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Adoptó los colores de la noche, las rayas de las sombras, negro y verde y una multitud de sombras de gris. Se movió con el viento, haciendo juego con el flujo de energía mientras las hojas y las ramitas se arremolinaron alrededor de ella en medio de la tormenta. Las baldosas de mosaico estaban resbaladizas, por eso abandonó el camino y tomó la hierba y los arbustos, tratando de evitar las ramas espinosas cuando se balanceaban para coger su ropa. Sólo estaba a unos pasos del pequeño punto donde Jebediah había escondido el coche cuando el viento cambió sutilmente.

Captó un olor familiar y se detuvo, mirando alrededor, tratando de encontrar a su enemigo. Estaba cerca. Le podía oler, lo conocía por la mezcla de sudor y colonia que había llevado en la oficina de Sparks. No estaba enmascarándolo, y miró hacia arriba cuando Luther saltó desde el tejado. Era segadoramente rápido, dándole poco tiempo para reaccionar. Lo mejor que podía hacer era dar un paso a un lado y golpearlo tan fuerte como pudiera, esperando golpear sus piernas y que cayera.

Luther cogió su pelo en su puño mientras caía, llevándola hacia atrás con él de modo que aterrizó pesadamente sobre él.

– Se me agotó la paciencia contigo -gruñó él-, compórtate antes de que haga algo que los dos lamentaremos.

Golpeó con los codos en las costillas, seguido por la parte trasera de su cabeza en su cara. Sacó la cabeza fuera de su camino justo a tiempo, pero ella ya estaba rodando lejos de él, gateando para ponerse sobre sus pies.

– Mantente lejos de mí.

Él amagó a su izquierda y saltó a sus pies, aterrizando en una posición agachada, su puño golpeó demasiado deprisa para bloquearlo. Trató de esquivar el puñetazo, moviendo la cabeza a un lado, pero la golpeó lo suficientemente fuerte para mandar estrellas danzando momentáneamente enfrente de sus ojos. Briony se tambaleó hacia atrás, resbalando en las baldosas, y cayó.

Luther estaba sobre ella en segundos, sujetándola, la mano sobre la boca.

– Maldita sea, no me diste opción. Para de pelear conmigo. He sido cuidadoso para no herirte, pero mantén esto y va a pasar.

Briony se quedó quieta. Era increíblemente fuerte, y cuanto más luchaba, más fuerte la sujetaba. Trató de convertirse en una pelota, en un intento de proteger al bebé.

– No quiero hacerte daño -dijo Luther-. Y seguramente no quiero enfadarte matando a tus hermanos, pero no me estás dando otra opción. Tienes que venir al laboratorio conmigo -apartó el pelo de su cara y sondeó la hinchazón de su mandíbula con los dedos-. No deberías haberme empujado tan lejos.

Briony lo miró y se apartó bruscamente. Su mente bullendo con ideas para escapar. Tenía sólo segundos. Sería algo vulnerable cuando cambiase y desplazase los pies. Podía ser su única oportunidad. Giró la cabeza lejos de él, y los colores danzaron por un momento, sensores de color amarillo y rojo, sólo un breve borrón alertándola de la presencia de sus hermanos. Briony rápidamente miro a Luther, enganchando sus dedos en su camisa.

– Pararé de luchar contigo si me dices la verdad. ¿Van a hacer daño al bebé?

– ¡No, No! Sparks debería habértelo dicho. Quieren al bebé vivo. A ambos, tú y el bebé son valiosos para ellos. No quieren dañar a ninguno de vosotros. No pueden tentar a la suerte con ninguna de vuestras vidas. Hay otros que te quieren muerta porque están asustados del poder que manejamos.

Briony olió a su hermano justo cuando Luther se giró, un susurro de sonido le advirtió. Jebediah le golpeó duro sobre la cabeza, dejándolo inconsciente sobre el cuerpo de Briony. Seth y Ruben rápidamente envolvieron yardas de cinta adhesiva impermeable alrededor de sus piernas, muñecas y boca mientras Jebediah se agachaba para ayudar a levantarse a su hermana.

– ¿Estás bien, dulce? -cogió su mandíbula en la palma para inspeccionar el moretón-. Realmente la cogió, ¿verdad? -se giró y golpeó a Luther en las costillas, usando toda la rabia acumulada por la situación.

