Briony le siguió y cerró la puerta, dejando el café a un lado para Jack cuando saliese de la ducha. Iba a darle otra toma de antibióticos en el momento en que saliese, alimentarle y darle más líquidos. Tenía que ponerse fuerte rápido y eso quería decir que necesitaba superar la infección.
El agua se cerró, y unos pocos minutos después Jack emergió, la toalla se envolvía alrededor de sus estrechas caderas. Su pelo negro todavía estaba mojado y las crudas heridas de cuchillo dispersas por su cuerpo estaban rojas y con mal aspecto. Con puntos de sutura en todas partes, se parecía un poco a Frankestein. Tenía hombros anchos y brazos poderosos, y estaba bien construido, con un macizo y fuerte torso y los músculos definidos. La cara era toda masculina, dura y curtida con varias cicatrices. Otras cicatrices más antiguas, tanto de cuchillo como de bala, estropeaban su piel en varios sitios sobre su cuerpo.
– Te ves un poco mal para vestirte -Briony lo observó mientras le tendía otra botella de agua-. Bebe esto, toma otra píldora, y puedes tomar toda la taza de café. Ni siquiera te pediré un sorbo.
Ella se veía preciosa para Jack. Luz del sol y flores en un prado. Trato de no mirarla fijamente, tomando el agua y tragando la píldora que le dio sin preguntar. Dolía solo mirarla, y su olor simplemente le estaba volviéndolo loco. Le dio la espalda y caminó hacia la ventana para comprobar el callejón debajo de ellos. La oyó inhalar bruscamente y supo que estaba mirando el lío de su espalda. La parte frontal parecía peor, pero estaba vivo por lo que no se quejaba.
– No me importa compartir el café contigo -su voz fue brusca, o tal vez oxidada. Realmente no la había usado en un rato. Cuando hablar era necesario, Ken había hecho la mayor parte. Jack no había querido que su declaración saliese tan íntima, pero sonó de esa forma, una invitación. Solamente estar cerca de ella agitaba su cuerpo, y la sangre golpeaba sus venas.
– Jack, estás merodeando por la habitación como un tigre enjaulado. Siéntate y déjame comprobar tus heridas.
La miró, y su corazón dio un vuelco peculiar, su pulso se aceleró. Presionó una mano contra el pecho, sorprendido por la manera en que no podía controlar la respuesta hacia ella. Se sentó porque era más fácil que tratar de caminar cuando se estaba convirtiendo en doloroso. Se dio cuenta enseguida de que había sido un tremendo error. Ella se inclinó sobre él, su cuerpo tan cerca que podía sentirla a través de la piel. Su olor lo envolvió hasta que no pudo hacer nada más que respirarla. Fue profundamente consciente de cada detalle de su cuerpo, la curva de sus mejillas, la longitud sus pestañas, el latido regular de su corazón. Cada golpe de sus dedos, mientras aplicaba los antibióticos tópicos, se sentía como una caricia diseñada para aumentar su necesidad de ella.
Su erección creció más gruesa y dura, la sangre se agolpó, centrándose en la ingle. Sus pechos le rozaron el brazo cuando se inclinó a través de él para alcanzar una herida en el pecho que estaba particularmente inflamada. Si el cuerpo le había dolido antes, no podía recordarlo, con el dolor palpitante entre sus piernas. No podía pensar con el rugido en su cabeza y el gusto y el tacto de ella impreso en él.
Jack apretó los dientes y trató de usar el cerebro. Era un solitario, una persona que no necesitaba a nadie y se mantenía así. Cada mujer había sido alguien que podía tomar o dejar, y le gustaba de esa forma. Esta mujer no era de las que podía abandonar y sabía que no debía desearla. Tenía disciplina. Control. Escuchó un ruido escapársele, un gruñido de necesidad que no pudo evitar. El sonido fue tan primitivo como el modo en que estaba haciendo sentir su cuerpo. Peor, de alguna manera se había metido bajo su piel.
Sus dedos se cerraron en torno a su muñeca, y tiro de ella hasta que Briony giró la cabeza y le miro. Sus ojos se encontraron y una descarga eléctrica que recorrió su espalda de arriba abajo le hizo consciente de ello.
