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Capitulo XI

Pedro sacudió la cabeza, extendió sus alas, abrió sus ojos, y se halló al pie de la roca y en el centro de toda la Bandada allí reunida. De la multitud surgió un gran clamor de graznidos y chillidos cuando empezó a moverse.

– ¡Vive! ¡El que había muerto, vive!

– ¡Le tocó con un extremo del ala! ¡Lo resucitó! ¡El Hijo de la Gran Gaviota!

– ¡No! ¡El lo niega! ¡Es un diablo! ¡DIABLO! ¡Ha venido a aniquilar a la Bandada!

Había cuatro mil gaviotas en la multitud, asustadas por lo que había sucedido, y el grito de ¡DIABLO! cruzó entre ellas como viento en una tempestad oceánica. Brillantes los ojos, aguzados los picos, avanzaron para destruir.

– Pedro, ¿te parecer mejor si nos marchásemos? -preguntó Juan.

– Bueno, yo no pondría inconvenientes si…

Al instante se hallaron a un kilómetro de distancia, y los relampagueantes picos de la turba se cerraron en el vacío.

– ¿Por qué será -se preguntó Juan perplejo- que no hay nada más difícil en el mundo que convencer a un pájaro de que es libre, y de que lo puede probar por sí mismo si sólo se pasara un rato practicando? ¿Por qué será tan dificil?

Pedro aún parpadeaba por el cambio de escenario.

– ¿Qué hiciste ahora? ¿Cómo llegamos hasta aquí?

– Dijiste que querías alejarte de la turba, ¿no?

– ¡Si! pero, ¿cómo has…?

– Como todo, Pedro. Práctica.

A la mañana siguiente, la Bandada había olvidado su demencia, pero no Pedro.

– Juan, ¿te acuerdas de lo que dijiste hace mucho tiempo acerca de amar lo suficiente a la Bandada como para volver a ella y ayudarla a aprender?

– Claro.

– No comprendo cómo te las arreglas para amar a una turba de pájaros que acaba de intentar matarte.

– Vamos, Pedro, ¡no es eso lo que tú amas! Por cierto que no se debe amar el odio y el mal. Tienes que practicar y llegar a ver a la verdadera gaviota, ver el bien que hay en cada una, y ayudarlas a que lo vean en sí mismas. Eso es lo que quiero decir por amar. Es divertido, cuando le aprendes el truco.

– Recuerdo, por ejemplo, a cierto orgulloso pájaro, un tal Pedro Pablo Gaviota. Exilado reciente, listo para luchar hasta la muerte contra la Bandada, empezaba ya a construirse su propio y amargo infierno en los Lejanos Acantilados. Sin embargo, aquí lo tenemos ahora, construyendo su propio cielo, y guiando a toda la Bandada en la misma dirección.

Pedro se volvió hacia su instructor, y por un momento surgió miedo en sus ojos.

– ¿Yo guiando? ¿Qué quieres decir: yo guiando? Tú eres el instructor aqui. ¡Tú no puedes marcharte!

– ¿Ah, no? ¿No piensas que hay acaso otras Bandadas, otros Pedros, que necesitan más a un instructor que ésta, que ya va camino de la luz?

– ¿Yo? Juan, soy una simple gaviota, y tú eres…

– …el único Hijo de la Gran Gaviota, ¿supongo? -Juan suspiró y miró hacia el mar-. Ya no me necesitas. Lo que necesitas es seguir encontrándote a tí mismo, un poco más cada día; a ese verdadero e ilimitado Pedro Gaviota. El es tu instructor. Tienes que comprenderle, y ponerlo en práctica.

Un momento mas tarde el cuerpo de Juan trepidó en el aire, resplandeciente, y empezó a hacerse transparente.

– No dejes que se corran rumores tontos sobre mí, o que me hagan un dios. ¿De acuerdo, Pedro? Soy gaviota. Y quizá me encante volar…

– ¡JUAN!

