Jack tomó en un fuerte apretón sus caderas, atrayéndola incluso más fuerte hacia él, necesitando escuchar sus gritos, sabiendo que era el hombre que le daba tanto placer. Sus manos empezaron una lenta exploración de su cuerpo, deliberadamente seductor mientras sus dientes y su lengua la enviaron en una espiral fuera de control. Lamidas calientes y mordiscos provocativos, la condujo más y más alto. Sus caderas se retorcían y corcovearon bajo su asalto, el calor abrasador desencadeno una serie de pequeñas explosiones. En vez de aliviar el dolor terrible, solo aumentó el maremoto más fuerte de calor pulsante.
Briony pulsaba con necesidad feroz, un despertar tan fuerte que pensó que no podría sobrevivir. Su mente era una neblina de necesidad, de modo que empezó a suplicarle, asustada de la intensidad casi salvaje de placer. Jack se arrodillo entre sus piernas y la atrajo hacia él, sus ojos brillando con posesión cruda, con ansia dura. Empujó con fuerza, enterrándose profundamente, adentrándose por sus pliegues apretados, tomándola hasta el borde. Ella explotó, fuertes corrientes de electricidad la deslumbraron mientras su cuerpo simplemente se fragmentaba y ola tras ola de placer pulsaban a través de ella.
Y entonces Jack empezó a moverse. Cada movimiento de sus caderas envió un escalofrío de dolor a través de su cuerpo, pero se mezcló con el calor creciente, el placer creciente. Ella le rodeaba con fricción caliente, sus resbaladizos pliegues apretados, sus músculos fuertes, agarrándolo mientras se sumergía más y más profundo, y todo mientras le miraba con los ojos chocolate oscurecido, aturdidos con calor y pasión.
La movió ligeramente para tener el ángulo que le presionaría caliente y duro sobre su brote más sensible, y escogió un ritmo más rápido y duro que la hizo gritar su nombre. Jack. No en voz alta. Susurrado en su mente. De dolor. El placer asombrado consumiendo su mente. Quiso golpear con una necesidad frenética, pero la inocencia en sus ojos, la emoción en su cara, lo forzaron a mantener alguna apariencia de control. Quería que recordase este momento para siempre, porque estaría grabado en su mente para siempre. Miró su cara, vio la intensidad aumentar, sintió su cuerpo agarrándole. Dio un suave grito, el sonido se mezclo con su grito áspero, y se vació en ella, vertiendo todo lo que era en ella, cuerpo y alma.
– Otra vez -gruñó.
Jack se sentó en el borde de la cama mirando su cara. Parecía tan joven, ni una línea en su cara. Sus ojos, cuando le miró, guardaban tanta inocencia. Le miraba como al hombre que podría haber sido, no como el hombre que era. Lo mató sin remordimiento. Los demonios se sentaban en sus hombros cada minuto del día y lo conducían con fuerza. La quería, pero si la tuviera, existía la posibilidad de que se convirtiese en el hombre que su padre había sido. Su padre había mirado a sus hijos con ojos fríos y vacíos, ojos llenos de odio por estar cerca de su madre. Era tiempo que le robaban a él y no lo permitiría, ni a ellos, ni a nadie. Nadie podía tocarla, hablarle, era su posesión.
Jack y Ken habían hecho un pacto juntos, un juramento sagrado, que nunca se arriesgarían a destruir a una mujer de la forma que su padre lo hizo con su madre. Su padre los había aborrecido, dos chicos que ocupaban el tiempo de su madre y su amor. Había palizas que se convirtieron en más y más viciosas cuando su obsesión creció.
Dios le ayudase, Jack se sentía de esa forma con Briony, esa necesidad terrible de guardarla para él, de sujetarla apretadamente. No podía engañarse con el pensamiento de que realmente no era un poco obsesionado. Era capaz de matar, lo había hecho antes de que estuviera en la adolescencia, y ahora, enfrentado al monstruo en que se había convertido, tenía que dejarla. Se merecía un hombre normal, uno capaz de amarla sin posesión, celos y miedo. Era el único regalo que podía darle. Sabía que cuando se marchase, nunca podría existir otra mujer, pero no podía tomarla y mirar como su inocencia y luz lentamente se decoloraban, para ser remplazadas por el miedo de la forma en que lo había sido su madre.