– ¿Te hice daño? -la voz acarició su piel, su aliento era caliente e invitador, las yemas echaron hacia atrás su pelo mojado-. Estoy tratando de ser gentil, pero tienes muchos cortes profundos.
– Siéntate al final de la cama -sonó rudo, incluso a sus propios oídos, pero no importó. Tenía que alejarse de él o iba a hacerla rodar bajo su cuerpo y hacer todas las cosas que tenía en mente que la darían un susto de muerte.
Briony le sonrió.
– ¿Ordenas a todos a tu alrededor?
La sonrisa iluminó su cara. Esto hizo algo especial a sus ojos, tornándolos de un marrón profundo a un chocolate derretido. Otro gruñido escapó, y trato de mirar lejos, pero pareció hipnotizarlo.
– Si -escupió entre los apretados dientes-. Solo haz lo que te diga cuando te lo diga y nos llevaremos bien, Briony.
Se rió. El sonido envió un estremecimiento de placer, se rizó a través de su cuerpo. De repente estuvo muy asustado por ambos, por su honor y por la inocencia de ella.
– ¿Alguna vez has oído hablar de la auto-conservación? Porque creo que no tienes mucho en ese departamento.
Briony se sentó en el borde de la cama.
– Tengo en abundancia, gracias. Es solo que realmente esperas que todos hagan lo que dices cuando lo ordenes. No puedes controlar a otra gente, si no lo permiten.
Su mirada fue a la deriva por su cara posesivamente.
– No eres una de esas personas. Estoy tratando de hacer lo correcto aquí y mantener las manos fuera de ti.
El corazón de Briony saltó. Su pulso palpitó. Su olor había empezado a volverla loca, como algún afrodisíaco que no podía resistir. Trato de que no lo supiera, pero necesitaba tocarlo, necesitaba estar mas cerca de él. Trato de decirse que era debido a que por primera vez en su vida podía estar en los límites cerrados de una habitación con otro ser humano y no sentía el dolor de sus pensamientos y emociones. Se humedeció los labios repentinamente secos y fue consciente al instante de su mirada caliente siguiendo el barrido de su lengua a través del labio inferior, convirtiendo el gesto en algo sensual.
– Al menos tienes el sentido común de estar nerviosa.
El sonido de un puño contra la puerta la hizo saltar. Jack extendió el brazo para protegerla con su propio cuerpo, el arma subió tan suavemente que supo que era un gesto automático.
– ¡Briony! -bramó Jebediah-. Abre.
Jack no sabía si estar aliviado o maldecir.
– Este hombre nunca se calla -dijo-. Recuerda permanecer a un lado de la puerta.
– No, no lo hace -estuvo de acuerdo Briony mientras abría la puerta, haciéndolo de la forma en que Jack insistía.
Jebediah le tendió unos vaqueros y una camisa a Jack y una jeringuilla a Briony.
– Seth también tiene antibióticos en su equipo médico -sacó la mano al pasillo y arrastró una bandeja dentro-. Traje comida también, imagine que no habías comido hace tiempo.
Jack asintió hacia él y cogió la bandeja.
– Estas hecho una mierda, Jack -observó Jebediah-. Los rebeldes no bromeaban contigo. Si te cortan un poco mas, estarías en pedazos.
– Despellejaron a Ken -había una nota dura en la voz de Jack, una con un objetivo mortal-. Le cortaron de los pies a la cabeza. Solo acababan de empezar conmigo. Fui afortunado.
Jebediah juró por lo bajo, miró a Briony y captó el parpadeo de las lágrimas.
– Eres muy blanda, Bri -habló bruscamente-. Siempre lo has sido. En el mundo real, la mierda pasa y tienes que ser resistente.
Jack levantó la cabeza, los ojos grises brillando con más que una amenaza, con una promesa de venganza.
– Déjala en paz. Está bien de la manera que es.
Jebediah se trago una réplica mientras se encogía de hombros.
– Puedo llamar a unas personas, Jack, a ver que podemos hacer para sacarte de aquí; por otra parte pensaré en un modo de sacarte de contrabando.
– Puedo llamar para una extracción, pero necesito llamar a gente en la que confió.
La mandíbula de Jebediah se apretó.