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Una vez dentro de la misma ciudad, esperó que pareciera como si hubiesen estado bebiendo. Era difícil ocultar el rifle del francotirador y él no lo dejaría abandonado atrás, así que lo escondió entre ellos, esperando que sus cuerpos lo ocultasen de cualquiera pudiese descubrirlos. Escogió calles desiertas y callejones cuando recorrió el trayecto con él hacia su habitación.

– Unos pasos más, Jack -dijo de un modo alentador. El hombre debía tener una voluntad de hierro para continuar andando. Nunca se tambaleó, caminando estoicamente a pesar de la violenta fiebre. Su cuerpo estaba caliente y seco, desesperado por algo de beber.

Se mantuvo en las sombras, bordeando los grupos de personas con las que se encontraban. Evitó todo contacto con los soldados de las esquinas, cuidando no llamar su atención. En cuanto estuvieron en el callejón debajo de la ventana de su habitación, inclinó a Jack contra la pared.

– Voy a subir para abrir la ventana. ¿Crees que puedes dar un salto?

Jack se deslizó por la pared para sentarse en el suelo. Asintió con la cabeza, pero no la miró. Briony no estaba tan segura. Se agachó y saltó, agarrándose del alféizar con los dedos. Se afianzó en la estrecha cornisa y empujó para abrir la ventana.

– Jack -estaba asustada de gritarle, demasiado consciente de todos los soldados y la posibilidad de que los rebeldes los hubieran seguido hasta la ciudad-. ¿Puedes hacerlo?

No respondió. Briony puso una mano sobre el alféizar y saltó hacia el suelo aterrizando ligeramente en sus pies a su lado. Puso la mano sobre su hombro.

– Cogeré el rifle -extendió la mano.

Jack reaccionó, retrocediendo, su movimiento garboso y suave, experto, alejándose de ella, poniéndose en pie, acercando el rifle. Agitó la cabeza.

– Lo siento. Lo conservaré. Pertenece a mi hermano -cayó hacia atrás contra la pared-. ¿Dónde diablos estamos?

– Mi habitación está justo ahí arriba, Jack. ¿Puedes saltar? No quiero llevarte por el vestíbulo donde alguien podría verte. Esto es más seguro para los dos -más seguro para sus hermanos también. Todavía tenía un miedo persistente de que Jack pudiese estar en Kinshasa por razones relacionadas con su hermano mayor.

Jack se limpió el sudor de la cara.

– Creo que sí -pero no se movió. Cerró los ojos, permitiendo que el rifle colgara en cabestrillo alrededor de su cuello, las manos cayendo a los lados como si sus brazos fueran demasiado pesados.

Briony escuchó un ruido leve y se dio la vuelta para ver a un soldado entrando en el callejón. Apretó los dientes. Esta tenía que ser una noche de mierda. Nunca iban a entrar en la seguridad de su habitación a esta velocidad, y ¿cómo podría impedir al soldado ver el cuerpo torturado de Jack o el arma colgada alrededor de su cuello?

Desesperada, Briony empujó a Jack contra la pared, los brazos deslizándose alrededor del cuello de él. Inclinó el cuerpo en el suyo y levantó la boca. La oscuridad los rodeaba, los envolvía, así que se convirtieron en una vaga silueta la cual el soldado apenas podía distinguir. Escuchó sus pasos acercándose. Si viese el rifle escondido ahora entre ellos, o la condición en la que Jack estaba, se encontrarían en un terrible problema.

– Jack -susurró el nombre íntimamente, necesitando excitarlo, hacerlo más consciente del peligro en el que se encontraban. Su nombre llegó suavemente a su mente. Un dolor. Los labios ligeros como plumas sobre los de él, dando diminutos besos a lo largo de su labio inferior.

El corazón de Jack pareció ralentizarse. Sintió el creciente miedo de ella, pero aguantó hasta el final, estuvo de pie con él, delante de él, protegiéndole, tal como hizo en el bosque. En algún sitio profundo de su interior se extendía, esa chispa pequeña de humanidad que había reprimido despertó más amplia, se expandió, y el ansia en la que él mismo rara vez se permitió pensar ahora tenía un nombre. Briony.

