Выбрать главу

– ¿Piensas que alguien te tendió una trampa?

– Sé que me tendieron una trampa -los fríos ojos grises nunca abandonaron la cara de Jebediah, mirando con aquella intención mortal-. Es bueno que resultases estar aquí -el comentario fue bastante casual, pero nada de lo que Jack Norton decía era casual.

– Mira, Jack, ya no estoy con los militares. Trabajo en el negocio familiar y no tengo nada que ver con nadie. No tengo ningún lazo con la CIA o cualquier otra organización. Independientemente de lo que suceda aquí, no tengo nada que ver. Me deberías conocer mejor. No tengo ninguna razón para traicionar a mi país o a mis amigos -deliberadamente le recordó a Jack, su pasado juntos.

– El dinero es un motivo poderoso.

– No acuses a mi hermano de algo tan terrible. Estamos arriesgando nuestras vidas para ayudarte -habló bruscamente Briony. Golpeó su brazo con el antiséptico y ondeo la jeringuilla hacia él.

Jack cogió su muñeca.

– ¿Vas a apuñalarme con esa cosa? -por un momento la diversión ondeo en sus ojos, y entonces se desvaneció igual de rápido.

– Absolutamente. No seas tan niño. Apostaré a que te hiciste el duro mientras te cortaban en pedazos.

No tenían grandes ojos marrones ni parecían que iban a llorar por mí.

Había una intimidad en hablar telepáticamente que no podía negar, y su voz contenía tal caricia que envió un escalofrío a través de su cuerpo. Briony sacudió la cabeza y le puso la inyección. Seguramente tienes éxito con las mujeres.

El no contestó, simplemente dirigió un dedo hacia abajo por su brazo, un toque suave y ligero. El calor aumento en ella, el dolor en los pechos, la palpitación entre sus piernas aumentó con una necesidad urgente. Su respuesta fue tan intensa que no pudo moverse por un momento. Permaneció allí como un ciervo deslumbrado por los focos, mirándole fijamente, asustada de que el deseo desnudo fuese transparente en su cara.

Sus dedos se enredaron en los de ella, mientras quitaba la aguja de su mano, pero no la dejo marchar.

– Necesito una forma de contactar con mi gente, Jebediah. Mientras tanto, este lugar no es la mejor posición de defensa. No tengo mucho espacio para maniobrar si vienen por mí y sabrán que Briony me ayudó. No quiero ningún rastro que les conduzca a ti o a tu familia.

– Bri, llévale al campo de prácticas. Esta más o menos a un bloque de aquí, Jack. Vestido con mis ropas y caminando con Bri, estarás bien. Encontraré la forma de hacer el contacto.

– Gracias, Jeb, Aprecio todo lo que puedas hacer -reconoció Jack.

– Te llevaremos a casa a salvo -prometió Jebediah, levantando una mano mientras se marchaba.

– Come -instruyo Briony. El pulgar de Jack se deslizo adelante y atrás ausentemente sobre el dorso de su mano. No estaba segura de que si era consciente de ello, pero ella lo era. Cada caricia ligera enviaba un temblor por su cuerpo. Separó la mano y se alejo hacia atrás unos pasos para tratar de conseguir algún espacio para respirar. Cada aliento que ella hizo entrar en sus pulmones traía el olor masculino que se arremolinaba en sus venas.

– ¿Cómo puedes estar tan herido y no mostrar ningún signo de tu dolor?

Barrió su cara con la mirada, bajó hasta la boca, y fue a la deriva por su cuerpo. Tomo un bocado de la tostada y masticó pensativamente.

– Actúas delante de cientos de personas. Estás aquí, en Kinshasa donde la gente es asesinada, violada e incluso torturada. Sientes lo que ellos sienten. Y luego me dices, ¿cómo haces esto?

– Es diferente -Briony estaba sorprendida, que pudiera conocer, que pudiera ver su vida, sus sacrificios por la familia, tan claramente.

– ¿Qué es diferente?

– Escogí hacer esto por mi familia. Integrarme. Ser parte de algo.

– ¿Entonces te querrán?

Su cabeza se movió rápidamente alrededor, los ojos oscurecidos por el temperamento.

– ¿Por qué haces esto? Suenas tan completamente tranquilo y suave y tratas deliberadamente de provocarme.

