En algún lugar en su tripa, la admiración creció, tal como cuando disparó a un hombre para defenderle. Briony podría ser dulce e inocente y demasiado buena para sus gustos, pero era una luchadora de tono y lomo.
– ¿O qué?
Detrás de él, Jebediah se sentó cautelosamente, mirando a su alrededor por el tirador.
– O te voy a golpear hasta que quedes como una pulpa sangrienta. Quítate de encima.
Las sombras cambiaban con los árboles, la luna se derramaba a través de su cara. Jack vio la hinchazón, la magulladura se extendía a través de su mandíbula, la barbilla, y la mejilla. Había notado la gasa envuelta en su brazo, pero ¿quién la había golpeado? La furia cruda corrió a través de su cuerpo, rabia helada y asesina.
– ¿Quién te golpeó? Maldita sea, no me mientas tampoco. Si tu hermano se atrevió a ponerte una mano encima…
– Mi hermano no me golpearía, idiota. Déjame levantarme ahora.
– Quítate de encima de mi hermana o voy a quitarte yo -amenazó Jebediah, despreocupado del tirador.
– ¿Quién la golpeó? Dímelo ahora, Jebediah, o Ken va a volar tu cerebro por todo el lugar.
– Un hombre llamado Luther me golpeó. Quítate antes de que te hiera -dijo bruscamente Briony.
– ¿En qué estabas pensando para traerla aquí? -exigió Jack, ignorando su amenaza.
– Estaba pensando en salvarte la vida, burro -Briony empujó la pared de su pecho, esta vez lo suficientemente fuerte para moverlo. Tocar su pecho le trajo a la memoria las cuchilladas frescas, o bajar besando las heridas dentadas, más y más abajo hasta… cerró su mente a los pensamientos caprichosos.
Jack había olvidado lo fuerte que era.
– ¿Quién es Luther y quién quiere matarme?
– Quién no quiere -dijo bruscamente Briony-. Me estás haciendo daño. Quítate.
Jack desplazó inmediatamente el peso, levantándola con él, reteniendo la posesión de su brazo cuando trató de llegar hasta su hermano.
– ¿Quién está tratando de matarme? Jebediah, quédate justo donde estas. No querrás que mi hermano de gatillo fácil te dispare.
Jebediah se congeló en el acto. El sudor goteó por sus axilas.
– Tuvimos un visitante reciente, Jack -le explicó-. Un hombre que se llamaba Kadan Montague. Nos contó lo de los experimentos del doctor Whitney que había llevado a cabo en las chicas huérfanas y después sobre los hombres del ejército.
– Continúa hablando
– Aparentemente Whitney todavía está vivo y buscando recuperar a algunos de los que se le escabulleron.
Jack estudió la cara de Jebediah. Había una furia honrada allí. Y verdad. Pero no toda la verdad. Cambió su mirada a Briony. Todavía estaba, luchando contra su sujeción, pero no encontró su mirada. Tan cerca de ella, podía oler su perfume embriagador, recordándole las sábanas de satén y luz de velas. De cosas más finas. Cosas que no podía tener.
Sus dedos se apretaron en su brazo y la atrajo más cerca, hasta que estuvieron casi piel con piel. Su mirada se estrechó en Jebediah.
– No habrías traído a tu hermana para decírmelo. Habrías venido sólo -se inclinó más cerca de Briony, inhalando el olor de su pelo, de su cuerpo. Algo era diferente. Muy sutilmente, pero diferente.
– Insistí en venir con él.
Su voz fue baja. Un débil temblor recorrió su cuerpo sorprendiéndolo lo suficiente que tuvo la urgencia de estrecharla entre sus brazos y consolarla. Estudió su cara por mucho tiempo. Jebediah le tenía miedo. Briony podría temer su posesión, pero no le tenía miedo. ¿De dónde venía todo ese miedo? Dejó salir el aliento lentamente.
– Eres una de las huérfanas con las que experimentó. Eso es lo que Kadan te dijo. Es todo información clasificada. Sospechó hacía mucho que Whitney había experimentado con ella y la había dado en adopción, pero no lo había perseguido -estar tan cerca de ella le había hecho pensar en otras cosas. Como el sabor de ella en su boca. El sonido de su risa.
Briony vaciló tan brevemente que casi se perdió el vistazo que le echó a su hermano.
