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– Vámonos, pero con paso ligero, no queremos evidencias tuyas aquí.

– Mi pañuelo -dijo ella-, lo dejé caer. Y mi nombre es Briony Jenkins.

Conocía ese nombre. Y conocía a los Flying-Five y esto era más de una coincidencia que pudiera tragar. Miró alrededor rápidamente. El pañuelo flotaba a poca distancia de ellos. Lo había llevado con ellos debajo del agua, pero lo había soltado cuando él la había llamado. El hecho de que lo recordara en condiciones traumáticas aumentaba su respeto por ella. Mantén los ojos cerrados. Él la dejó y se giró para recuperar el pañuelo.

Briony salió corriendo. Todo lo que tenía que hacer era entrar en la zona más espesa y podría desaparecer. Los soldados definitivamente buscaban a su captor y ella no iba a conducirlos hasta sus hermanos. Escuchó como su corazón golpeaba desesperadamente y el sonido de su aliento precipitándose a través de sus pulmones. Los ojos permanecieron sobre su objetivo; ella no se atrevía a darse la vuelta para ver si él estaba detrás de ella. Cada paso contaba.

Él la golpeó por detrás, un duro golpe que la tiró al suelo, boca abajo, atrapándola con los brazos antes de que tuviera la posibilidad de salir de debajo. El aire salió de ella y la rodilla se condujo con fuerza sobre el pequeño trasero de ella, el puño con fuerza sobre su pelo y la otra apretando la punta del cuchillo contra la yugular.

– No hagas un jodido movimiento -silbó él-. ¿Estás tratando de morir?

– Hazlo entonces -le escupió ella, la boca llena de suciedad y hojas-. No te conduciré a mi familia, así que termínalo.

– ¿Piensas que esto es una especie de juego?

– No me preocupa si lo es -no se molestó en intentar controlar el violento temblor. ¿Qué diablos le importaba que él supiera que tenía miedo? Permitirle matarla. No iba a conseguir lo que quería. ¿Y por qué su presencia la molestaba tanto?

– Levántate -la levantó arrastrándola del pelo, el cuchillo sin abandonar el cuello.

Ella no podía luchar, comprendió abatida. Tenía cuatro hermanos fuertes y a pesar de su diminuto tamaño, era más fuerte y rápida que cualquiera de los cuatro. Estaba entrenada para el combate cuerpo a cuerpo y varias formas de artes marciales, pero él no le dio ninguna abertura. Ni una.

– Me haces daño.

– Entonces deja de luchar.

Ella no se había dado cuenta de que lo había hecho. Forzó a su cuerpo a recuperar el control.

– ¿Qué quieres?

– Yo estuve en los SEAL con Jebediah Jenkins. Lo último que oí, era que se entrenaba para actuar con su familia en el circo. Él tenía una hermana, Briony y tres hermanos.

– Déjame irme -no sentía nada. Esto no tenía sentido. Había matado a los tres soldados, estaba segura de ello. La violencia en particular la dañaba; de hecho, la mayor parte del tiempo, tenía hemorragias nasales, migrañas, vómitos y una vez, cuando encontró a sus padres muertos, hasta había convulsionado. Ya no tenía su antiguo dolor de cabeza, ni aun estando tan asustada y él tirándole del pelo.

– ¿Vas a echar a correr?

– Particularmente no quiero ser echada de golpe al suelo otra vez, gracias -contestó Briony.

De acuerdo. No era verdad que no sintiera nada. Todo su cuerpo estaba en una especie de extraña fusión que nunca le había pasado antes. Primero lo notó en el agua, sentada tan cerca de él, mirándolo a los ojos. Cuando sus labios tocaron los suyos. Sacudió con fuerza sus pensamientos distanciándose de lo fuerte que era su cuerpo, como de fuerte era él. Tenía que estar enferma para tener una reacción cuando él brutalmente le dio un tirón hacia atrás a su cabeza.

– Y suéltame el pelo, me haces daño.

Jack al instante relajó la sujeción sobre los mechones mojados y luego frunció el ceño, impresionado por lo que había hecho. ¿Qué infiernos estaba mal con él? Ella era un enemigo potencial. En su mente no había dudas de que alguien lo había señalado y esto tenía que ser una conspiración entre varias personas para colocarlo en un nido de avispas y eso significaba que ellos habían usado sus sentimientos por su hermano en su contra. Ken había sido atraído, capturado y torturado con un objetivo y ese era atraer a Jack a África. Alguien conocía los desencadenantes de Jack y los usaba sin piedad en su contra. Briony Jenkins era definitivamente un Caminante Fantasma, no importaba lo que ella dijera. ¿Y qué gran coincidencia era que un amigo compañeros de los SEAL estuviera en Kinshasa al mismo tiempo?