– Solo estoy preguntando.

– ¿Crees que mi familia no me querría si no actuara con ellos?

– Creo que te amarían pasase lo que pasase, pero no creo que tú lo hicieras.

Briony se dio la vuelta lejos de él.

– No sabes nada sobre mi o mi vida.

– Estoy dentro de tu cabeza. ¿Crees que no puedo sentir tus emociones?

Se dio la vuelta de nuevo, miraba sorprendida su cara.

– ¿Puedes? No puedo sentir los tuyos. Dijiste que eras un ancla. ¿Qué significa eso exactamente?

– Aparto la emoción y la energía de ti, actuó como el filtro que no tienes. Y si, puedes sentir mis emociones si lo permito, y no, no puedo sentir los tuyos a menos que tu guardia esté baja. Algunas veces me dejas entrar y otras veces no. Como ahora. La puerta esta firmemente cerrada. No quieres que sepa nada de tu familia.

– No te conozco.

Acabó la comida en silencio y se bebió el resto de la botella de agua. Empujando la bandeja, se levantó. Casi cada parte de su cuerpo estaba cubierta de heridas pero aun así no hizo ninguna mueca de dolor.

Briony se estremeció por él.

– Tengo un analgésico. No es muy fuerte, pero tal vez te quite el malestar.

– No lo necesito. Trata de conseguir que se sequen mis pantalones. Los necesitaré cuando me marche -cruzó hacia el cuarto de baño, pero no cerró la puerta, permaneciendo fuera de la vista mientras tiraba la toalla a un lado-. Si fuera a dañar a tu familia, ya estarían muertos -abrió la puerta más ampliamente mientras se abrochaba los vaqueros. Su cara se había vuelto pálida-. ¿Era aquel tu primer cadáver?

Briony apretó el puño. Sonó tan casual que quiso tirarle algo. No había nada casual en hablar sobre la vida.

– No. Encontré a mis padres, asesinados -apenas podía decir la palabra.

Respiró profundamente. Estaba sintiendo sus emociones ahora. Dolor crudo. Una avalancha de pena mezclada con culpa y miedo.

– Eso nunca va a marcharse y te lo digo por experiencia. Encontré a mi madre muerta. Tenía nueve años. Todavía puedo ver cada detalle. Toda la sangre. La manera en que su cara estaba partida. Había tanta sangre -sacudió la cabeza-. Una maldita cosa que cargar por el resto de nuestras vidas, ¿verdad?.

Su voz no cambió en absoluto, todavía suave. Baja. Pero ella escuchó una vibración de peligro que atravesó su cabeza. No mostraba sus emociones en absoluto, pero sentía, y la intensidad era como la de un volcán esperando erupcionar.

– Creo que alguien los mato por mi causa -dijo porque parecía creerla cuando nadie más la tomaba en serio.

El se paró en el acto de meter la camiseta por la cabeza.

– ¿Por qué?

– No lo sé. Los oí discutir con alguien en el establo de los caballos. Escuché a mi padre decir muy claramente que no permitirían que Briony hiciera tal cosa, era muy peligroso. Escuche dos disparos. Corrí tan rápido como pude, y soy rápida, cuando llegué allí, estaban muertos y quien quiera que lo hubiese hecho ya se había ido. Cada uno tenía una bala en la cabeza, justo aquí -presionó el dedo entre sus ojos-. Nunca vi a quien lo hizo, y el asesinato tuvo que ser por alguien cercano, pero no pudieron encontrarle -le miró-. Ni siquiera pude olerlo.

– ¿Qué querían que hicieras?

– No tengo ni idea. Se lo dije a mis hermanos, y revisaron los mensajes y el papeleo en el trailer, pero no pudieron encontrar nada. La policía no encontró a su asesino -le miró-. ¿Cómo murió tu madre?.

Jack metió la camiseta por su cabeza. Nunca se lo había contado a nadie. Nunca abrió esa herida en particular. No había tenido intención de decirle nada. Maldita sea. No había puntos que cerrasen esta herida, e iba a decírselo, pero no tenía ni idea de por que.

– Fue golpeada hasta morir. Uso los puños y después un bate de béisbol.

– Jack -quiso abrazarlo. Sentía sus emociones ahora, la ira oscura, helada-. Lo siento. Que cosa tan terrible. ¿Quién haría eso?