– Chick, ¿qué sabes de Sid Frizell?
– Me parece que casi nada.
– ¿Ha cumplido alguna condena?
– En la prisión del condado, por hurtos menores. No es ningún tipo duro de penitenciaría, si es en eso en lo que piensas.
Freddy:
– Sid Frizell. Es un tipo alto y delgado de unos treinta y cinco. Tiene una especie de acento de Oklahoma.
– No me suena. ¿Se supone que debo conocerlo?
– Pensaba que tal vez le habías dado clase en Chino.
– Me parece que no. Quiero decir, yo soy un especialista en escuchas, de modo que me fijo en cómo habla la gente. Lo siento, pero no había ningún acento okie en la clase.
FALTABA ALGO.
Descolgué el auricular y hablé con una telefonista. Me puso con Chino.
Contestó un asistente del alcaide. Adelante, díselo:
Prepáreme una lista de los internos que coincidieron con Richie Herrick en Chino. ¿Si me la envía por un mensajero? No, volveré a llamarle para que me informe de palabra.
2.00 de la madrugada: la custodia, muy cerca. Chisporroteo en la radio, pop/pop: Pete, haciendo chasquear los nudillos. Chick, atontado por el alcohol, con el pelo chamuscado. Culpa mía.
Olores: comida rancia, humo. Un vistazo por la ventana: cubos de basura rebosantes. Mi propiedad: nueve de los grandes al año, beneficios limpios.
Pienso: chivatazos, golpes.
Intentos desesperados, últimos recursos.
Welles Noonan, un rival de Gallaudet.
Intentar cambios: Glenda por Bob G. y Dudley.
El teléfono del dormitorio; manos temblorosas en el dial. MA 4-0218. Noonan.
– Oficina del Fiscal Federal, agente especial Shipstad.
– Soy Klein.
– Klein, esta llamada no ha existido -en voz baja, furtiva.
– Noonan ha recibido una película. Entrega especial. Eres tú haciendo pedazos a otro tipo y yo sé que es una trampa, pero a él no le importa. Una nota dice que enviarán copias a la prensa si testificas para nosotros y Noonan dice que tu pacto de inmunidad queda cancelado. Ha emitido una orden federal de detención contra ti y esta llamada no ha existido.
CLIC…
Sillas/cajones/mesas…, lo arrojé todo por el suelo y le di patadas y lo destrocé. Me enredé en las cortinas, sin fuerzas en los brazos; me sentía mareado de agotamiento.
Graznidos en la radio.
«Madge deja la casa. El coche escucha la sigue.» «Lucille, entrando en Chavez Ravine. Conduce erráticamente, pasa rozando los árboles…»
49
Faros cruzándose, caminos de tierra. Chavez Ravine.
Oscuro, sin farolas. Las únicas luces, policiales. Focos sobre el techo de los coches patrulla, faros, linternas. Agentes de la vigilancia, en vehículos o a pie.
Un parachoques abollado, incrustado en un árboclass="underline" el Ford de Lucille, abandonado.
Órdenes de busca y captura contra mí…
Aparqué el coche y ascendí corriendo por el camino de acceso. Abajo, luces de linterna en zigzag: una búsqueda chabola por chabola.
– Muchacho…
Oscuridad. Sólo la voz. Apunté hacia ella, casi apreté el gatillo.
– Muchacho, escucha antes de actuar precipitadamente.
– Le has enviado la película a Noonan.
– No. Ha sido Bob Gallaudet. Le conté que tenías escondido a Chick Vecchio y Bob pensó que Chick se portaría como un cobarde y nos delataría. Muchacho, ha sido Bob quien te ha entregado a Noonan. Amenazó con hacer pública otra copia de la película si aparecías como testigo federal, dando por sentado que tu testimonio nos condenaría a él y a este viejo irlandés que te tiene tanto afecto, a pesar de todo. Noonan se puso como una furia, por supuesto, y Bob dio marcha atrás prudentemente y planteó una alternativa más juiciosa: dijo que la amenaza de la película seguía en pie, pero que no presentaría la candidatura a Fiscal General si Noonan prometía no mencionar su nombre en el juicio. Noonan, que es un tipo inteligente, aceptó.
– ¿Gallaudet le habló de ti a Noonan?
