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Colocó una sábana ligera sobre su cuerpo y le trajo más agua con pastillas antibióticas, presionándole lo suficiente para mantenerle despierto para que las tomase también. Briony resbaló el brazo alrededor de su cabeza para mantenerle por el cuello mientras bebía.

Vaciló antes de tomar las píldoras, con su suspicaz mirada en la cansada de ella.

– Nada para dejarme inconsciente. Me curo rápido y puedo soportar el dolor.

– No, desde luego que no, aunque ahora que lo dices, no sería una mala idea -cepilló el pelo rapado con sus dedos, quitando hojas y ramitas de él-. Solo antibióticos. Tenemos que golpear a la infección con fuerza. Necesitas a un médico.

– Hiciste un trabajo bastante bueno -terció bruscamente, tragando las pastillas con la mitad la botella del agua-. Gracias.

– De nada. Duérmete -los brazos de Briony dolían, y aunque todavía no estaba experimentando la sobrecarga psíquica de demasiadas emociones bombardeándola, tenía un dolor de cabeza criminal por usar la telepatía, y estaba temblando por los acontecimientos de la noche. El pensamiento de que había matado a un hombre, la visión y sonido de ello, la habían puesto enferma.

Tomó una larga ducha, aclarando su pelo y su cuerpo una y otra vez como si esto pudiera eliminar los recuerdos de la tarde. Nada parecía ayudar y el dolor de cabeza persistió. Se cepilló los dientes y otra vez se restregó las manos antes de entrar para comprobar a Jack. Su piel estaba caliente al tacto, parecía estar durmiendo. Apagando la luz, se hundió en el suelo bajo la ventana y encogió las rodillas, abrazándose fuertemente.

Sus hermanos iban a enloquecer cuando averiguaran lo que había hecho. Jebediah solamente podría matarla y terminar con su sufrimiento. No esperaba con impaciencia la mañana y el inevitable sermón sobre su seguridad y la seguridad de la familia. La noche entera había sido demasiado aplastante. El hombre que estaba sólo a unos pies de ella había sido despiadadamente torturado, y ahora, aún en el sueño, su cuerpo se estremecía como si todavía sintiera cada abuso.

La vida no tenía sentido para ella la mayor parte del tiempo. Y nunca se sintió a salvo, o como si tuviese un sitio al que pertenecer. Todos a su alrededor lo intentaron; no eran su familia o amigos, era ella. Se meció ligeramente, tratando de conseguir alguna comodidad cuando las imágenes de sangre y muerte se elevaron hasta inundar su mente. Jack se revolvió, y el dolor tensó de un extremo a otro su cara. Alzó la vista, alerta para ver si necesitaba algo, pero aparentemente soñaba. Cuando él se rindió en un sueño más profundo, colocó su cabeza sobre las rodillas, sintiendo la quemadura de las lágrimas que no podía evitar.

La sangre y la muerte lo rodearon. Jack se ahogaba en ellas, desvalido para salvar a la mujer que flotaba río abajo. Le tendió la mano, pero perdió su agarre y supo que la había perdido siempre. No le llamó, pero gritó suavemente, lágrimas cayendo por su rostro. Oyó el sonido, sordo, desgarrador del corazón, y sus ojos se abrieron de golpe, rastreando con el arma la habitación.

Briony acurrucada en el suelo, las rodillas levantadas hasta su pecho, la cabeza inclinada. Su cabello de plata-oro cayendo sobre la cara, y la visión hizo a su corazón comenzar a palpitar en el pecho. Juró silenciosamente con los dientes apretados, el cuerpo demasiado cansado y demasiado golpeado para moverse, cogerla. Despacio bajó el arma, dejándola sobre la cama.

– Briony.

Su cabeza se levantó, una mano limpiando los ojos, un movimiento rápido que trató de ocultar.

– ¿Te duele? Probablemente. Seguramente tengamos algo para el dolor en el kit -había un pequeño temblor en su voz, pero se repuso, ocultando su angustia.

– Ven aquí.

Ella se calló, los ojos demasiado grandes e inundados en lágrimas, las largas pestañas puntiagudas y mojadas. A Jack le costaba verla así. Debería haber estado en algún sitio donde estuviera a salvo y protegida, no en Kinshasa donde cualquier cosa podría ocurrirle.

