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– Por ahí va bien, teniente. Siga.

– «Siga», una mierda. ¿Qué «cosas muy malas»?

– Dudley hizo que Johnny aterrorizara a los maleantes de fuera de la ciudad para los que tenía planes. Johnny me contó que tenía dificultades para hacerlo.

– Debería haberle frenado entonces, jefe.

– No. Necesitaba más.

– ¿Cree usted que esos tipos de fuera de la ciudad eran los mismos que se ocupaban de las máquinas de Mickey? ¿Cree que esto significa que Dudley manipula a Mickey?

– Sí. No estoy del todo seguro, pero me parece posible.

El asiento de Exley: cinta adhesiva colgando de un listón.

– Sea más explícito.

Exley se quitó las gafas para limpiarlas. Sin ellas, sus ojos parecían blandos.

– Johnny empezó a perder el respeto de Dudley. Era demasiado débil con los hombres de fuera de la ciudad y me dijo que Carlisle y Breuning le estaban vigilando de vez en cuando, al parecer porque Dudley empezaba a sospechar de él instintivamente. Junior Stemmons reapareció entonces en la vida de Johnny, por pura casualidad. Los dos se encontraron trabajando en South-Central y, de algún modo, Stemmons obligó a Johnny a reconocer su participación en el robo de pieles. Al parecer, Johnny no me complicó en el asunto, pero Stemmons intuyó que alguien movía los hilos en las sombras. Dudley se dio cuenta de lo inestable y peligroso que resultaba Stemmons y yo creo que sospechó que intentaba extorsionar a Johnny. Lo que sé con seguridad es que Dudley intentó conseguir una orden judicial para echar mano a las pruebas que pudiera guardar Stemmons en un banco, y doy por sentado que torturó a Johnny para saber hasta dónde estaba enterado Junior, antes de provocar su muerte a manos de usted. Yo ya había acudido a un funcionario federal que conozco y él retrasó la petición de Dudley mientras yo intentaba conseguir otra orden de registro para mí. Usted llegó primero a las cajas de seguridad y tengo la impresión de que le ha ayudado Welles Noonan.

La cinta colgando… Sólo quizás.

– Tiene razón.

– ¿Va a ser testigo federal?

– Se supone que sí.

– Pero no pensará testificar, ¿verdad?

Glenda; posibles acusaciones FEDERALES pendientes.

– Sobre todo, pienso en escapar.

– ¿Qué le retiene?

– El asunto Kafesjian-Herrick.

– ¿Espera conseguir alguna especie de compensación?

– No. Sólo quiero saber por qué.

– ¿Eso es todo?

– No. Quiero que me traiga una taza de café y quiero saber por qué me destinó al robo de los Kafesjian.

Exley se incorporó.

– ¿Cree usted que Dudley mató a Junior Stemmons?

– No; habría hecho desaparecer el cuerpo para ganar más tiempo y así poder llegar a las cajas de seguridad.

– ¿Cree que fue una sobredosis auténtica?

– No. Apuesto por Tommy K. Imagino que Junior se puso pesado y Tommy se mosqueó. Sucedió en el Bido Lito's, de modo que Tommy dejó el cuerpo allí. Los Kafesjian incendiaron el local para destruir pruebas.

– Quizá tenga razón. Espere, le traeré ese café.

Salió. Sonidos de cocina. Tiré de la cinta adhesiva.

Bingo. 34I-16D-31I: la combinación de la caja fuerte. Una idea razonable: cualquier estúpido rico podía urdir aquel numerito del recordatorio en la silla. Volví a pegar la cinta donde estaba y eché un vistazo a la sala: fría, cara.

Exley trajo café en una bandeja. Me serví una taza para cubrir las apariencias.

– Usted me puso en el robo de los Kafesjian para echar un cebo a Dudley.

– Sí. ¿Le ha dicho algo?

– Indirectamente, y le dije sin tapujos que usted me estaba utilizando como una especie de agente provocador. Lo dejó ahí.

– Y ahora le tiene comprometido con esa película de que me habló.

«POR FAVOR, NO ME MATES…»

– Hábleme de eso. De Dudley y los Kafesjian.

