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– No te preocupes por tu hermano. Me conoce -Jebediah lo conocía bien, y seguro como el infierno de que no querría a Jack Norton tumbado en la misma cama que su hermana. Jack se puso a mirar fijamente hacia el techo rajado, una mano en el pelo de ella, otra sobre el arma, escuchándola en silencio, respirando y preguntándose por qué se sentía como si ella le perteneciera.

Capítulo 4

El golpe en la puerta sacó a Jack y a Briony de su sueño. El arma estaba lista en el puño de Jack y le hizo señas hacia la seguridad del baño.

– ¡Abre la puerta, Bri! -gritó Jebediah-. Estoy aquí con café y todavía estas durmiendo. Tenemos que continuar.

– Es mi hermano -dijo Briony innecesariamente, pero quería que Jack guardase el arma. Deliberadamente se movió delante de él, bloqueando su visión de la puerta, presionado la mano contra su frente para comprobar la fiebre. Alzó la voz-. Solo un minuto, Jebediah. Ten un poco de paciencia.

Jack la aparto del camino con el brazo.

– Permanece al lado de la puerta cuando le dejes entrar. Alguien podría estar detrás de él con una pistola en su cabeza.

– Me habría advertido -objeto Briony-. No dispares a mi hermano.

– Permanece al lado de la puerta -cuando dejó de mirarle con el ceño fruncido, apretó los dientes-. Maldita sea, haz lo que te digo.

Briony resopló solo para mostrarle que estaba molesta, aunque no pareció desconcertarlo. Se dijo a si misma que le obedecería para impedir que Jack se enojase mientras quitaba la llave y abría la puerta, no porque fuera completamente atemorizante a veces.

– Ten -Jebediah le tendió una taza de café mientras se inclinaba para darle un beso en la mejilla. Cuando lo hizo, su mirada saltó detrás de ella donde Jack yacía de costado debajo de la sábana, la pistola lista en la mano, apuntando directamente al corazón de Jebediah-. ¿Qué demonios estas haciendo aquí, Norton? -Jebediah saltó para colocar su cuerpo entre el arma y Briony.

– Estoy tan contenta de que recuerdes a Jack, Jeb -dijo Briony, tratando de mostrarse alegre-. Necesita salir del país y pensé que podrías ayudarle.

– Cierra la puerta -Jack lentamente bajó la pistola y puso la cabeza en la almohada, cubriéndose los ojos con un brazo.

Briony giró la cerradura y se apoyó contra la puerta, soplando el café para impedirse mirar a su hermano.

– ¿Cómo te encontraste con Jack Norton, Briony? -exigió Jebediah.

– Fui al bosque al borde de la ciudad -admitió.

– Maldita sea, Briony -Jebediah avanzó hacia ella de modo amenazador, amedrentando su figura más baja-. ¿En que estabas pensando para correr un riesgo como ese? Saliendo al bosque cuando te dije que te quedaras aquí.

– Jebediah -la voz de Jack era cortante, su tono muy bajo, casi un ronroneo-. Le hablas así de nuevo a mí alrededor y te arranco el corazón. ¿He sido claro en esto?

El corazón de Briony no dejó pasar la amenaza. Viniendo de alguien más, habría sido melodramático, pero Jack sonó como si quisiera decirlo. Su tono fue suave, no había levantado la voz; de hecho ni siquiera se había sentado, un brazo todavía cubría sus ojos, pero algo en la postura ultrarelajada parecía engañoso, como si dentro de él, estuviese enrollado como una serpiente, listo para golpear en cualquier momento. Nunca en su vida se había encontrado a nadie tan despreocupado acerca de la violencia.

Jebediah se volvió.

– Es mi hermana y mi responsabilidad, Jack. Podía haber sido asesinada -incluso sonaba conciliador.

– Ya le eché un rapapolvo. Una vez es suficiente para cualquiera -el tono con que Jack lo dijo bajó.

Briony se sentó en el borde de la cama y miró a su hermano.

– Lo siento. Necesitaba respirar. No puedo estar aquí rodeada de toda esa gente…

El brazo de Jack se movió rápidamente, los dedos se cerraron alrededor de su muñeca.

– No te disculpes. No eres un ancla. No puedes estar alrededor de tanta gente y no sentir su miseria. Tu hermano ya debería saber eso sobre ti.

