Выбрать главу

Briony deslizó sus manos a su pecho y sobre la delgada barrera de su camisa y trazó las letras esculpidas en su cuerpo.

– Soñé contigo anoche -pero no había sido un sueño. Ella había sido consciente de él cuando estando en la deriva, su cuerpo se abrigó estrechamente alrededor del suyo, tan protector. Él la había sostenido estrechamente, con una mano sobre su hijo como si pudiera mantener todos los monstruos a raya mientras ellos dormitaban. Briony raramente dormía, y nunca con alguien cerca, aún así ella había ido directamente a él, el olor de Jack la rodeaba, su cuerpo al lado del suyo, y se había sentido tan correcto, como si, por primera vez en su vida, ella perteneciera alguien.

– Yo también soñé contigo, pero no creo que nuestros sueños fueran completamente el mismo -dijo él con voz pesarosa.

Ella alcanzó a ver algo del desesperado alivio en la ducha, una mente llena de lujuria y necesidad, y emociones nacientes, todos mezclado juntos. Briony salió de sus memorias, sintiéndose como una mirona.

– No me preocupa si lo sabes, Briony -dijo Jack suavemente-. No voy a esconder el hecho que es difícil estar a tú alrededor y no quererte. Estamos en esto juntos. No quiero que estés bajo la influencia de lo que siento. Puedo tomarlo mientras tú puedas -él no sabía si era verdad, pero iba a hacer todo lo posible por respetar sus deseos y cortejarla a la vieja usanza, independientemente de lo que eso implicara. Su pulgar se deslizó sobre su lleno labio inferior en una pequeña caricia-. Puedo esperar mucho tiempo si tengo que hacerlo.

Su corazón brincó otra vez. Tal vez ella no quisiera que él esperara. Tal vez lo necesitaba para tomar la decisión por ellos. Avergonzada de sus cobardes pensamientos, Briony se ocupó mirando la ropa extendida en la mesa.

– ¿Cómo vamos a superarlo, Jack? -le echó un vistazo y fue atrapada por la extraña mirada en su cara cuando él la miró doblando un par de pantalones negros de suave algodón-. ¿Qué pasa?

– Tu. Verte hacer las cosas más pequeñas, más ordinarias me hace feliz -caminó hasta el fregadero y se sirvió una taza de café-. No tienes ni idea lo extraño que es eso.

– ¿Qué? ¿Sentirte feliz?

– Sentir algo en absoluto. Tú me haces sentir, Briony, y ese es un jodido milagro.

Su corazón casi dejó de latir, luego brincó en su pecho, acelerando hasta que su pulso palpitó.

– Jack -dijo su nombre suavemente, queriendo que fuera verdad, temiendo creer que ellos tuvieran una oportunidad. Este hombre podría hacerle daño donde ningún otro le había hecho daño. Él arrancaría su corazón y ella nunca se recuperaría.

– Es la simple verdad, Briony.

Las lágrimas llenaron sus ojos. Ella no sabía que decir, como reaccionar, con miedo de continuar con el siguiente pasó y confiar en él completamente. Para cubrir su reacción, sostuvo un par de vaqueros de diseñador.

– Toda esta ropa es tan hermosa, pero no puedo trabajar con ella.

– ¿Trabajo? ¿De qué estas hablando? -Jack no la presionó, decidiendo darle algún tiempo.

– Voy a ayudar a Ken a embaldosar el cuarto de baño.

– No, tú no lo harás -él apoyó perezosamente una cadera contra el fregadero-. No necesitas andar sobre tus rodillas y aspirar productos químicos.

– No suena mal y puede ser divertido. Yo siempre quise aprender a embaldosar -ella no le miró, manteniendo su voz ligera y alegre cuando con cuidado puso las compras en las bolsas. No iba a discutir con él, aunque usara su perforante voz de sargento. Ella lo pasaría por alto y permanecería de buen humor.

– Sin embargo, no vas a embaldosar el cuarto de baño. Si quieres aprender, te enseñaré después de que el bebé haya nacido.

Las manos de Briony se quedaron inmóviles y se dio la vuelta para afrontarlo, manteniendo su sonrisa.

