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– Tal vez -concedió Jack-. Pero viniste aquí. Ve a los árboles y quítate la ropa -dulcificó la voz-. Si me haces forzarte, Jebediah va a ponerse todo protector y entonces vamos a tener problemas. No puede tocarme, y hay un rifle de alta precisión apuntándole. Ken tiene un dedo que pica en el gatillo.

Briony se puso muy enferma, su estómago se revolvió, su corazón golpeó demasiado rápido. Jack pareció tan normal. Nunca alzó la voz. Incluso cuando le dio las órdenes, su voz fue siempre suave, esperando ser obedecido. El conocimiento estaba dentro de ella, la comprensión surgiendo de que verdaderamente no vivía con las reglas de la sociedad. Estaba rodeada por el bosque, profundamente en las montañas con un hombre que hacía sus propias reglas, y había escogido ese camino ella sola. Peor, había puesto la vida de su hermano en peligro.

Jebediah esperaba una respuesta. Estaba dispuesto a tratar de sacarla de la situación. Lo veía en su cara.

Jack caminó hacia ella, rompiendo la tensión, su camisa en la mano.

– Tenemos unas cuantas vueltas que solucionar, pero te puedo prometer a ti y a tu hermano, que ni tu bebé ni tú sufriréis ningún daño mientras estéis a mi cuidado. Ponte la camisa, Briony y deja que Jebediah salga de aquí. Cuanto más pronto se vaya, más fácil te será.

Capítulo 10

Briony caminó con renuencia detrás de varios árboles grandes. Le había pareció una buena idea venir a pedirle ayuda a Jack, pero la realidad era muy diferente de lo que pensaba. Podía cortarle el aliento con una mirada provocativa, pero cuando hablaba, quería estrangularle. Y por alguna razón no parecía tener problemas para tocarla demasiado íntimamente. Tendría que recordarle que incordio era.

Nunca había estado sin sus hermanos cuidando su espalda. Estaba separándose deliberadamente de ellos porque temía fueran asesinados por protegerla. Ladeo la barbilla. No podía perder su resolución ahora. El peligro hacia su familia y amigos era demasiado real. Tenía que ser fuerte. Briony puso ambas manos sobre su estómago, deseando que estar lo suficientemente avanzada para poder sentir moverse al bebé. Una vez que pasase, no se sentiría tan sola y vulnerable.

– ¿Briony? -la llamo Jebediah-. ¿Estas bien?

Se quitó la ropa y envolvió su cuerpo con la camisa de Jack. Su olor la envolvió, golpeando sus sentidos por lo que no pudo evitar inhalar bruscamente.

– Estoy bien, Jeb -mintió, cuidando mantener su voz sin temblar mientras recogía su ropa. ¿Cómo puede solo su olor hacerme desearlo?

Lo que sea que Whitney le hubiera hecho era terrorífico por su intensidad.

No miró a Jack mientras caminaba de vuelta hacia los dos hombres y le daba sus cosas a su hermano.

– No te preocupes por mí. Encontraré la manera de estar en contacto con vosotros.

Jebediah la miró. Por un horrible momento pensó que había lágrimas en sus ojos.

– ¿Estas segura de que esto es lo que quieres, dulzura? Juro que podemos encontrar una manera mejor de protegerte.

Briony sacudió la cabeza. Si su hermano se venía abajo, lloraría un río. Se mantuvo rígidamente.

– No con ustedes estando en peligro.

– Dale tus pendientes -la orden vino de detrás de ella.

Demasiado cerca. Jack la aturdió hasta que sintió el calor de su cuerpo. Sintió su aliento caliente en la nuca.

Briony se puso rígida pero no se volvió, sus palmas cubrieron los pendientes, sujetándolos contra ella.

– Pertenecieron a mi madre. Significan un mucho para mí.

– Dáselos. Puedes tenerlos de vuelta mas tarde.

Iba a llorar. Parpadeó furiosamente mientras se quitaba los pequeños diamantes. Jebediah cerró su puño fuertemente alrededor de ellos mientras se inclinaba para besarla.

– Cuidaré de ellos, Bri.

Ella asintió, asustada de hablar, mordiéndose el labio para retener las lágrimas. Quería aferrarse a Jebediah, al amor y el confort de su mundo familiar. Ahora, cuando necesitaba más a su familia y amigos, la empujaban a un mundo de incertidumbre, de miedo. No quería tener miedo a Jack o a su reacción a él, pero lo tenía.