– No, Alá sea bendito. Consiguió dominar el pánico y sólo se habló vagamente de complejas conspiraciones criminales. Estoy seguro de que Noonan me considera un simple policía entrado en años, con buena labia y fama de estricto.
Abajo, unos gritos. Unos faros despistados iluminaron a Dudley sonriente y bonachón.
– ¿Quién le dio a Bob la copia de la película?
– Mike Breuning. Tenía miedo de que nuestras empresas estuvieran en peligro, y negoció una copia con Gallaudet a cambio de un trato. Por desgracia para él, Mike me confesó lo que había hecho antes de que le enviara a reunirse contigo, y por eso le preparé esa encerrona.
– ¿Y Gallaudet?
– Fue a reunirse con Alá, muchacho. Limpiamente descuartizado e inencontrable. Mata a Vecchio, si no lo has hecho aún, y entonces sólo quedará Exley sin pruebas sólidas.
– Chick me ha dicho que Duhamel se chivó a Exley.
– Sí, es cierto.
– También dijo que Exley guarda dinero en una caja fuerte.
– Sí, también es verdad.
– ¿En su casa?
– Sí, muchacho. Sería lo lógico.
– ¿Dinero en cantidad?
– Sí, eso es. Muchacho, ve al grano, ya me estás irritando.
– Yo puedo abrir esa caja. Mataré a Vecchio y cogeré el dinero de Exley. Nos lo repartiremos.
– Eres muy generoso, y me sorprende que no hayas expresado rencor por la encerrona en el mercado.
– Quiero caerte bien. Si escapo, no quiero que persigas a la gente que deje aquí.
– Eres muy considerado al dar por segura mi supervivencia.
– ¿Y el dinero?
– Acepto la mitad con mucho gusto.
Revuelo al pie de la colina: policías derribando a patadas las puertas de las chabolas.
– ¿Chick te ha contado el alcance de mis planes, muchacho?
– Sí.
– ¿Has sacado la conclusión de que disfruto mirando?
– Sí.
– Yo lo considero una compensación, una dispensa, por la gran labor de contención que voy a llevar a cabo. Lo considero una manera de entrar en contacto con una suciedad apremiante sin sucumbir a ella.
IMAGEN: Lucille, desnuda.
– Tú también eres un mirón, muchacho. Has entrado en contacto con tus propias tendencias oscuras y ahora disfrutas con la emoción de ser un mero espectador.
IMAGEN: las ventanas del burdel.
– Comprendo tu curiosidad, muchacho.
IMAGEN: las cintas del mirón; imágenes sincronizadas con sonidos.
– Me complace que, al parecer, también hayan despertado la curiosidad de los Kafesjian y de los Herrick. Muchacho, podría contarte muchas historias soberbias de esas dos familias.
IMAGEN: ventanas abiertas, iluminadas. CUÉNTAME COSAS.
– Muchacho, ¿notas cómo empieza a tomar forma una base para un entendimiento? ¿Empiezas a apreciar que los dos somos almas gemelas, hermanos en curiosi…
Gritos, linternas convergiendo.
Bajé a la carrera, tropezando y trastabillando. Chabolas apelmazadas unas contra otras; luces fijas en una puerta.
Hombres del grupo de seguimiento apretujados fuera. Me abro paso, miro:
Lucille y Richie Herrick, hallados muertos.
Torniquetes atados/ venas hinchadas/bocas paralizadas en un jadeo. Abrazados sobre un lecho de abrigo de visón.
Papelinas de heroína, agujas y Dranos sobre una piel de zorro.
50
8.01 de la mañana. Fugitivo federal.
Piso de fugitivo, coche de fugitivo: un Chevrolet del 51 comprado en un chatarrero. Llamadas de fugitivo:
Glenda, a salvo. Estilo contra miedo. Ganando, el estilo.
Sid Riegle, con pánico: hombres de Exley arrestaban a los míos.
Noticias de la oficina: Lucille y Richie, muertos de un cóctel de caballo y Dranos. Sid:
– Ray Pinker dice que ella lo mató primero, y luego se suicidó. El doctor Newbarr dice que nada de asesinato y suicidio posterior; todo estaba demasiado ordenado y bonito.