– Su marido -miró alrededor de la habitación-. ¿Tienes un sombrero aquí? ¿Tal vez una mochila?
¿Por qué había pensado que no tenía emociones? La habitación temblaba, las paredes ondulaban.
– Jack -se estiró para tocarlo.
Jack apartó la mano, claramente una acción refleja. Era fuerte, y sintió el impacto directamente por su cuerpo. Sus ojos se encontraron. Se sostuvieron. Un músculo saltó en su mandíbula.
– Lo siento. ¿Te hice daño? -caminó cerca de ella, casi protectoramente-. No sé por que hice eso.
– Estoy bien -sacó una mochila del diminuto armario para evitar mirarlo. Tuvo que tragarse las lagrimas, no porque la hubiera herido, sino porque su dolor era tan crudo, su rabia tan profunda, que necesitaba llorar por él, porque él no lo haría.
– Maldita sea. Por lo general no hablo mucho de esto.
Le tendió la mochila y revolvió en los cajones por un sombrero.
– ¿En serio pones la ropa en el armario?
Le miró, sabiendo que necesitaba cambiar de tema. Nunca estaría cómodo con las revelaciones personales.
– Por supuesto. ¿Qué haces con tu ropa?
Miro alrededor de la pequeña habitación.
– En realidad no me quedo mucho en hoteles. Estoy por lo general al aire libre. Lo dejo en una bolsa de lona.
Briony empujo el sombrero en sus manos.
– Esto debería servir. Vamos -los confines cerrados de la habitación la oprimían. Jack parecía estar en todas partes. Nunca había sido tan consciente de un hombre.
Jack la detuvo antes de que pudiera abrir la puerta.
– Espera. Comprueba siempre. Siempre -la puso a un lado y permaneció al otro, el arma en la mano, sosteniéndola plana a través del cuerpo-. Ábrela despacio, solamente una rendija -se agachó, barriendo el vestíbulo antes de señalarla-. Tienes que pensar en la seguridad todo el tiempo, Briony. Eres un Caminante Fantasma, tanto si te gusta como si no, y tienes el entrenamiento.
– No voy a cazar gente en la selva -se opuso-. Actuó en un circo. Vuelo.
– Camina a mi izquierda. Permanece conmigo. Si nos metemos en problemas, ponte detrás de mí y escapa, usando mi cuerpo como escudo mientras te cubro. Permanece lejos de la mano con el arma y camina despacio.
Suspiro.
– ¿Tienes más reglas?
Otra vez un débil rastro de humor tocó su boca y se decoloro igual de rápido.
– No tienes ni idea.
– Solo puedo imaginarlo.
– Un soldado a las siete en punto. No le mires, mírame a mí. Ponte bajo mi hombro y pon una mano en mi cintura. Déjala ahí. Mantente caminando y hablando, sonriendo y riendo de la manera que lo harías con uno de tus hermanos.
– Habría pateado a mi hermano por darme órdenes -dijo Briony, dirigiéndole una sonrisa rápida-. No sabes en que siglo vives, ¿verdad?
– No importa. Se como mantenerme vivo, y cuando estés conmigo, voy a asegurarme que lo hagas también.
– Eso es tan consolador. Gracias, Jack -fue más despacio y cabeceó hacia un almacén-. Nos dejan usar este edificio porque es el más alto. Caliente como el infierno, pero definitivamente espacioso.
Jack mantuvo abierta la puerta y volvió a mirar para ver al soldado dando la vuelta a la esquina. Siguió a Briony dentro y paró, alzando la vista hacia el trapecio y el cable alto.
– ¿Actúas aquí? -estudió su cara- ¿Te gusta?
Parpadeo hacia él y pateó contra el aparejo como si lo estuviera probando.
– Mi familia ha estado en el circo por generaciones.
Jack continuó mirando su cara apartada.
– Esa es una información interesante, pero no lo que pregunté. No te gusta esto, ¿verdad?
Se encogió de hombros.
– Tengo un problema estando en el mismo sitio con tanta gente. Puede ser difícil, pero estoy acostumbrada a ello -le envió una pequeña sonrisa-. Es realmente asombroso estar contigo. No me siento enferma o con dolor en absoluto.