– Sí. Kadan vino a advertirme. ¿Entonces es legítimo? ¿Las cosas que dijo son verdad?
Kadan. No quería a Kadan Montague en ningún lugar cerca de ella. Kadan era un ancla y muchísimo mejor hombre de lo que él era. El pulgar de Jack se deslizó por la piel desnuda de Briony en una pequeña caricia. El tacto de su suave piel puso a palpitar su corazón. ¿Qué era diferente? Su olor. La química de su cuerpo. El tacto de su piel. El aire se precipito por sus pulmones. Donde antes su estómago había sido como una roca dura y plano, ahora era suave y redondeado. El conocimiento inundó su cerebro. La adrenalina inundó su cuerpo. Sus manos subieron por sus brazos hasta sus hombros.
Había dejado a otro hombre tocarla de la manera que él lo hizo. Estar dentro de su cuerpo. Besarla. Yacer y reír con ella. ¿Cómo pudo? Su corazón se aceleró hasta que pensó que iba a explotar en su pecho. ¿Cómo pudo estar con otro hombre después de estar conmigo, de pertenecerme? Sabía que no habría otra mujer para él.
– Hijo de puta, estás embarazada.
Briony permaneció perfectamente quieta bajo sus manos. Los dedos de Jack estaban alrededor de su cuello como si pudiera estrangularla. La miró, sus ojos negros y fríos, los ángulos y planos duros de su cara sin expresión. Su piel había cambiado de color, un matiz más oscuro, más violento, reflejando la emoción turbulenta que se negaba a permitir elevarse a la superficie. Sintió la primera verdadera oleada de miedo hacia él, pero entonces sus dedos empezaron a dar pequeñas caricias sobre su pulso que latía frenéticamente. Deliberadamente respiró y lo dejó salir lentamente para calmarse y mantener el control.
No estaba preparada para su reacción física a él. Incluso ahora, sabiendo que estaba plantado, las feromonas diseñadas especialmente para atraerla hacia ese hombre, no podía ayudar el torrente de calor que fluía entre ellos.
– Puedo ver que estás encantado con la noticia.
Había cólera en su voz, pero algo más, algo más profundo, pena tal vez. ¿Pena? ¿Era posible que el bebé fuera de él? La esperanza se agitó cuando no se atrevió a permitirla. Trato de pensar.
– ¿Por qué demonios no me lo dijiste enseguida?
– Obviamente no sabía dónde demonios estabas. ¿Crees qué podrías parar de decirme palabrotas? Me doy cuenta de que no somos bienvenidos aquí, pero parecía la única cosa que hacer bajo las circunstancias.
– ¿Y cuáles son las circunstancias? -contuvo el aliento.
– El doctor Whitney quiere a nuestro bebé. Ya ha hecho tres intentos de secuestrarme -puso su mano sobre la mejilla-. No puedo permanecer con el circo porque pondría en peligro a mis amigos y mi familia. Cuando esté más avanzada, va a ser difícil defenderme. Pensé que si venía contigo, podrías ser capaz de protegernos hasta el nacimiento del bebé y enseñarme habilidades de supervivencia al mismo tiempo para después. No te estoy pidiendo ayuda financiera o algo más, y comprendo que es peligroso. Whitney está mandando soldados realzados tras de mí. El hombre que enviaron, Luther, hizo esto. Y por alguna razón está muy enfadado porque no estoy llevando a su bebé, por eso estoy asustada por nuestro hijo -le miró, sus ojos negros encontraron su mirada directamente-. No me quitarán este bebé.
Jack volvió a nuestro bebé. Su voz resonó a través de su mente, repitiendo las palabras en un tono suave, incluso amoroso. Dejó salir su aliento suavemente, los brazos se levantaron para rodear su pequeña forma, atrayendo su espalda contra él mientras sus manos cubrían el redondeado estómago pequeño y suave. Su hijo yacía bajo sus manos, acurrucado profundamente dentro de su cuerpo, protegido por ella. Querido por ella. Dentro profundamente donde era duro, frío y esculpido en piedra, sintió un cambio curioso, un enternecimiento, una suavidad que no podía explicar, y esto lo asustó como el demonio. Por un momento se puso rígida, tratando de soltarse, pero él apretó su asimiento en advertencia.