Briony se revolvió, murmuró su nombre en sueños y se estiró hacia él. Su corazón se comprimió apretadamente. Se inclinó cerca de ella.
– Una vez que me vaya, Briony, no vengas cerca de mí de nuevo -susurró-. Nunca, porque no seré capaz de dejarte dos veces.
Sus ojos se abrieron y le sonrieron.
– Estaba soñando contigo.
Su estómago se revolvió y se inclinó para besarla. No debería. Lo sabía mejor, pero era malditamente duro tener que irse.
– Tengo que salir de aquí. Mi viaje me está esperando.
Ella se sentó, empujando el cabello sedoso, un pequeño ceño en su cara.
– ¿Es seguro? ¿Estás seguro de que es seguro, Jack?
– Es suficientemente seguro -se levantó y se puso el rifle alrededor del cuello-. Gracias por todo.
Briony tragó con fuerza, resistiéndose a la necesidad de aferrarse a él. Por supuesto tenía que irse, pero no había dicho una palabra de verse de nuevo. Ni una. Cogió su mano.
– Jack -dijo su nombre suavemente-. ¿Cómo vamos a encontrarnos el uno al otro?
Él retiró la mano, frotándose la palma contra el muslo como si el gesto pudiera simplemente borrarla.
– No lo haremos. ¿No pensaste que esto fuera a alguna parte, verdad? No soy ese tipo de hombre que se instala con una mujer e hijos en una casa con una valla blanca. Sabías eso cuando entraste. Serías un fastidio para mí.
Briony nunca apartó los ojos de su cara. Sus rasgos eran marcados y duros, grabados en piedra, los ojos tan fríos como el hielo. Jack no traicionó ninguna emoción. Podía estar mirando a un extraño total. Su corazón se rompió en pequeños pedazos. Escuchó su propio gemido, un largo y prolongado grito de angustia, pero solo fue en su propia mente, y tenía suficiente orgullo para mantener sus escudos vigorosamente para que no pudiera oír el llanto en su cabeza. No podía saber cuanto había puesto en él, cuan estúpida había sido realmente.
– Ya veo -fue todo lo que pudo sacar. Debería haber mirado hacia delante, haber sabido que sería capaz de alejarse sin una mirada hacia atrás. Mantuvo los ojos en su cara, esperando un pequeño signo de que le había querido decir las mismas cosas que él a ella-. Entonces buena suerte, Jack.
Se giró lejos de ella, un movimiento abrupto, y salió por la puerta. Ni una vez miró atrás. Briony lo sabía porque lo miró a través de la ventana, todo el camino, hasta que estuvo fuera de la vista. Se sentó en la cama hasta el alba, inmóvil, sin una sola lágrima, sintiendo una sensación de entumecimiento y congelación como si le hubiera arrancado el corazón y se lo hubiera llevado con él. Se sentía estúpida por incluso pensar que tenían algo especial. Jack tomó su regalo de amor y confianza y se lo tiró a la cara.
Se quedo muy quieta, muy pequeña, deseando que pudiera desaparecer. Se quedó allí en el borde de la cama hasta que Jebediah golpeó la puerta para decirle que era tiempo de enfrentar un nuevo día y otra actuación.
Capítulo 6
Doce horas antes…
El equipo de las Fuerzas Especiales de los Caminantes Fantasmas se reunió en la casa de California de Lily Whitney-Millar, hija del doctor Peter Whitney. Se agruparon juntos en la sala de guerra, donde se encontraban regularmente, sabiendo que la habitación era imposible de pinchar.
– ¿Sabemos si todavía está vivo? -preguntó Kadan Montegue mientras extendía los mapas aéreos de la República del Congo en la mesa.
– Si hay una persona que tiene una oportunidad para escapar del campamento rebelde y salir vivo de la selva, es Jack Norton -respondió Nicolas Trevane.
– El general Ekabela es el más sediento de sangre de todos lo rebeldes en la región -añadió el Capitán Ryland Millar con un pequeño suspiro-. Las tropas del general son en su mayoría veteranos en combate. Muchos de sus hombres estuvieron en el ejército antes de que todo se fuera al infierno allí.