– Jack. Esta no es una dictadura. Soy completamente capaz de decidir lo que puedo o no puedo hacer. Aprecio tu preocupación, pero no es necesario que tomes decisiones por mí.

Él asintió con la cabeza, sus rasgos como siempre inexpresivos. Encogió sus amplios hombros.

– Bueno, nena, hazme un favor y decide no embaldosar el cuarto de baño ahora mismo. De esa manera no será un problema, ¿puedes? ¿Me quieres ayudar a llevar estas cosas a nuestro cuarto?

Briony contuvo el aliento bruscamente, olía sangre, y giró alrededor para contemplar a Ken cuando se paró en la entrada acunando su brazo sangriento.

– Déjalo, Bri -la aconsejó Ken, caminando casualmente al fregadero sin mirar a su hermano. La sangre goteando por su brazo-. Jack es una mula, obstinada como el infierno, y tu no vas a embaldosar el cuarto de baño.

Jack se movió rápidamente al lado de Ken, tomando su brazo y volteándolo para inspeccionar el corte. La herida estaba sobre una cicatriz particularmente rígida.

– ¿No lo sentiste hasta que fue demasiado tarde, verdad? -le preguntó a su hermano.

Ken se encogió y le dio Briony una pequeña sonrisa, sin sentido del humor.

– Probablemente deberías esperar hasta que vayas al doctor. Podrás preguntarle lo que puedes y no puedes hacer, y lo que puedes beber o comer, así que si cabeza hueca comienza con las órdenes tendrás algunas municiones -sus ojos pedían que ella no notara la sangre que goteaba por su brazo, que siguiera la conversación como si Jack no estuviera lavando la herida y tratándolo con antiséptico.

Briony inclino su cabeza hacia atrás para encontrar la insondable mirada fija de Jack. Su expresión era ilegible. Ella le guiñó a Ken cuando Jack secó el corte y lo vendó.

– ¿Y si decido que voy a hacerlo de todos modos, qué tipo de rabieta lanzará?

Una pequeña sonrisa repentina ablandó la dura mandíbula de Jack y relajó su boca durante un breve momento. La aprobación en sus ojos la calentó y envió pequeñas ondas de excitación a su estómago.

– Lanzó una rabieta de cavernícola -contestó Jack y se abalanzó sobre ella, levantándola en sus brazos, atrapándola contra él-. Fuerza bruta, cariño. Es lo que funciona cuando todo lo demás falla.

Ken juntó los paquetes y los amontonó en el regazo de Briony.

– Nunca le he visto una rabieta como esta -confesó él-. Sólo haz lo que él diga; es mucho más fácil.

– Vamos ir a la ciudad -le recordó Jack a su hermano-. Te necesito para ir con nosotros. Otra hora y saldremos. Tendrás que estar listo para el combate, Ken.

– Siempre estoy listo -Ken se encogió de hombros.

Jack llevó a Briony por la casa hacia el dormitorio.

– Gracias -dijo él bruscamente- eso pasa a veces. Hacerse una cicatriz es difícil para él por que no siente nada hasta que es demasiado tarde. Las cicatrices están en él por todas partes.

Briony sintió su dolor como una puñalada de cuchillo en su corazón. Le tomó un momento para comprender lo que estaba en su mente.

– Él no quiere compasión.

– Diablos no, no la quiere. Primero me pegaría un tiro. Sin embargo, insiste en hacer el embaldosado.

– Él necesita hacerlo, Jack -dijo Briony, recordando la desesperación en los ojos de Ken.

– Lo sé. No digo nada, pero es condenadamente difícil algunos días -Jack la dejó en la cama, terminando el tema porque si continuaban hablando sobre ello, podría gritar como un bebé-. Antes de que me marchara esta mañana limpié un par de los cajones superiores y hay mucho espacio en el armario. Asegurate de darle una buena mirada al cuarto libre, para que me digas como quieres arreglarlo para el bebé.

– Lo haré.

– Y permanece fuera del maldito cuarto de baño. No quiero verte cerca del embaldosado.

– Jack -Briony trazó el dibujo en la tapa, mirando a su alrededor todos los brillantes paquetes. Sus dedos subieron lentamente hasta el lóbulo de la oreja, acariciaron los encendidos rubíes, y se deslizaron a su garganta.