Jebediah abrazó a su hermana, acercándola para susurrarla en la oreja.

– No tienes que hacer esto, dulzura. Somos familia. Te cuidaremos nosotros mismo.

Jack oyó el suave ruego, oyó el pequeño sollozo que trató de suprimir, y su estómago se revolvió duramente. No había sentido la emoción. Se había entrenado a si mismo para no sentir nada, y ahora estaba ahí de nuevo, y tal como antes, tenía el mismo vínculo con ella, la misma avalancha de emoción cruda que estuvo cerca de arruinarlo hacia meses. Puso una restrictiva mano o tal vez estaba consolándola, honestamente no lo sabía, pero si ella lloraba, temía romperse por dentro.

– No ayuda prolongar el adiós, Jebediah. Sal de aquí y hazlo más fácil para ella -su voz fue brusca, demasiado brusca.

La sintió tensarse bajo sus dedos, y dio un vistazo rápido y sofocado sobre su hombro. Definitivamente había lágrimas en sus ojos. Su corazón dio un vuelco. La violencia era su mundo. Su primera reacción fue romper algo, la siguiente era empujarla al refugio de su cuerpo.

Briony al principio se mantuvo alejada de él, pero mientras su hermano dejaba caer los brazos con resignación, clavó los dedos en el brazo de Jack que rodeaba su cintura, casi como si por sujetarlo pudiera impedirse seguir a Jebediah.

– Te quiero, Bri -dijo Jebediah.

– Yo también -se ahogó y presionó una mano contra su boca para evitar decirle que había cometido un terrible error.

Jebediah miró a Jack por mucho tiempo, como si memorizara cada detalle de su cara.

– Sabes que nunca la habría traído aquí a menos que pensase que estuviera en verdadero peligro.

Jack asintió.

– Lo sé.

– Si algo le pasa, su tú le haces daño de alguna manera, Jack, y eso incluye romperle en corazón, me importa una mierda si eres el peor culo alrededor, te cazaré.

– Lo sé.

Jebediah continúo mirando a Jack por un momento más y entonces tocó el brazo de Briony antes de girarse.

Briony se mordió nerviosamente el labio mientras veía a su hermano desaparecer entre los espesos árboles que les rodeaban.

Jack la sintió temblar. Sintió el dolor. Lo golpeó como pocas cosas podrían. Tenía el loco deseo de cogerla en brazos y llevarla hasta la casa.

– Vamos a la casa donde se está más caliente.

– Todavía no -no podía moverse.

Mientras se quedase donde estaba, separarse de su familia no era una realidad. No podía respirar, el pánico se extendió, su garganta se cerró, deteniendo la entrada aire hasta que se ahogó, luchando por permanecer viva. Estaba sola.

– Respira -la mano de Jack subió, los dedos se curvaron sobre su nuca, masajeándola tiernamente.

– No puedo -dio un paso hacia su hermano.

– Seguro que puedes; solo estas teniendo un pequeño ataque de pánico. Deja salir el aire y entrar de nuevo a tus pulmones -deliberadamente la giro para enfrentarle, para evitar que mirara el punto por donde su hermano había desaparecido. Colocando su mano en su pecho, respiro profundamente, disponiéndola a seguir su dirección, capturando su mirada con la propia-. Eso es. Estás bien. No podrán quitarnos nuestro bebé, Briony. No puedo ser el mejor hombre del mundo, o el más fácil para convivir, pero cuido de lo mío.

Briony lo miró, pareciendo más vulnerable y desolada de lo que posiblemente podía saber. Jack la abrazó y la mantuvo, ofreciéndole el único consuelo que sabía como dar. No era un hombre de palabras; nunca lo había sido. Cada cosa que decía salía mal.

Apoyó su frente contra su pecho.

– Tengo miedo. No creo que estuviera tan asustada antes, ni siquiera en el Congo.

– ¿De mi o de Whitney? -sus dedos acariciaron su pelo porque no pudo evitarlo. Su olor era imposiblemente femenino, una mezcla de flores, lluvia y aire libe. Estaba hecha para cenas con candelabros y sábanas de satén, no para el final del mundo en medio de la salvaje montaña.