– ¿De que demonios estás hablando, Jack? -demandó Jebediah-. Mi hermana no es asunto tuyo.

Jack se sentó lentamente, la sábana cayo para revelar la multitud de heridas, quemaduras y cortes en su pecho y hombros.

– Dios, Jack -Jebediah tragó con fuerza, su mirada saltó a Briony-. ¿Quién te cogió? Necesitas un médico.

– Briony cuido de mí.

La expresión de Jebediah se endureció.

– ¿Briony? ¿Qué está pasando entre vosotros dos?

– Sexo salvaje, Jebediah -dijo bruscamente Briony, el sarcasmo goteaba de su voz-. No tengo 16, sabes, y me estás avergonzando totalmente -le pasó el café a Jack-. ¿Parece en forma para funcionar?

Jack la miro por encima del borde de la taza, sus ojos encontraron los de ella, una cruda intensidad repentina los cambio de un gris profundo a plata líquida.

– Te habría complacido si me lo hubieras pedido.

La sombra de una sonrisa curvó su boca, pero su estómago dio un curioso saltito. No parecía que estuviera bromeando. Su útero se apretó inesperadamente y tuvo que apartar la mirada.

– Eso no es divertido, Jack -dijo Jebediah bruscamente-. No pienses en mi hermana de esa forma.

– Me dirijo al cuarto de baño y no llevo demasiado encima -señaló Jack-. Así que si eres tímido, podrías no querer mirar.

Ella ya había mirado. Briony se giró hacia la ventana, no queriendo que ninguno de ellos viera los colores subiendo por su cuello hasta su cara.

– Lave tu ropa -dijo- y la colgué encima de la ducha, pero dudo que estén secos. Jebediah, ¿le conseguirías unos vaqueros y una camisa?

Su hermano espero hasta que Jack desapareció en el baño antes de agacharse delante de ella.

– ¿Estas loca? -siseó-. ¿Tienes idea de quien es este hombre? ¿O lo que es capaz de hacer?

Incluso con Jack fuera de la habitación, su estrecha proximidad impedía que la cólera, la sorpresa, y la alarma que su hermano estaba exudando la golpeara con tanta fuerza como normalmente lo hacía.

– Por lo que puedo ver, Jeb, ha sido torturado y necesita ayuda. ¿Puedes sacarlo de aquí?.

– Los soldados en la ciudad están agitados. Eso es por lo que te traje el café antes de que tuvieras que salir esta mañana. Encontraron unos cadáveres esta mañana temprano, según informan los rebeldes. El temor es que estén infiltrados en la ciudad, y por eso el ejército está en alerta. Estuvieron buscando en los bares anoche.

– Los rebeldes están buscando a Jack. Se escapó de su campamento.

– ¿Y le quieren lo suficiente para entrar en Kinshasa, con soldados en cada esquina? -Jebediah se rascó la cabeza-. Tienes razón, tendremos que sacarlo de aquí. Nos vigilaran estrechamente porque somos extranjeros. Conseguiré ropa para él y tú mantenlo fuera de la vista. ¿Esta lo suficientemente fuerte para viajar?

– Si, pero no tengo ni idea de cómo. Necesita a un doctor, creo. Si tienes antibióticos en tu neceser de viaje o cualquiera de los otros, tráemelos.

Jebediah asintió.

– ¿Estas segura de que estás bien, Briony? ¿No te hizo daño?

Sacudió la cabeza.

– Me protegió, Jebediah -quería compartir con su hermano las cosas que Jack le había revelado sobre los Caminantes Fantasmas, pero el hecho de que no sintiera dolor alrededor de Jack y lo hiciera con sus hermanos molestaría a Jebediah. Le haría daño con la revelación, y hacia mucho tiempo que estaba haciendo daño a su familia. Nunca iban a saber cuanto sufría realmente en su presencia.

Jebediah echo una mirada a la puerta del cuarto de baño.

– También debe tener contactos. ¿Ha dicho algo sobre lo que está haciendo aquí? ¿Si se supone que tiene que alcanzar un punto de extracción?

– No ha dicho mucho de cualquier cosa.

– Ese es Jack. Es bastante cerrado. Le conseguiré ropas, mantén la puerta cerrada.