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Estoy bien. Esos disparos van a ser escuchados por alguien. Tienen amigos.

Maldición sal de aquí. Vuelve a tu habitación. Date una ducha y cámbiate esa ropa. Deja el arma en el bosque. Si alguien hace alguna búsqueda, estuviste dormida todo el tiempo. Jack apoyó su cabeza en el rifle durante un momento y luego miró por la mirilla. La lente se emborronó. Estaba débil y se acababa el tiempo. En unos pocos minutos no podría protegerla, y eso le hacía sentirse al borde de la desesperación.

Briony permaneció en el árbol un largo rato, demasiado irritada para moverse. Tenía una increíble visión nocturna, y ahora, mirando fijamente en el área donde el francotirador había estado, descubrió las hojas anchas de una planta de filodendro balanceándose ligeramente. El vigilante se estaba dirigiendo hacia Jack.

¿Lo ves?

No hubo ninguna respuesta, ni siquiera conciencia. La respiración de Briony dejó sus pulmones con prisa. Jack estaba inconsciente, o cerca, y el enemigo se estaba deslizando hacia él. Antes de que tuviera tiempo de pensar, saltó hacia abajo a una rama de árbol que rozaba el suelo. El suelo del bosque estaba cubierto de densa vegetación y amortiguó sus pisadas mientras furtivamente se dirigió de vuelta por la maleza hacia Jack. No tenía ninguna buena idea de lo que iba a hacer, pero no podía dejarlo morir.

No analizó demasiado fielmente la necesidad de mantener a Jack vivo. No había tiempo para la introspección, sólo sabía que no podía dejarlo. Avanzó a través del lío de enredaderas y arbustos, cayendo horizontalmente para gatear lentamente a lo largo de un angosto sendero para animales. Avanzó a través de un montón particularmente grueso de helechos en tierra húmeda. Un ruido a su izquierda la hizo tirarse al suelo. Permaneció inmóvil un momento, su corazón latiendo con fuerza.

Briony inhaló. Tenía un sentido asombroso del olfato y podía decir exactamente dónde estaba Jack, y cómo de cerca estaba el vigilante. Jack estaba tendido sobre su estómago, el rifle acunado en sus brazos, pero su cabeza estaba caída. Le impulsó a moverse.

¡Jack! Despierta. Está casi encima de ti. Tienes que defenderte.

Jack oyó la orden urgente, el miedo y la preocupación en la voz de Briony. Lo que le impulsó para encontrar la fuerza para concentrarse, a oler al vigilante. El hombre ya estaba encima de él. Se dio la vuelta para encontrarse cara a cara con él, sabiendo en esa fracción de segundo, durante ese latido de corazón, que era demasiado tarde, que era un hombre muerto. Fuera de aquí. Fue la única advertencia que pudo dar a Briony. No tenía fuerza de levantar el rifle, sin hablar de tiempo.

El vigilante caminó fuera de la maleza y levantó su arma. Cuatro disparos resonaron en rápida sucesión. Jack esperó a que las balas golpearan su cuerpo, pero el vigilante se sacudió y medio giró para enfrentarle. Sus rodillas se doblaron y cayó duramente, de frente al suelo. Jack elevó la cabeza. Briony permanecía de pie a unos metros de distancia con la pistola en la mano, lágrimas corriendo por su cara. Estaba temblando, el brazo todavía extendido, mirando fijamente al hombre muerto.

Jack se impulsó para un último estallido de fuerza, luchó a sus pies, y se tambaleó hacia ella, las manos sobre las suyas.

– Dame la pistola, Briony.

No la soltó, no lo miró. Temblaba tanto que tuvo miedo de que por casualidad apretase el gatillo de nuevo. Sujetó sus dedos con los suyos y, con la otra mano, cogió su cara, y la forzó a que girase la cabeza del cuerpo mientras buscó un tono apacible.

– Sólo suéltala, nena. Te tengo ahora. Mírame. Solo a mí.

Su mirada fija encontró la suya, los ojos nadando con lágrimas.

– Lo maté -se alejó de él, teniendo arcadas, una y otra vez.

