– Te acompañaré -le propuse.
– Yo también -dijo Vanó-. Quiero ver de nuevo la "Jarkovchanka".
– Ya no se encuentra aquí -aclaró Yuri-segundo, mientras abría la puerta que conducía al cancel-. No me acompañen, por favor. ¿Para qué? Lo que me ocurrirá lo vieron ustedes ya en la película de Yuri -y se sonrió con tristeza-. Soy aún un ser humano y no quisiera ver la curiosidad que mostrarían ante mi desaparición.
Salió; desde la puerta me dijo adiós con el brazo y afirmó:
– Yuri, no te irrites por mi mistificación, o por mis bromas.
– Como te guste más. Te prometo que haré lo que te propuse en la apuesta. Nuestro acuerdo sigue en pie.
Capítulo 32 – ¡Por los siglos de los siglos!
Después de su salida, nadie tuvo la osadía de hablar. El aliento de la muerte que rondaba sobre el camino helado parecía haber llegado hasta nosotros. Pese a la copia y a la sintetización, ¡él era un ser humano!
– ¡Qué lástima! -suspiró finalmente Anatoli-. Seguramente que ellas vuelan ya…
– No hables, por favor -le pidió Irina, no es necesario.
Pero ya no queríamos seguir guardando silencio.
– Si esto ocurriese de nuevo, uno se enloquecería otra vez -afirmó Vanó, arrugando el rostro, quizás al recordar las aventuras de la Antártida, y agregó turbado-: Yuri, no te reconocí en el primer momento. El otro me pareció más inteligente.
– A todos nos pareció así -afirmó Anatoli con un tono irónico o de admiración en su voz-. ¡Posee la memoria de una biblioteca! ¡Esa es la memoria con que yo desearía vivir!
"Él de seguro que tenía muchas ganas de vivir".
Este fue mi pensamiento, y él respondió:
– ¿Qué crees que soy un leño? ¡Claro que quería vivir, desde el primer momento! ¡Y ahora también!
Su voz sonaba en un lugar de mi conciencia. Yo no componía, no inventaba, ni imaginaba nada, sólo lo oía.
– ¿Dónde estás ahora? -le pregunté mentalmente.
– En el camino de hielo. Todo a mi alrededor está blanco; pero no hay nieve. ¿Cuál es la diferencia? ¿Verdad que es igual?
– ¿Tienes miedo?
– Un poco. Después de todo no soy de plástico. Yuri, te pido sólo que no me tengas pena ni pienses en esa forma tan ampulosa: ¡el aliento helado de la muerte! ¿Por qué te lo pido? Porque ésa es una frase muy común y porque no es cierta.
– Pero, desaparecerás de todas las formas.
– Eso no es la muerte, sino la transición a otro estado.
– A un estado en que ya no existes.
– ¿Por qué no? Uno simplemente no siente ningún tipo de sensación, como en el sueño.
– El sueño pasa, pero, ¿y tu caso?
– También pasará.
– ¿Crees que regresarás?
– Sí, algún día.
– ¿Y si no te vas ahora?
– No puedo quedarme.
– Rebélate.
– Lo que experimento es más fuerte que yo, viejo amigo.
– ¿Qué clase de hombre eres tú, pues? Tú no tienes libre albedrío. No tienes, ¿verdad?
– Por el momento, no.
– ¿Qué quieres decir con las palabras "por el momento"?
– Yuri, ¿qué estás susurrando? ¿Un poema? -preguntó Irina.
Posiblemente que yo movía mis labios al conversar con mi doble.
– El está rezando -afirmó Anatoli-. Está implorando a Dios que reviva al doble. Cuando el sacristán que vivía en nuestra casa se emborrachaba, hablaba del mismo modo.
– ¡Implorando a Dios! -repitió con burla Irina-. Que sea el almirante el que reza. Yuri es poeta. Yuri, ¿de quién son esos versos?, ¿son tuyos…?
Tuve que mentir.
– De Blok. "¡Te reconozco, vida, te recibo y saludo con el sonido de mi escudo!".
– ¿La vida de quién?
– ¿Y acaso no es igual? Cualquier vida, hasta la sintetizada.
– Esa es una formulación inexacta -se entrometió él inmediatamente-. Los ortodoxos podrían meterse contigo y decir que afirmas que un perro vivo es mejor que un león muerto y que tú sostienes este lema colaboracionista y llamas a la colaboración con una civilización hostil.
– Eso lo diría Thompson. Ya estoy cansado de él.
– Ellos también. Ya le comprendieron.
– ¿Lo supones?
– No lo supongo, lo sé.
– ¿Qué querías decirme?
– Que te veré de nuevo.
– ¿Por qué me lo dices a solas?
– Porque fue programado así. Tu deber es pensar y pensar, simplemente. No creo que por el momento sea necesario precisar los detalles.
– ¿Quieres que te sea sincero?
– Sí, como no, ¿que sucede?
– No me gusta todo esto, de ningún modo me gusta.
– Viejo, eso es una descortesía de tu parte.
– Escucha, ¡ya estoy harto de todos estos milagros y trucos! ¡Estoy hasta el gollete!
– ¿Qué está susurrando otra vez? -quiso saber Irina.
– Se siente agobiado -afirmó Anatoli-. Si yo hubiera estado en el lugar de Yuri, habría gritado de terror.
Zernov, sin que nadie lo notara, guardaba silencio. No, ya lo han notado.
– ¿Por qué calla usted, Boris Arkádievich? ¿Está cansado de nuestra cháchara? -le preguntó Anatoli.
– No, no, simplemente estaba pensando -respondió Zernov con diplomacia-. Pero, en verdad, ¡qué experimento más interesante! Es asombroso por su idea: recibir por medio de Anojin toda la información que ellos necesitan; crear una especie de memoria duplicada. Por lo visto, ellos aún no son capaces de percibir la información lingüística y semántica directamente, por medios acústicos y ópticos. Hasta ellos no llega ni la palabra hablada ni la escrita. La única información que ellos pueden percibir es la elaborada por la mente humana: las ideas y las imágenes mentales.
– Pero, ¿por qué escogieron a Yuri y no a cualquier científico? -preguntó Anatoli con naturalidad-. ¿Será posible que haya sido simplemente por ser él el primer sintetizado? ¿Qué importancia puede tener el número uno?