– Maldita sea, no creo en las coincidencias.

Briony giró la cabeza para mirarlo, asustada de que él pensara exactamente lo mismo que ella. ¿Alguien había maniobrado para que su hermano estuviera en Kinshasa para algún otro objetivo que actuar en el festival de música?

– Yo tampoco -estudió su devastado cuerpo, horror y compasión progresivos a pesar de su resolución de no ser influida por él.

Jack había sido torturado. Profundos cortes y quemaduras estropeaban su pecho, hombros y vientre. Sus ojos eran planos, fríos y duros como una piedra, nadie podía haber sufrido tales abusos y no padecer terribles dolores. Y ella no lo sentía. Siempre sentía a los humanos y hasta el sufrimiento de los animales si estaba lo bastante cerca. Era casi un alivio estar cerca de él. Parecía proporcionarle los filtros necesarios que ella no tenía para que pudiera funcionar con gente a su alrededor.

– Mi Dios. ¿Cómo puedes estar caminando? ¿Los rebeldes te han hecho esto? -su voz salió como un ronco susurro. Antes de poder pararse, dio un paso hacia delante y tendido la mano para tocarle el músculo justo por encima de donde la piel estaba a tiras-. Necesitas un médico. Está infectado.

Un pequeño temblor le atravesó el cuerpo cuando lo tocó. Tan ligero. El mero flujo de la yema de los dedos, pero él lo sintió por todo su cuerpo.

– Tenemos que seguir moviéndonos. Molesté mucho a su general -le miró la cara para ver una reacción, pero ella miraba fijamente con horror sus heridas.

– No puedo sentir tu dolor -su oscura mirada se elevó para encontrarse con la suya-. ¿Por qué? Lo sabes, ¿verdad? Sabes por qué soy diferente, por que no puedo funcionar como todos los demás. Nadie más sabía que podía quedarme bajo el agua así, ni siquiera mis hermanos. ¿Por qué? ¿Qué soy? ¿Qué eres tú?

Capítulo 3

La mirada penetrante de Jack se movía agitadamente por el bosque.

– Tenemos que seguir moviéndonos. Los rebeldes están buscándome y no van a parar.

– Respóndeme -insistió Briony. Se estaba tambaleando sobre sus pies y ni siquiera se había dado cuenta. El hombre iba a derrumbarse, y no había ningún modo de que lo abandonara para morir.

– Los Caminantes Fantasmas estamos mejorados tanto física como psíquicamente.

Su corazón comenzó a palpitar.

– ¿Cómo lo consiguieron?

Jack dio un paso y sus piernas cedieron. Briony lo cogió antes de que se golpeara en la tierra. Trató de apartarla.

– Vete. Sigue moviéndote. Da un rodeo a través del bosque hasta que estés en las afueras de la ciudad. Ellos estarán vigilando, entonces usa los árboles si debes, pero sal de aquí.

– Oh, ¡cállate!

El regocijo apareció en sus ojos.

– Creo que nadie me mandó a callar alguna vez antes -deslizó el brazo alrededor de sus hombros, un dedo colocando las hebras de cabello mojado detrás de la oreja.

– Tengo un montón de hermanos, así que no lo olvides. ¿Por qué los hombres son tan idiotas, de todas maneras? -como podría abandonarlo ahora. Sus hermanos le habrían dicho exactamente lo mismo. Se retiró el cabello de los ojos y miró a su alrededor. Jack era un hombre pesado. Había perdido demasiada sangre y su piel estaba caliente, indicando la fiebre-. Bien, tipo duro, vas a apoyarte en mí y vamos a emprender el viaje de regreso hacia la ciudad. Y no gastes energía discutiendo. Solamente hazlo.

Su mente estaba barajando las posibilidades. ¿Podría haber sido mejorada física y psíquicamente? Tenía más sentido que naciera tan diferente. Podía correr más rápido, saltar más alto, estar bajo el agua más tiempo, hacer cosas que nadie más que ella había descubierto que podía hacer. ¿Cómo? ¿Cuándo? Todas las visitas a su doctor especial, el único que detestaba, al que sus padres le insistieron que fuera, estaban comenzando a tener sentido.