– No está consciente -le señaló Briony.

– No doy ni una mierda.

– ¿Has oído lo que ha dicho?

Jebediah asintió.

– Lo escuché. Mataron a Tony porque pensaban que era el padre del bebé. El resto es una gilipollez. ¿Puedes caminar?

Ella asintió.

– ¿Están esos otros? No podía haber estado sólo.

Tyrel le guiñó un ojo.

– Seth y Ruben se despertaron. Ambos dijeron que escucharon una voz advirtiéndoles. Consiguieron dejarse caer sobre ellos y atarlos a la cama.

Luther abrió los ojos y la miró. Cuanto más miraba a sus hermanos, más asustada estaba. Incluso atado, Luther tenía poderes y habilidades que sus hermanos no podían concebir.

– Vámonos de aquí -sugirió.

Jebediah la abrazó y miró a Luther.

– Estoy de acuerdo. Tenemos que irnos ahora.

¿Piensas que fue el padre del bebé? Escuchó la voz, alta y clara en su cabeza. Dándose la vuelta, miró a Luther. Jebediah había sido descuidado, y Luther no era ningún idiota, podía ver la comprensión apareciendo en su cara.

Briony arrastró a Jebediah al coche.

– Deprisa. No puede seguirnos por un tiempo.

Jebediah se deslizó tras el volante del coche.

– ¿Comprobaste que no hubiera un dispositivo de rastreo, Ruben, como te dije?

– No encontré nada -dijo Ruben-. Tal vez lo omití.

– Vamos a deshacernos del coche -decidió Jebediah-. No tenemos otra elección.

– Lo sabe -susurró Briony-. Luther sabe sobre Jack. Sabe que Jack es el padre.

Jebediah la miró, puso su mano sobre las de ella.

– Encontraré la manera de decírselo, de advertirle, Bri.

– Gracias, Jebediah. No tienes ni idea de adonde podríamos ir, ¿verdad?

– Esta noche vamos a poner tantas millas como sea posible entre Luther y nosotros, y luego vamos a escondernos un rato y salir de esto. Si no nos movemos, no dejaremos huellas para que nos sigan. Vamos a coger otro coche y deshacernos de éste lo antes posible.

Era más fácil decirlo que hacerlo. En la noche, con la tormenta todavía descargando, no era tan fácil encontrar otro coche. Jebediah quería algo rápido con buena maniobrabilidad en caso de que tuviera que escapar de alguien. Ruben robó un mercedes y cambió las placas con un segundo que encontraron a varias millas en la carretera.

Briony se cubrió la cara con las manos, horrorizada porque se hubieran reducido a ladrones de coches. Durmió a intervalos, y sus hermanos condujeron por turnos a través de la noche y la mañana. Se deshicieron del coche después de lavarlo por dentro y por fuera, dejándolo aparcado en una calle estrecha y desierta mientras caminaban hacia una pequeña tienda.

Ruben se apresuró calle abajo para comprar otro coche en un lote de coches usados que habían pasado. Mientras le esperaban, sus otros hermanos entraron en la tienda para abastecerse de alimentos y cosas necesarias. Briony optó por quedarse fuera, necesitando un pequeño respiro de la constante compañía en los pequeños confines del coche.

Había poca gente en la calle, y respiró profundamente para calmar su estómago revuelto.

– Vamos bebé, no me pongas enferma esta mañana -canturreó-. Mis hermanos están un poco histéricos con esto -mientras hablaba con el bebé, notó a un hombre sentado en su coche aparcado justo abajo de la calle de la tienda. Su corazón saltó, empezando a palpitar. Inmediatamente se levantó y empezó a caminar hacia la tienda. Habían sido seguidos.

El hombre salió del coche, se quitó las gafas oscuras y caminó hacia ella con largas zancadas seguras y en ángulo para interceptarla antes de que pudiera ponerse a salvo.

– Ma’am, mi nombre es Kadan Montague. Necesito hablar contigo y tus hermanos sobre algo que os concierne a ti y a Jack Norton.

Briony giró lejos de él, cautelosa de la calma en sus ojos, la expresión tranquila, pero más que todo, el conocimiento instintivo de que estaba realzado. Levantó su brazo y se empujó la manga de la camisa, revelando los mismos tatuajes que Jack llevaba. Los miró, conociendo el tinte extraño sólo visible usando la visión realzada.