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– Es extraño contigo -dijo él en voz alta-. Cuando estoy contigo, me siento un hombre común. Todo lo demás desaparece, y puedo ver lo hermosas que son realmente las cosas a mí alrededor. Me he sentado en esta terraza cientos de veces, y nunca había visto la noche así. He observado fijamente el bosque, y he visto un millón de sitios para esconderme, establecer una emboscada, encontrar alimento. No vi como las hojas parecen de plata a la luz de la luna, o el modo que los árboles parecen bailar y levantar sus ramas a las estrellas. ¿Por qué supones que es así?

Briony tragó con fuerza y levantó la cara mojada por las lágrimas, la mirada oscura y líquida examinándole la cara.

Jack secó las lágrimas con las yemas de sus dedos, manos suaves, casi reverente.

– Esta es la verdad, Briony. Veo el mundo diferentemente cuando estás a mí alrededor.

– Detente, Jack. Soy muy susceptible a ti, y estoy embarazada así que probablemente es peor. No me digas cosas así -Briony trató de apartar la mirada, pero él sostuvo su barbilla.

– Te quiero aquí -confesó él bruscamente.

– Pero tú dijiste…

– Sé lo que dije. Eso no importa ahora. Tendremos mucho tiempo para clasificar todo esto. Puedo sentir tu dolor de cabeza, y no lo haces mejor llorando. Sólo escucha la noche y relájate, ve a dormir. Uno de los motivos por los que decidimos construir aquí es la tranquilidad, la paz.

Briony cerró los ojos y acomodó su cuerpo más confortablemente contra el suyo. Por regla general ella no lloraba delante de nadie, y estaba avergonzada de que aún sorbía. La sostenía como si fuera importante para él y no supo si eso lo hizo mejor o peor.

– Justo ahí, por aquellos árboles hacía abajo hay una pequeña cuesta, es mi taller. Estaba pensando en agrandarlo y cederte un lugar para hacer tus vidrieras.

– No traje mi cuaderno de dibujos.

– Te conseguiré uno nuevo. Tendrás mucho tiempo para dibujar.

Las pestañas de Briony se alzaron. Él miró hacía abajo, y había algo en sus ojos, admiración, cuando no se sentía del todo admirable. Su corazón respondió a pesar de su determinación de permanecer a una distancia emocional. Ella levantó su mano a su cara, trazando las duras líneas con las yemas de sus dedos.

– Añoré tu cara, Jack.

Giró la cabeza lo suficiente para depositar besos sobre su mano.

– Siento las cosas que dije esa noche. Sé que te lastimé

– Realmente me heriste. Sabía que debías irte, pero no tenías porque hacerlo de aquel modo. ¿Por qué lo hiciste? -las yemas de sus dedos suavemente sobre sus labios.

– Tengo algunas cosas por resolver, Briony, pero no acerca de ti o el bebé. Es sobre mí y mi carácter, quien y qué soy. Nunca de ti -él agarró su mano y la sostuvo contra su garganta.

– Juro que estaba tomando píldoras anticonceptivas, Jack. No me embarace a propósito. No le haría eso a un hombre. Y soy capaz de criar a un niño sola. No tendrás que preocuparte por mí pidiéndote dinero o algo. Necesito habilidades de supervivencia…

– Briony, detente -ordenó Jack. Su mano se curvó alrededor del cuello, dedos que trabajan para masajear la tensión de ella-. Es mi niño también. Te quiero aquí. Quiero al bebé aquí. Te enseñaré las cosas que necesitas, y después que el bebé nazca, ambos lo protegeremos juntos.

Su corazón brincó, pero no estaba lista para tener esperanza otra vez.

– ¿Por qué piensas que es un niño?

– Porque mi corazón no podría soportar tener una niña. ¿Puedes imaginar algún muchacho intentando ligar con mi hija? Afilaría mis cuchillos cuando viniera de visita.

La suave risa de Briony fue amortiguada contra su pecho, pero el sonido atravesó por su cuerpo con la fuerza de una ola gigante. Él había esperado la rebelión creciente, necesidad urgente, pero no la satisfacción, la alegría. No conocía la alegría, no la entendió, hasta tuvo cuidado con la emoción. Esto se arrastró sobre él, entrando en su corazón quisiera o no traído por una mujer, por el sonido de su risa.

