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Ken asintió.

– Lo he sentido, desde que regresaste. Nuestra unión es demasiado fuerte para mí como para no sentir lo difícil que fue. Pero esto es peligroso -pasó una mano sobre su cara-. Vine aquí fuera para decirte que debes dejarla, no puedes arriesgarte, pero viéndote con ella, sintiendo lo que sientes… -sacudió su cabeza-. No sé como podrías.

– Por primera vez en mucho tiempo, tengo miedo, Ken. Siempre me imaginé como un sicótico, que finalmente ellos enviarían alguien mejor y que sería golpeado. Sabía que nunca me volvería contra ti pero ahora… -acarició el cabello de Briony con la mano-. No podría soportarlo si ella me mirara del modo que Mamá lo hizo -sacudió su cabeza despacio-. Ya he comenzado a tomar algo de sus maneras. Soy demasiado obsesivo sobre ella. No puedo pensar en nada o nadie más. No quiero a nadie cerca de ella.

– ¿Eso me incluye?

– Tuve miedo que pudiera ser así, pero ahora estás cerca de ella y no quiero pegarte un tiro, así que quizás no.

Una débil sonrisa se arrastró en los ojos de Ken.

– Eso es un alivio.

– No puedo dejarla ir. Sólo no puedo, Ken. Es como si lo viera todo con otros ojos cuando estoy con ella. Siento esperanza otra vez -sacudió la cabeza otra vez, sintiéndose un tonto-. Cuando volví esta vez, quise que todo esto se terminara. Después de tenerla y alejarme. Quería que todo esto terminara

Ken frunció el ceño.

– Supe que te sentías así. ¿Qué vamos a hacer?

– Vas a darme tu palabra de honor…

Ken se levantó, sacudiendo su cabeza, levantando la mano para detener a su hermano.

– No lo hagas. No me pidas esto. No es una opción.

– Es la única opción que tenemos. Te digo que no puedo dejarla. Lo juro, Ken, no sé lo que haría si tratara de abandonarme.

– ¿La dañarías? -la voz de Ken era tranquila, sus ojos grises otra vez atrapando la luz plateada de la luna.

– ¡No! ¡Nunca! Nunca lo haría. Me destruiría antes de hacer algo para lastimarla -Jack agarró a Briony más cerca, la sostuvo protectoramente-. Estoy totalmente jodido, Ken. Tienes que darme tu palabra en esto.

– ¿El bebé? -Ken persistió-. ¿Cómo te sientes acerca del bebé?

Jack suspiró.

– ¿Cómo sabría como me siento? Ya no reconozco los sentimientos. Comienzas a sonar como esos psiquiatras que siempre quieren mandarnos -él había estado sentado en la oscuridad considerando esa misma pregunta y todavía no tenía ninguna respuesta real. ¿Quería al bebé porque era un lazo con Briony o porque era su niño?

– Cuando me lo dijiste, sentí el mismo destello de alegría en ti.

– Estoy feliz porque esté embarazada. Está aquí. No sé que demonios haré con un bebé, pero lo solucionaré… Estaba aquí sentado pensando que podía comenzar a hacer una cuna, definitivamente al bebé le va a gustar más una cuna o una de esas pequeñas cosas en las que duermen dentro y se balancean.

Una risita se le escapó a Ken.

– Una cuna, eres un cretino. Y sólo para añadir más leña al fuego también podrías considerar que nuestro querido y viejo padre nos dejó más de una herencia aparte de sus genes de monstruo.

– ¿Y sería?

– Gemelos. Él era gemelo. Su padre era gemelo. Su padre antes de él era gemelo. ¿Ves algún patrón aquí?

Jack gimió.

– Briony estará especialmente satisfecha conmigo por eso -miró fijamente al bosque, a los árboles con sus troncos oscuros y hojas deslumbrantes, una mano deslizándose hacia abajo para cubrir su barriga redondeada-. Él bebía, Lo sabes. ¿Recuerdas eso? Él siempre bebía. Traté de recordar como era él sin alcohol -miró a su hermano-. Promételo, Ken.

– Es una cosa desmedida para pedirme.

– Tengo que hacerlo.

Ken juró y se alejó de él.