– ¿Por que sigues haciéndolo?
Se estiró para coger una cuerda colgante.
– Porque es mi vida. Es lo que hago -subió por la cuerda, su cuerpo fluido y grácil, impulsándose mano sobre mano, ni siquiera usando los pies.
Jack cogió la cuerda al lado de la que ella había empezando a subir, viajando rápido para alcanzarla. Ella incrementó la velocidad, forzándole a él a incrementarla. Escuchó su suave risa, un desafío, y la pasó, estirándose para coger su cuerda con una mano, parando su progreso.
Envolvió el pie en la cuerda y ella le sonrió.
– Tienes mucho ego.
Su boca estaba a unas pulgadas de las suya, y el olor femenino y seductor parecía llenar sus pulmones, hasta que la inspiró a través de todo el cuerpo. Adoraba la forma de su boca y la manera en que la sonrisa encendía sus ojos.
– No sabes cuanto -se inclinó sobre ella, arrastrando su cuerda aún mas cerca. Si fuera otra clase de hombre, tenía que haber dicho "No deberías estar a solas conmigo". No la liberó. Podía bajar lejos de él, pero no podía escalar mas alto.
Se miraron el uno al otro por lo que pareció una eternidad.
– Cierra los ojos.
Sus ojos se ensancharon. Parpadeo dos veces, casi como hipnotizada, pero entonces sus pestañas revolotearon y se apartó, sacudiendo la cabeza.
– No puedes besarme.
– Voy a besarte.
– No beso a nadie.
Sus cejas se alzaron.
– ¿Nunca?
– No puedo tocar a la gente. Quiero decir, lo hago con mi familia, pero hay repercusiones.
– Me besaste.
– Eso no fue un beso.
Jack permitió que la cuerda se escabullese de su mano, pero mantuvo el paso con ella mientras subía hasta la plataforma más alta. La vio balanceándose arriba y abajo, efectuando un lento salto mortal en el aire, y poner los pies en la plataforma.
– No tienes repercusiones cuando me tocas -hizo la misma maniobra controlada de modo que estuvo a su lado. La cogió por los hombros y la arrastró cerca de él, su agarre irrompible.
Sin ninguna otra palabra bajó la cabeza hacia la suya. No había ningún punto que discutir, tenía que besarla. No podía pensar en otra cosa mas que la forma de su boca, la suave textura de sus labios, y quería probarla. Casi desde la primera vez que había captado su olor femenino, había llenado su mente, hasta que solo podía pensar en poco más.
En el momento en que sus labios se tocaron, el tiempo pareció detenerse, quedarse inmóvil. Solo estaba Briony en su mundo. Ni su cuerpo cortado, sacudido por el dolor, ni su firme resolución de mantenerla a distancia emocional, todo lo que había venido antes se había ido, hasta que solo estuvo esta mujer. Sabía a especias picante y miel, una ráfaga adictiva que se aceleró a través de sus venas con la velocidad de una bola de fuego y se colocó profundamente dentro de él. Nunca la dejaría salir. Podría pasarse el resto de su vida besándola y nunca sería suficiente.
Le cogió la cara entre las manos, manteniéndola quieta mientras su boca se movía sobre la de ella y su lengua la probaba profundamente. Empezó con las mejores intenciones, un beso ligero y suave, la lengua trazó sus suaves labios y la provocó hasta que la abrió para él, pero en el momento en que se hundió en la magia de su boca, suave y caliente y tan invitadora, no pudo evitar el gruñido de hambre, la necesidad voraz que se liberó hasta que tomo el control completo del beso, usando cada pedazo de experiencia y maestría que poseía. No quería darle tiempo a que pensase, solo que sintiera, que le quisiera de la misma manera que él la quería.
Algo golpeó el marco metálico del edificio, y Briony lo empujó, girando la cabeza alrededor, su aliento salió en un jadeo desigual.
– ¿Soldados?
– Tal vez -contestó con tono grave.
– Están en la puerta -advirtió-. Rápido. Acuéstate en el centro exacto. Estas en las sombras aquí.
Jack obedeció, esperando que se tumbara a su lado. En cambio se apresuró por la cuerda, haciendo una pausa con una mano en ella.