Golpes sin controclass="underline" las esposas no le dejaban empuñar el arma con comodidad. La hoja le rajó la boca de oreja a oreja. Un golpe de gracia fallido: el machete golpeó el asfalto.
– ¡EL HOMBRE DE LOS OJOS!
Bullock, encima de Dudley.
Mordiscos.
Zarpazos.
Buscándole los ojos.
Miro: una órbita vacía, chorreando sangre. Un grito:
– ¡NOOO!
Mi voz. Mi revólver, en la mano. Apuntando a los dos hombres hechos un ovillo.
Disparé dos veces. Dos fallos: las balas rebotaron en el pavimento.
Dos tiros más, apuntando a Bullock. La cara del loco reventó.
Una rociada de fragmentos de hueso en mis ojos.
Más disparos, a ciegas. Zumbidos de balas rebotadas, una imagen borrosa.
Dudley sobre Bullock, abriéndole las manos a la fuerza.
Dudley tambaleándose, gritando exultante; volvía a tener el ojo en su sitio.
Cogí el dinero y eché a correr. A mi espalda retumbó el eco: «¡EL HOMBRE DE LOS OJOS! ¡EL HOMBRE DE LOS OJOS!»
Una semana. Reconstrucción:
Corrí la distancia que me separaba de mi bloque de pisos. En el sótano., viejos escondrijos de apuestas ilegales. Guardé allí el dinero. Llamadas desde el teléfono del conserje:
Glenda, larga distancia: abandona, coge el dinero, escóndete. Pete en El Segundo: suelta a Chick; Glenda tiene veinte de los grandes para ti.
Pandemonium en Sears: coches patrulla acudiendo al tiroteo. Bullock, muerto; Dudley, trasladado al hospital. Mi explicación: hablen con el jefe Exley.
Me detuvieron, atendiendo la orden de busca y captura de Exley. Me dejaron hacer una llamada. Telefoneé a Noonan.
Se produjo una batalla por la custodia. LAPD contra los federales: Noonan, victorioso.
Protección a testigo material; sin acusaciones contra mí, todavía.
Una suite en el Statler Hilton. Vigilantes amistosos: Jim Henstell y Will Shipstad.
Un televisor en la habitación. En las noticias:
Mickey Cohen, buen ciudadano, colaborador de los federales.
Bob Cámara de Gas Gallaudet, nueve días desaparecido: ¿Dónde está el fiscal del Distrito?
Visitas frecuentes de Welles Noonan.
Mi táctica: mutismo absoluto.
La suya: amenazas, lógica de abogado.
Exley le visitó el día que cogimos a Bullock. Le propuso un trato:
Un esfuerzo conjunto LAPD/federales: limitación de la investigación a Narcóticos y Dave Klein aporta cuatro testigos. Colaboración asegurada; Exley citó textualmente: «Enterremos el hacha de guerra y trabajemos juntos. Uno de los testigos será un hombre de alto rango del LAPD, más que un declarante hostil. Ese hombre tiene conocimientos muy íntimos sobre la familia Kafesjian y yo diría que podría abrírsele proceso federal por media docena de acusaciones, por lo menos. Creo que su presencia compensará más que de sobras la pérdida de Dan Wilhite, quien, desgraciadamente, se suicidó la semana pasada. Señor Noonan, ese oficial está muy sucio. Lo único que quiero es que sea presentado como un individuo aislado, como un caso totalmente autónomo del LAPD, igual que ha accedido a presentar a la sección de Narcóticos.»
Lo siguiente: una conferencia de prensa conjunta, LAPD/federales.
Mis «testigos»:
Wylie Bullock, muerto.
Chick V, escondido, probablemente.
Madge, lamentándose en algún rincón.
Dudley Smith, en estado crítico.
Relaciones públicas «críticas». Exley manipuló a la prensa: no salió ni una palabra del asunto Bullock. Ninguna acusación pública contra mí; Bullock, incinerado.
Sin «testigos». Y Noonan, furioso.
Amenazas:
«Procesaré a su hermana por evasión de impuestos.»
«Entregaré a la Fiscalía las cintas con las grabaciones: Glenda Bledsoe reconoció haber matado a Dwight Gilette.»
«Tengo grabada su voz diciéndole a un tal Jack, "mátale". Si se niega a hablar conmigo, haré que los agentes federales investiguen entre sus conocidos hasta dar con ese hombre.»
Mi táctica: mutismo absoluto.
Mi as en la manga: era el único testigo. Y lo sabía TODO.
Los días pasaron lentamente. No más noticias de la «ola de crímenes» en Los Angeles. Noonan y Exley pusieron el sedante: Tommy y J.C., bajo vigilancia federal. Intocables.