– Pobre Pedro. No creas lo que tus ojos te dicen. Sólo muestran limitaciones. Mira con tu entendimiento, descubre lo que ya sabes, y hallarás la manera de volar.

El resplandor se apagó. Y Juan Gaviota se desvaneció en el aire.

Capitulo XII

Después de un tiempo, Pedro Gaviota se obligó a remontar el espacio y se enfrentó con un nuevo grupo de estudiantes, ansiosos de empezar su primera lección.

– Para comenzar -dijo pesadamente-, tenéis que comprender que una gaviota es una idea ilimitada de la libertad, una imagen de la Gran Gaviota, y todo vuestro cuerpo, de extremo a extremo del ala, no es más que vuestro propio pensamiento.

Los jóvenes lo miraron con extrañeza. ¡Vaya, hombre!, pensaron, eso no suena a una norma para hacer un rizo…

Pedro suspiró y empezó otra vez:

– Hum… ah… muy bien -dijo, y les miró críticamente-. Empecemos con el vuelo horizontal. -Y al decirlo, comprendió de pronto que, en verdad, su amigo no había sido más divino que el mismo Pedro.

¿No hay límites, Juan? pensó. Bueno, ¡llegará entonces el día en que me apareceré en tu playa, y te enseñaré un par de cosas acerca del vuelo!

Y aunque intentó parecer adecuadamente severo ante sus alumnos, Pedro Gaviota les vio de pronto tal y como eran realmente, sólo por un momento, y más que gustarle, amó aquello que vio. ¿No hay límites, Juan?, pensó, y sonrió. Su carrera hacia el aprendizaje había empezado…

Richard Bach

Nació en Oak Park, Illinois, Estados Unidos en 1929. Hijo de Roland Robert y Ruth Helen Shaw. Siendo apenas un niño sus padres se mudan a Long Beach, California, donde el pequeño asiste regularmente al Long Beach State College. En 1955 se gradúa en la Universidad del estado como mecánico de fabricación de aviones y de estaciones generadoras de energía. En 1957 se convierte en piloto de la Fuerza Aérea Norteamericana donde se mantiene en servicio activo hasta 1962. Por estos días inicia también su carrera de escritor realizando artículos para revistas especializadas en aviación. En 1963 se convierte en editor de la revista Fliying. Durante su carrera como piloto desempeña todos los oficios del ramo: instructor de vuelo, piloto de Charter, mecánico de aviación en Iowa. En 1970 tiene el cargo de presidente de la aerolinea Trans-creature. Allí trabajó, además, como piloto acrobático en la Creature Enterprises. Inc. Acerca de sus dos oficios escritor y aviador ha dicho. ¨Volar es mi religión, es la única forma que tengo de aproximarme a la verdad¨. Y de su actividad creadora escribe en uno de sus libros: Cuando compré mi primera máquina de escribir, prometí que nunca escribiría sobre cosas en las cuales no estuviera verdaderamente interesado. Hoy me siento tranquilo de no haberme separado de aquella promesa. En 1974 actúa como piloto de espectáculos aéreos y en 1975 se vincula a la Universidad de Embry Riddle como instructo de filosofía del vuelo. Entre los títulos que ostenta se pueden citar: piloto de vuelos comerciales, instructor de vuelo, y su hoja de vida supera ampliamente el registro de las 3000 horas. Los aviones y la escritura han sido sus dos grandes pasiones. Según él, todos los pilotos de aeroplanos conocen el mismo lenguaje, al punto de descifrar el silencio, pues todos se enfrentan al mismo viento y a las mismas tormentas. Actualmente vive en Iowa con su esposa y sus cinco hijos: vuela aviones de su propiedad y participa en torneos aéreos. Ha ganado multitud de premios literarios en Estados Unidos y en Europa. Su nombre se conoce en todo el mundo, desde Ciudad del Cabo (Africa) hasta la Patagonia, desde Pekin hasta Alaska. Bach es un clásico de los best-sellers mundiales.

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