Exley tomó asiento:

– El robo en sí fue una pura coincidencia y me limité a aprovechar el hecho de que Dan Wilhite le mandó a usted a tranquilizar a J.C. Sospecho que el robo y las muertes de los Herrick, que están relacionadas, apenas tienen una relación marginal, como mucho, con Dudley. Básicamente, desde la reapertura del caso de la Nite Owl, empecé a hacer averiguaciones sobre Dudley entre los agentes retirados. Y me enteré de que fue él, y no el jefe Horrall, quien introdujo a los Kafesjian entre los pliegues del LAPD hace veintitantos años. Fue él quien introdujo la teoría del tráfico de narcóticos «contenido» a cambio de cierto orden en el Southside y de informaciones y soplos. Y, por supuesto, muchos años después le entró esa locura del funcionamiento controlado de la delincuencia organizada en general.

– ¿Qué hay de Phillip Herrick?

– Esa pista suya sobre la copropiedad inmobiliaria es el primer indicio que tengo sobre una relación Smith-Herrick. Verá, Klein, yo sólo quería distraer la atención de Dudley. Sabía que él estaba organizando algo en South-Central y que se llevaba una pequeña comisión de J.C. Kafesjian. Yo quería alarmar un poco a la familia y esperaba que, con la fama que tiene usted, Dudley le hiciera alguna propuesta.

– Y, entonces, usted me manipularía.

– Sí.

Amanecía. Mi último día en libertad.

– He quemado las pruebas de Junior. Tenía anotaciones, sus cheques compensados a los periodistas… Todo.

– Todos mis tratos con Duhamel eran verbales. Y acaba de asegurarme que no existen pruebas de mi conocimiento de todo esto.

– Es un consuelo saber que saldrá de ésta bien librado.

– Usted también puede, Klein.

– No me tire de la cadena. No me ofrezca protección, y no me hable de proteger al departamento.

– ¿Tan desesperada considera su situación?

La luz del día. Los ojos me escocían.

– Simple y llanamente, estoy jodido.

– Pida un favor, entonces. Se lo concederé.

– He conseguido que Noonan levante la vigilancia sobre los Kafesjian. La familia estará libre de vigilancia solamente hoy, y creo que irán tras Richie Herrick. Quiero una docena de hombres para un seguimiento móvil en coches civiles con radio, y una frecuencia especial para seguir sus llamadas. Es un palo contra Dudley, lo cual debería alegrarle.

– Klein, ¿cree usted que Richie puede llenar alguna laguna en las relaciones entre Dudley y los Kafesjian?

– Creo que está al corriente de todo.

Exley me tendió una mano: Dave, colega.

– Instalaré un puesto de radio en la comisaría de Newton. Vaya por allí a las diez y media. Tendré a sus hombres instruidos y dispuestos.

La mano, insistente. No hice caso.

– Está abandonando a los de Narcóticos a su suerte. El departamento necesita un chivo expiatorio y los ha escogido a ellos.

La mano desapareció.

– Tengo amplios informes sobre todos los agentes de Narcóticos. En el momento adecuado, los ofreceré a Welles Noonan como medio de conseguir una reconciliación. Y, haciendo un paréntesis, sepa que Dan Wilhite se suicidó anoche. Dejó una nota en la que hacía una breve mención a los sobornos que había aceptado y dentro de poco pienso remitirle a Noonan un informe al respecto. Es evidente que Wilhite no quería ver expuestos sus secretos más oscuros; algo que debería usted tener en cuenta si decide testificar contra el departamento.

Jodida luz matutina. Deslumbrante.

– Nada de eso me importa ya.

– Pero aún me necesita. Puedo ayudarle a satisfacer su curiosidad respecto a esas familias; por lo tanto, no olvide que sus intereses son idénticos a los míos.

Jodida luz matutina. Me quedaba un día.

41

10.30. Comisaría de Newton. Una sala de reunión. Sillas frente a mí.

Sin haber dormido. El trabajo al teléfono me había tenido ocupado. Recapitulación: a primera hora de la mañana, inscripción en el motel Wagon Wheel.