– Dije que vinieses aquí.

El duro tono de la orden detuvo su llanto.

– Te he oído -parecía tan decidido, como si pudiera levantarse y venir a ella a pesar de sus heridas. Briony se puso en cuclillas y se colocó a su lado, poniendo la palma sobre su frente para comprobar la fiebre-. ¿Quieres más agua?

Él asintió, la mirada fija nunca abandonó su cara, los ojos todavía con una mirada ausente por la fiebre. Sacó otra botella y le quitó la tapa antes de dársela.

– Te lavaste el pelo -Jack dejó el líquido deslizarse por su garganta, saboreando el gusto-. Independientemente de lo que uses huele bien -la agarró por la muñeca cuando se dio la vuelta. Tirando, señaló la cama-. No te sientes en el suelo. No estoy en forma para hacer algo y es más cómodo -sobretodo quería consolarla. No era algo que alguna vez había pensado que haría, pero lo intentaría solo para que no llorase más. Cuando no respondió tampoco de esta forma, la arrojó al colchón.

– Podría golpearte.

– Lo dudo -permitió a sus dedos deslizarse sobre la cara mojada por las lágrimas-. No hagas esto.

– ¿El qué? ¿Llorar? Cada vez que cierro los ojos veo a ese hombre muerto. O veo a alguien cortarte en trocitos -presionó las yemas de los dedos en su sien-. Tengo miedo de dormirme.

– Tienes dolor de cabeza. ¿Tomaste algo para ello?

– Mi dolor de cabeza es bastante insignificante al lado de lo que los rebeldes te hicieron. No puedo creer que estuvieras corriendo por el bosque. Deberías estar muerto.

– No iba a morir y darles la satisfacción -tomó otro sorbo de agua, sus dedos enredándose en el pelo de ella. Era más suave de lo que había imaginado en principio-. Lo habrían hecho mejor solo poniendo una bala en mi cabeza.

– ¿Por qué no lo hicieron?

Jack puso la botella de agua sobre la pequeña mesilla de noche del lado de la cama y usó ambas manos para masajear las sienes de ella. Su cuerpo se sentía pequeño y suave al lado del suyo, y en realidad tenía una reacción hacia ella, desconcertante cuando estaba tratando de consolarla. Era demasiado inocente para un hombre como él como para tener sexo con ella. Profanaría lo malditamente sagrado en ella, era demasiado brusco, demasiado exigente, demasiado todo. Su cuerpo se endureció aún más y cerró la puerta sobre aquella línea de pensamientos. No había ninguna forma de que fuese a permitir que esto ocurriese. ¿Cómo podría su cuerpo reaccionar cuando le habían dado una paliza del demonio? Nada sobre esta situación tenía sentido y esto le hizo recelar. Siempre era desconfiado, pero sus reacciones por Briony estaban completamente fuera del control.

– El general quiere que la gente le tenga miedo. Cuanto más cruel es, más le temen todos y consigue lo que quiere. La tortura, el genocidio y la violación son buenas formas de intimidar a la gente.

Briony estuvo en silencio durante mucho tiempo. Suspiró.

– Mis hermanos no me escucharán. Piensan que estoy paranoica, pero el festival de música nos ofreció una enorme suma de dinero para actuar aquí. No tenía sentido entonces y mucho menos ahora que he estado aquí. El festival no tiene esa clase de dinero y nosotros no íbamos a ser los mejores de la actuación. Serviste con mi hermano y ambos estamos mejorados psíquica y físicamente. Nunca antes he encontrado a nadie como yo. De hecho, ésta es la primera vez en mi vida que alguna vez he sido capaz de estar cerca de otro ser humano sin sentir sus emociones y ponerme enferma. ¿No piensas que todo esto es demasiada coincidencia?

– Si tú estás paranoica, Briony, yo también.

– Tyrel me dijo que hay un rumor de que los soldados rebeldes están moviéndose en la ciudad. Si no están aquí por el festival de música, mi conclusión es que te buscan.

– Tendría que decir que cuando encuentren los cuerpos a las afueras de la ciudad, definitivamente vendrán a buscar.

– Jebediah va a estar realmente, realmente enfadado conmigo.