– Que el infierno maldiga a ese hombre por lo que nos hizo. Tengo que pensar en esto. No sé si podría hacerlo. No doy mi palabra a menos que sepa que podré mantenerla.

– He vivido mi vida entera tratando de hacer las cosas bien, Ken. No termino lastimando a la gente por la que me preocupo -una débil sonrisa, sin sentido del humor tocó su boca brevemente-. Hay tanto ti… de ti y Briony.

– Y los hombres. Nunca has abandonado a un hombre, Jack. No te das bastante crédito porque siempre te miras tan de cerca, así que estás tan seguro que vas a ser como él. Era vicioso cuando bebía. Era como veneno en él.

Jack levantó su cabeza, obligando a su gemelo a examinar sus ojos.

– Sabes que somos diferentes. Siempre fuimos diferentes. Rechazo pretender otra cosa. Si sé lo que soy, lo que soy capaz de hacer, tengo la posibilidad de detenerme a mi mismo. Pero si no puedo, entonces no tienes ninguna opción.

– No haré esto contigo. Ambos estuvimos de acuerdo en que no habría ninguna mujer, ninguna a la que cuidáramos, ninguna que importara.

– Ella salvó mi vida. Es un Caminante Fantasma, igual que nosotros. Whitney vendrá por ella y el bebé.

Ken caminó alrededor.

– ¿Qué demonios estás diciendo? Peter Whitney está muerto. Fue asesinado. ¿Cómo podría él tener algo que ver con esto?

– Aparentemente tiene mucho que ver con esto. Además de realzarnos, nos programó para responder sexualmente a una de las hembras realzadas, por lo menos eso es lo que me dijeron. Y si es cierto, es potente. Camino duro alrededor de ella.

– Grandioso. Como si no tuviéramos bastantes problemas -Ken suspiró- ¿Estás seguro acerca de todo esto, Jack?

– Tan seguro como que alguien nos envió al Congo. Alguien que debió ser Whitney. Él tiene el dinero, los recursos, y la autorización y alguien muy importante le ayuda. Después vendrán por Briony y el bebé.

– No la tendrán, Jack, pero deberíamos estar listos. ¿Cómo es ella en una lucha?

– Necesita un ancla, pero es resistente como un clavo si debe serlo. Aguantará

– Así que allá afuera hay una mujer que va a convertirme en un furioso toro de testosterona.

– Sí, así es -dijo Jack.

Ken silbó suavemente.

– Bien, siempre hay compensaciones en la vida.

– ¿Sí? Bien, no estés demasiado seguro de eso. Del modo que lo entiendo, Whitney no tuvo mucha suerte en conseguir ratas de laboratorio así que trató de acorralar a las mujeres realzadas y establecer una especie de fábrica de bebés con algunos de sus soldados realzados que se ofrecen voluntariamente como donantes.

– Ok, eso es enfermizo -Ken frunció el ceño-. ¿Entonces esta mujer a la que yo reaccionaría podría estar encerrada en el sótano de Whitney como si fuera una yegua dedicada a la reproducción?

– ¿Te hace querer encontrarte al hijo de perra durante una noche oscura sin nadie alrededor, verdad?

Ken cruzó al lado de su hermano y se agachó cerca del cuello de Briony, inhalando profundamente. Era intensamente consciente de la tensión creciente y la calma repentina de Jack. Se enderezó despacio, guiñó en su hermano, y regresó a su lugar.

– No me provoca nada.

– Bien, la próxima vez que hagas algo tan personal podrías advertirme.

– Acostúmbrate a ello. Si la conservas, entonces será mi hermana y ese niño mi sobrino o sobrina. Soy un hombre práctico.

– Sólo quieres cabrearme -dijo Jack.

– Bien, eso es. Por otra parte, sabremos rápidamente cuanto puedes aguantar viviendo con una… con tu mujer por aquí. Salte de línea, y tendré que echarte detrás del granero.

– No tenemos un granero.

– Te dije que necesitaríamos un granero, maldición -dijo Ken-. Tenías que tener un taller. El refrán no es el mismo si te saco de atrás de un taller -Ken dejó caer su mano sobre el hombro de su hermano, en un silencioso gesto de compañerismo, de solidaridad-. Esto se está poniendo un poco frío para mí. Me voy a la cama.