Noonan:
– El agente Milner recorrió el barrio buscando información. Un Pontiac coupé azul pólvora del 56 fue visto aparcado junto a la casa hacia la hora aproximada de su muerte.
– ¿Le mató usted? -Shipstad.
– Usted tiene un coche verdeazulado, ¿verdad? -Noonan.
– Y usted sabe que yo no lo hice. Sabe que han sido Tommy y J.C. Sabe que tengo un Dodge azul marino del 55.
– Los Kafesjian tienen una coartada excelente para el momento de la muerte de Voldrich -Shipstad.
– Estaban en casa, bajo vigilancia federal permanente.
– Entonces, contrataron a un profesional.
– No, el teléfono estaba intervenido -Shipstad.
– Y lo estaba desde antes de que cogiéramos a Voldrich -Noonan.
– ¿Qué más hablaron por teléfono?
Shipstad:
– Diversos asuntos. Nada relacionado con ese Richie en que parecía tan interesado anoche, Klein.
Reflexioné: Sin novedades de Herrick, sin pistas sobre la matanza de South Arden.
– Al grano, Noonan. ¿Dónde está la «prueba concluyente»?
– Antes, su valoración de la situación, señor Klein.
– Usted se propone llevar tres testigos ante el gran jurado. Yo soy uno, otro acaba de morir y el tercero es ese presunto testigo sorpresa, clave para la acusación. Ahora le falta un hombre, de modo que apostará el doble a mi número. Ésta es mi opinión, y ahora oigamos su oferta.
– Inmunidad en la muerte de Johnson -respondió Noonan-. Inmunidad en todos los posibles cargos criminales que se le puedan hacer. Garantía escrita de que no se iniciará ningún embargo contra usted si se revelara que ha tenido ingresos no declarados como resultado directo de conspiraciones criminales en las que usted haya tomado parte. A cambio de esto, usted accede a someterse a custodia federal y a testificar ante un tribunal público sobre lo que conozca de la familia Kafesjian, su historia con el LAPD y, lo más importante de todo, su propia declaración de tratos con el crimen organizado, excluido Mickey Cohen.
Una luz encendida: Mickey, testigo principal.
Reflejo instantáneo; Mickey, nunca.
– Es un farol, supongo.
Shipstad desgarró el papel que cubría las paredes. Pilas de papel rasgado; debajo, columnas y gráficos.
Me puse en pie. Cifras y letras en negrita, fáciles de leer.
Columna uno: nombres y fechas, los tipos eliminados.
Columna dos: mis transacciones de propiedades, detalladas. Fechas correctas. Sobornos a la Oficina de Bienes Inmuebles, cinco mil dólares cada uno: mi tarifa por contrato, invertida.
Columna tres: lista de receptores de sobornos. Detalle de los edificios de barrios bajos que me habían ofrecido tirados de precio. Fechas correspondientes: depósitos y liquidaciones.
Columna cuatro: declaraciones de impuestos de Meg 51-57. El dinero negro de mi hermana, anotado y documentado, para los sobornos a tasadores y firmantes de permisos.
Columna cinco: nombres de testigos. Sesenta y pico receptores de sobornos.
Nombres y números, latiendo. Noonan:
Muchos de los datos relativos a usted son circunstanciales y sujetos a interpretación. Los muertos de nuestra lista sólo son los que le adjudican los rumores de los bajos fondos, y esos cinco mil dólares que le llueven del cielo después de cada muerte son poco más que detalles circunstancialmente seductores. Lo importante es que usted y su hermana son procesables por siete delitos de fraude a la Hacienda Federal.
Shipstad:
– He convencido al señor Noonan de que amplíe el acuerdo de inmunidad a su hermana. Si accede, Margaret Klein Agee quedará exenta de cualquier cargo federal.
– ¿Qué responde? -Noonan.
– ¿Klein? -Shipstad.
Tictac de reloj, latidos del corazón. Se me había pasado algo por alto.
– Quiero cuatro días de plazo antes de someterme a la custodia. Y quiero un mandamiento federal para acceder a las cajas de seguridad de Junior Stemmons en el banco.
Shipstad, picando el anzuelo:
– ¿Le debía dinero?
– Exacto.
Noonan:
– De acuerdo, siempre que le acompañe al banco un agente federal.
Un contrato ante las narices. Letra pequeña, latiendo. Firmé.
¡Suenas resignado.
– Todo ha adquirido vida propia.
– ¿Qué significa eso?
– Significa que deberías contarme cosas.
– Tú tampoco comentas ciertas cosas. Me llamas desde cabinas de teléfono para no tener que hacerlo.
– Quiero solucionarlo todo, primero.
– Dijiste que se estaba resolviendo solo.
– Sí, pero se me está acabando el tiempo.
– ¿Se te está, o se nos está?
– Sólo a mí.
– No empieces con mentiras. Por favor.
– Sólo trato de dejar las cosas claras.
– Pero sigues sin querer contarme qué estás haciendo.
– Es este lío en el que te he metido. Dejemos el tema.
– El lío me lo he buscado yo misma. Tú lo dijiste.
– Ahora eres tú la que suena resignada.
– Esos hombres del sheriff han vuelto.
– Y un cámara les dijo que me acostaba contigo en mi remolque.
– ¿Saben que me contrataron para seguirte?
– Sí.
– ¿Qué les dijiste?
– Que soy blanca, soltera y tengo veintinueve años, y que me acuesto con quien me da la gana.
– ¿Y?
– Y Bradley Milteen les dijo que tú y Miciak tuvisteis unas
palabras. Yo dije que conocí a Miciak a través de Howard, y que era fácil que cayese mal a cualquiera.
– Bien. Ahí has estado muy lista.
– ¿Significa eso que somos sospechosos?
– Significa que conocen mi reputación.