Jack dio un paso más cerca y vio que sus ojos se quedaban en blanco. ¡Briony! Deliberadamente llenó su mente con calmada fortaleza. Sabía lo qué la violencia podía hacerle a un médium, y no estaba dispuesto a permitir que cayera. Le agarró la cara en sus manos.

– Mírame. Quédate conmigo.

Briony escuchó su voz como si llegara de una gran distancia. No quería volver, había demasiado dolor allí, pero la voz se negó a dejarla retirarse. Con un esfuerzo tremendo, miró fijamente a sus hondos ojos grises.

– Estás bien. Todo va a estar bien -le aseguró-. Soy un ancla. Sólo déjame hacer mi trabajo -había estado demasiado cerca de que se desmayara y no le había proporcionado barreras, pero se concentró en alejar la energía de ella.

Nunca había esperado estar tan afectado por la visión de las lágrimas de una mujer, o por el hecho de que matar a un hombre la había puesto físicamente enferma. Peor, podía ver astillas en su barbilla y a lo largo del brazo. No tenía un equipo médico ni siquiera para ayudarla.

– Tenemos que salir de aquí. Los rebeldes van a aglomerarse por todo este lugar -endureció la voz, esperando sacarla fuera de sí misma-. Vamos. Ahora, Briony.

Se limpió la boca con el dorso de la mano, asintiendo con la cabeza.

– Lo siento, es sólo que… -se calmó y miró hacia atrás hacia el cuerpo del suelo.

Balanceándose de manera inestable, Jack extendió la mano y se la cogió.

– Deja de mirarlo. Nos habría matado a ambos. Ahora muévete -su pulgar se deslizó sobre su barbilla, enjugando el hilo de sangre.

Briony parpadeó hacia arriba y luego endureció la boca. El brazo resbaló alrededor de su cintura.

– Estoy bien ahora -empezó a caminar con él hacia la ciudad, tomando un poco de su peso otra vez. Se había llevado el dolor punzante pero no podía llevarse el horror que oprimía su corazón.

– Deberías haberte ido cuando te lo dije. Podrías haber muerto.

– Sólo camina.

– No voy a hacerlo, lo sabes. Me estoy quemando, perdí demasiada sangre, a decir verdad no puedo ver muy bien. Los rebeldes que me buscaban tuvieron que haber escuchado los disparos…

Briony suspiró.

– Ahorra fuerzas. Sólo continúa caminando. Te llevaré a la ciudad, y mi hermano puede encontrar una manera de sacarte de Kinshasa.

Jack continuó poniendo un pie delante del otro, decidido a no desmayarse. Estaría condenado si una mujer fuera a llevar su culo, y maldición si ella no lo haría si no pudiese caminar. Había algo sobre ella que simplemente consiguió meterse bajo su piel. Hace mucho que había escogido su camino, y este no incluía a una mujer propia o una familia. Briony Jenkins era una mujer hecha para pertenecer a un hombre, corazón y alma. Era esa clase de mujer con la que un hombre se casaba y sabía con certeza que aguantaría hasta el final en lo bueno y en lo malo, directamente al lado de su pareja. Peor, era esa clase de mujer por la que un hombre podría matar, y él era más que bueno en eso indudablemente. Resultaba una mala combinación.

Briony echó un vistazo al hombre cuyo peso estaba cada vez más y más sobre ella. Juraba diciendo palabrotas una y otra vez en voz baja. La voluntad absoluta lo mantuvo en pie.

– ¿Necesitas descansar?

No respondió, pero dejó de caminar. Volvieron al arroyo, y Briony lo detuvo, sentándole sobre un tronco caído. Era una pista de como de lejos había llegado que no protestó cuando le ayudó a sentarse. El entrenamiento de su extraña infancia era de repente de un gran valor. En algún lugar de su interior intuía a algunos hombres. Esperó tanto tiempo como pudo, dando una oportunidad de descansar a Jack antes de arrastrarlo otra vez y dirigiéndose hacia Kinshasa. Tuvo que esquivar grupos de soldados cazando en el bosque. Cada cierto tiempo, su olor les advertía antes de que se dirigieran cerca de ellos.