La respiró en su mente, la inhaló en sus pulmones. Un brazo la rodeó, la atrajo más cerca incluso, su mano se deslizó por su espina dorsal, aunque nunca abrió los ojos. La otra mano se fue entre ellos al cuchillo de su cintura. No había nada sexual en la manera en que él la tocó, sólo quiso consolarla, pero de algún modo la forma y la textura de su cuerpo todavía lograban encontrar el camino por las yemas de los dedos e imprimirse en la memoria de su cerebro.

Su mano se instaló en las hebras mojadas de su cabello y empujó la cara de ella contra su hombro, haciendo una mueca de dolor cuando entró en contacto con sus heridas. No mires. Sólo quédate quieta. Despacio retiró el cuchillo del cinturón.

Espera. Los dedos de ella rodearon su cuello. Por favor, sólo otro momento. Podría alejarse. Deseó que el soldado se alejara. Un guardián solitario entrometido en medio de la noche, ignorando que la muerte estaba a solo un soplo de distancia. No había duda, en su opinión, de que Jack tan enfermo como estaba, mataría al hombre. Débil, su cuerpo devastado por la fiebre, actuaba en base al instinto, por su extenso entrenamiento. Era una máquina de matar, y cualquiera que se cruzase en su camino moriría. Tenía que ser un modo terrible de vivir.

Cerró los ojos fuertemente, rogando porque el soldado cambiara de dirección. Por favor, por favor, por favor no dejes que Jack tenga que matarlo. Por primera vez en su vida, trató de implantar una sugerencia en el cerebro de otro deliberadamente. "Empujó" al soldado a regresar a la calle.

Olvidó que Jack podía leer sus pensamientos hasta que sus dedos se agarraron su pelo. Lo miró. Lo siento. No quiero que tengas que sentirte de ese modo, tomando una vida.

Él abrió los ojos para encontrar su mirada fija. Tenía los ojos más grandes y más suaves y compasivos con los que alguna vez se había tropezado. Su expresión se endureció. Nunca sintió nada. Ése era el problema. No hasta ahora. Este momento. Mirando hacia abajo a su cara demasiado inocente.

Era un hombre descortés y difícil, capaz de una gran crueldad e implacable venganza, rápida. Podía disparar a un hombre a una milla o a más. Podía emerger de un río y reducir a cualquiera sin que hubieran sabido que estaba cerca en ningún momento. Era un fantasma en el bosque o el desierto. Algunos lo llamaban la muerte y la mayoría lo evitaba. Aquí estaba ella, mirándole con compasión e incluso preocupación sobre su cara transparente. Quería aplastar su boca pecaminosamente dulce bajo la suya, y con todo, todo el rato, una parte de su cerebro sabía exactamente dónde estaba el soldado, planeando cada movimiento, la forma de alejarlo de Briony y el suave disparo que terminaría con su vida.

Bruscamente el soldado se dio la vuelta y retrocedió por el angosto callejón, dejándolos a solas en las sombras. Por un momento cayó contra él, el alivio haciendo a sus piernas gomosas.

– Eso estuvo muy cerca. Gracias Dios.

No le dijo que Dios lo había abandonado hacía mucho tiempo; en vez de eso enterró la cara en la suavidad de su cuello e inhaló su olor, deseando poder retenerla. Encajaba entre sus brazos y en su mente, pero nunca cabría en su vida. Se agarraría demasiado apretado, la mantendría muy cerca, tan cerca que ella no sería capaz de respirar. No tendría la posibilidad de comprender a un hombre como él, sus pecados tan negros con los que no había redención, sus propias reglas y su código más allá de la civilización.

– ¿Jack?

Su voz lo sacó del semi-estupor, o tal vez fuese un sueño; francamente no podía decir nada más. La alejo de él y miró a la ventana.

– Puedo hacerlo, yo te cubriré.

Briony no protestó. Sería afortunado si pudiese saltar, sin hablar de intentar protegerla, pero la indicación de que su condición rápidamente iba deteriorándose no lo llevaría al cuarto más rápido. Ella simplemente cabeceó y envió una plegaria silenciosa de que lo hiciese al primer intento. No estaba totalmente segura de que fuera lo bastante fuerte para saltar esa distancia con él sobre su hombro. Briony retrocedió para darle espacio, todo el rato vigilando la entrada al callejón.