– Eres tan tonto, Jack.

– Nunca me han llamado así antes. Sé que fue difícil para ti venir aquí -sabía que era un modo suave de expresarlo, pero Briony siempre hacía lo que ella pensaba era correcto sin importarle el precio e ir a Jack había conllevado un costo elevado.

La sonrisa se marchitó de su cara.

– Quiero a este bebé. Sé que no buscamos que pasara, pero en el instante que el doctor me dijo que estaba embarazada, fui feliz. Hablo en serio sobre ser capaz de hacerlo sola.

– Sé que lo eres. Hablo en serio acerca de ser parte de sus vidas.

Una sonrisa iluminó sus ojos.

– Niño o niña, un hijo es un milagro, ¿no lo crees?

Ella era el milagro.

– Sí, lo es -contestó tranquilamente-. Ve a dormir, nena. Puedo sentir lo cansada que estás -acarició su cabello. Estaba cansada hasta los huesos, no se había sentido segura en mucho tiempo. Él quiso que se sintiera segura en su casa, en sus brazos.

La meció suavemente, dejando a la noche tejer su magia. Tantas veces Ken y él habían venido a casa, cansados y heridos sentándose en la terraza escuchando la noche. Los insectos tararearon, los búhos revolotearon sus alas, los murciélagos bajaron y giraron, ciervos moviéndose con gracia por el bosque circundante, consolándolos. El calor se filtró en el frío de su cuerpo, calentándola cuando sus pestañas se entrecerraban y su cuerpo se relajaba completamente contra él. Su respiración se hizo suave y uniforme, acurrucándose como un niño en sus brazos, abrigándose cerca de su corazón.

Niño o niña, un hijo es un milagro, ¿no lo crees? Jack pensó en su inocente declaración durante largo tiempo. Se sentó en la oscuridad con la luz de la luna derramándose en los árboles, escuchando el sonido del agua que corriendo por las rocas y los insectos de la noche llamándose unos a otros mientras la mecía para dormir. Niño o niña, un hijo es un milagro, ¿no lo crees? Briony lo redujo todo con tal simplicidad. ¿Un niño era un milagro para él o no? ¿Quería al niño? ¿O sólo a Briony? ¿Había espacio en su vida para un bebé? ¿Cómo se sentía él?

No había ningún sonido, pero era consciente de que no estaba solo mucho antes que una sombra cayera a través de él. Alzó la vista para ver a su hermano de pie, con las manos en las caderas, descalzo, vestido sólo con pantalones de franela. Las cicatrices cubrían su cara, recorrían sus hombros y brazos, sobre su pecho, desapareciendo bajo el cinturón. Incluso ahora, la piel estaba abierta y roja, brillante y levantada, un horrible recuerdo de su caída en las manos de un loco. Durante un momento Jack sintió conmovedora angustia. Él no había estado allí, no había estado protegiendo la espalda a su hermano. Habían enviado a Ken en su lugar. Jack debería haber estado allí, y llevaría aquel pecado a su tumba.

Levantó la vista.

– ¿No puedes dormir?

– No -Ken se sentó en el borde del pasamano, balanceando un pie. Parecía tranquilo y relajado, pero Jack lo conocía demasiado bien-. ¿Ella está bien? -Ken indicó a Briony con la barbilla.

Sus ojos brillaron como la plata a la luz de la luna, advertencia de la inminente batalla.

– Lloró hasta dormirse. Ha tenido tiempos difíciles -dijo Jack.

– Tenemos que hablar de esto, Jack.

Jack cerró los ojos, descansó su cabeza contra Briony, e inhaló su olor. Esto lo envolvió como un sueño embriagador.

– Lo sé, sé que tenemos que hablar. Debería habértelo dicho cuando volví de Kinshasa, pero no parecía ser el momento. Me alejé de ella. Hice lo correcto; la abandoné y la dejé tener una vida con un hombre decente. Maldita sea, Ken -fulminando con la mirada a su gemelo-. La abandoné. Esto fue lo más difícil que hice alguna vez en mi vida.