
Batir de puertas. Me asomo a la ventana: Asuntos Internos entrando en tropel.
Lucille, idealizada: una madonna.
Libros: sólo jazz.
Curioso, ningún manual técnico, y Richie sabía poner micrófonos ocultos.
Pasos apresurados. Exley ante mis narices, resollando:
– Debería estar abajo, teniente. -De nuevo, el trato formal-. Ray Pinker me ha hecho un resumen, pero antes quería su interpretación.
– No hay nada que interpretar. Ha sido Richie Herrick, o el tipo que irrumpió en su habitación del motel. Repase mis informes; verá que ya le mencionaba en ellos.
– Lo recuerdo. Y usted me ha estado evitando. Le dije que me llamara después de registrar el apartamento de Stemmons.
– No había nada que informar.
– ¿Dónde ha estado?
– Todo el mundo se empeña en preguntarme lo mismo.
– Ésa no es respuesta.
Sangre en el borde del ala del sombrero. Se acercó más. Yo:
– ¿Y ahora, qué? Y ésta sí que es una pregunta.
– Voy a dictar una orden de busca y captura contra Richard Herrick.
– Piénselo primero. Yo no creo que haya sido él.
– Me doy cuenta de que está usted esperando a que yo le pregunte. ¿Y bien, teniente?
– Y bien, creo que deberíamos detener a Tommy K. He recibido un buen soplo de que ha estado buscando a Richie Herrick. Richie sabe esconderse muy bien, pero Tommy le conoce a fondo. Tiene más probabilidades de encontrarle que nosotros.
– Ninguna aproximación directa a los Kafesjian. Y voy a dictar esa orden porque los Kafesjian están bajo vigilancia permanente de los federales, lo cual les coarta en parte su libertad de movimientos para buscar a Herrick. Además, esas muertes son noticia de primera página. Herrick las leerá y se volverá aún más furtivo. Sólo podemos controlar a la prensa hasta cierto punto.
– Sí. Lo cual debe sentarle a usted como un tiro.
– Con franqueza, no lo sabe bien, teniente. Y ahora, sorpréndame o anticípeme. Dígame algo que no sepa.
Le di unos golpes en el chaleco con la punta del índice. Fuerte.
– Johnny Duhamel ha muerto. Es el cadáver desconocido de la oficina de un sheriff cerca de Compton, y creo que usted y Duhamel estaban juntos en algo sucio. Usted me está echando encima a los Kafesjian, y eso guarda relación con Duhamel. Estos días no tengo la cabeza muy clara y estoy llegando a un punto en que voy a joderle por ello.
Exley retrocedió un paso.
– Quedas apartado de Homicidios y a cargo de esta investigación. Puedes hacer lo que quieras, menos acercarte a los Kafesjian.
Campanillas en la calle. Furgonetas de helados.
34
Camino de la oficina. Un semáforo en rojo en Tercera y Normandie. Unos Plymouth me cortaron el paso y me encajonaron.
Cuatro coches. Agentes federales salieron en tropel apuntando sus armas. Por la radio, muy alto:
– Está usted detenido. Salga con las manos en alto.
Corté el motor, puse el freno, obedecí. Leeento: manos en el techo, brazos separados.
Inmovilizado/cacheado/esposado. Los gilipollas de corte de pelo militar, encantados. Milner me picó:
Reuben Ruiz ha dicho que te vio empujar a Johnson.
Tres hombres registraron mi coche. Un tipejo enjuto inspeccionó la guantera.
– Milner, mira. ¡Esto parece caballo blanco!
Jodido Ruiz, soplón mentiroso.
Heroína restregada en mis narices.
El edificio Federal, en el centro. Escaleras arriba, esposado. Empujado a un despacho…
Cuatro paredes empapeladas; líneas de gráficos visibles debajo.
Noonan y Shipstan, esperando.
Milner me sentó; Shipstad me quitó las esposas. Mi droga pasó de federal en federal; coro de silbidos. Noonan:
– Una lástima que Junior Stemmons haya muerto. Podría haber sido su coartada para lo de Johnson.
– ¿Quiere decir que usted sabe que Ruiz miente? ¿Usted sabe que Ruiz dormía cuando Johnson saltó?
– Esa bolsa de polvos blancos no lleva ninguna etiqueta que la identifique como prueba policial, teniente -Shipstad.
– Me parece que el teniente está enganchado -Milner.
– Stemmons sí que lo estaba, desde luego -su compañero.
Noonan se aflojó el nudo de la corbata. Sus subordinados salieron.
– ¿Quiere examinar la orden de detención, señor Klein? -Shipstan.
– Tendremos que corregirla para añadir violación de las leyes federales sobre narcóticos -Noonan.
Apunté una conjetura:
– Ha conseguido esa orden de un juez amistoso. Usted le ha dicho a Ruiz que mienta; cuando hayan terminado conmigo, podrá retractarse. Usted le ha contado al juez lo que se proponía. Lo que tiene es una orden federal en base a una inventada violación de derechos civiles, no un acta de Acusación por homicidio de California, porque ningún juez del Tribunal Superior la firmaría.
Noonan:
– Bueno, eso ha conseguido su atención, teniente. Y, por supuesto, tenemos pruebas concluyentes.
– Suélteme.
– He dicho «concluyentes».
Shipstad:
– Poco después de cuando le soltamos a usted, a primera hora de la mañana, dejamos salir a Abe Voldrich para ocuparse de unos asuntos personales. Esta tarde le han encontrado muerto. Ha dejado una nota de suicidio, que un grafólogo ha determinado que fue escrita bajo coacciones físicas. Voldrich había accedido a declarar como testigo federal en todos los temas relativos a la familia Kafesjian y a esta investigación por robo quizá marginal que llevaban a cabo usted y el difunto sargento Stemmons. Un agente pasó por casa de Voldrich para recogerle y continuar los interrogatorios y le encontró.