¿Puedes sentirlo? Trata de excluirme, pero esto es un infierno. Él todavía se obliga a venir aquí. No hay retirada en él. ¿Ves por qué lo admiro?
Había un montón de razones para admirar a Ken. Viéndole hacer las rondas ella estaba sentada tranquilamente gozando de la música, sosteniendo la mano de Jack, todo el tiempo sintiendo la calidez de su cuerpo tan cerca del suyo. Ken estuvo cerca de una hora y entonces se deslizó en la mesa y los arrastró a la pista de baile.
– ¿Estás segura, nena? -pregunto Jack-. No tienes que hacerlo si estás cansada.
– Amo bailar contigo -no estaba segura de porque él parecía tan receloso hasta que se deslizó entre sus brazos.
Su olor la envolvió, sus brazos la rodearon, y su pecho se sintió real y sólido bajo su mejilla. Su cuerpo respondió a la cercanía de ella con una tiesa plenitud presionada cerca de su estómago. Era una canción lenta, soñadora y ella se permitió llevarse en una neblina de necesidad y lujuria, de un urgente deseo, emparejándose con el vaivén del cuerpo de él, encontrando un perfecto ritmo con su cuerpo. Fue un momento en el tiempo que nadie podría arrancar de ella jamás.
Las manos de él sujetaban las suyas mientras la guiaba a través de la multitud oscilante. Él inclinó la cabeza para acariciar con su boca su sien. Nunca había bailado con una pareja, no podía tocar a nadie tan íntimamente, pero Jack era seguro y fuerte y la dirigía como si hubieran estado bailando por siempre.
Ella cerró los ojos durante el camino a casa, no permitiendo que la conversación entre los hermanos le quitara la experiencia. Estaba cansada, pero feliz, a pesar del hecho de que llevaba gemelos. Debía haber caído dormida porque se despertó con Jack llevándola a la casa.
Briony tomó un largo baño y cuando salió, Jack ya estaba tumbado en la cama, su pelo todavía húmedo de la ducha. Ella levantó una ceja, pero su cuerpo reaccionó inmediatamente, los senos doliéndole. Bajo el fino top sentía los pezones en punta.
– ¿Vas a dormir aquí otra vez esta noche?
Él echó hacia atrás las cubiertas.
– Es la única manera en que voy a conseguir dormir algo. Si no me quieres en la cama, cogeré una silla.
– No, nos las arreglaremos esta noche -se deslizó entre las sábanas, su corazón latiendo un poco demasiado rápido-. Voy a tener pesadillas sobre bebés por todas partes.
Jack se dio la vuelta y empujó las mantas lejos de ella para exponerla antes de levantarle el top de su estómago. Sus manos se posaron encima de la barriguita redondeada, entonces la rodeó y se inclinó para presionar sus labios contra su piel.
– Hola ahí dentro. Prestad atención. Soy vuestro padre hablando. Vuestra mamá está un poco asustada por esta cosa de los gemelos. Vamos a tener que tranquilizarla, así que nada de patear demasiado fuerte al principio. Dadle un poco de tiempo para ajustarse.
– El libro de bebés dice que un bebé puede oír y reconocer finalmente nuestras voces, pero no tan pronto.
– Pero no están hablando de nuestros bebés, Briony. Ellos me oyen. Ellos saben. Y no van a ser pequeños soldados para Whitney y sus jodidos planes.
Briony sonrió.
– Si realmente estás tan seguro de que pueden oírte, para de jurar. Saldrán diciendo la palabra J y le diré al doctor que tú se las enseñaste.
– Lo siento. Ha sido un tropiezo, chicos. No digáis esa palabra.
– ¿Chicos? -le agarró la cabeza con las manos, forzándolo a mirarla-. Chicos no. Los chicos son difíciles. Hacen todo tipo de cosas de chicos.
– Chicas no, Briony. ¿Puedes verme tratando de criar a dos niñas pequeñas? ¿Y qué ocurrirá cuando crezcan y algunos chicos quieran una cita con ellas? -Gimió y se estiró una vez más, poniéndose de lado para sostenerse sobre un codo-. Encerraría a las chicas en armarios o pasaría mi vida eliminando a optimistas adolescentes cachondos.
– ¿Optimistas adolescentes cachondos? -dijo ella como un eco.
– Tendríamos que enseñar a las chicas en casa y colocar una valla electrificada de alambre de espino de doce pies de altura completada con un sistema de seguridad.
– Déjame poner esto en claro. Si tenemos chicos, pueden correr salvajes y ser libres, pero nuestras hijas estarán encerradas en armarios y detrás de verjas todo el tiempo.
– Correcto -estuvo de acuerdo Jack-. Ken y yo podemos manejar chicos, Briony, pero no chicas, así que mantén eso en la mente cuando tengas a estos bebés.
Ella le tocó la mano.
– Odio ser la única en darte las malas noticias, pero tu determinas el sexo del bebé, así que si tenemos chicas, es tu culpa.
El toque de su mano, ligero y suave sobre la suya, expulsó el aire de sus pulmones. Miró fijamente al techo y se preguntó coma había conseguido tanta fortuna, tenerla en su casa, en su cama, tumbada en la oscuridad provocándolo. No parecía posible. Su vida era lo que había elegido y no tenía quejas. Estaba acostumbrado al silencio. A estar solo. Eran días cuando no hablaba con otro ser humano, y semanas cuando pasaba sin conversar con nadie mas excepto con Ken. Siempre se había considerado un solitario, era mas seguro para todos, pero ahora, con Briony tumbada a su lado, su cuerpo cálido y suave y su olor provocando sus sentidos, sentía una extraña sensación de paz.
– Una cosa extraña -hizo su confesión en voz alta, sin saber por qué, pero queriendo que ella lo supiera-. Nunca me he relajado con nadie alrededor, no lo bastante como para dormir. Incluso fuera en el campo, tengo que marcharme lejos de todos o no cierro los ojos, pero tú me relajas. Antes, cuando estábamos juntos, pensé primero que era el agotamiento, y después el sexo, pero eres tú -presionó la mano sobre el corazón-. Eres tú.
Ella iba a destrozarlo cuando tratara de dejarlo, y lo haría, quizás no ahora, o en un mes a partir de ahora, pero tarde o temprano sus maneras dictatoriales le harían necesitar rebelarse. No podía entender los demonios que lo guiaban. Infiernos, él no podía, ¿por qué debería esperar él que ella lo hiciera?
– Pensé que podía relajarme contigo porque me escudabas de las emociones, pero esa no es la razón -ella se giró hacia él, sus dedos acariciándole la cara, como si pudiera leer su expresión-. No crees que Whitney pudiera hacer eso también, ¿verdad?
– No -su voz se volvió cruel-. Whitney no quiere hacérselo fácil a nadie, Briony. Él podría haberte mantenido con un ancla, pero deliberadamente te colocó en una familia donde estarías frente al público diariamente. Tenías que interactuar. Ese era su propósito, para sus pequeños experimentos. ¿De qué estabas hecha? ¿Podías encontrar una manera de vencer el dolor? ¿Vencías tus diferencias viviendo en una familia normal? Bastardo. Él sabía que ibas a sufrir cada maldito día de tu vida y existía la posibilidad de que tu familia te rechazara finalmente.
– Pensaron que era autista al principio. Mamá me sostenía y sentía todo lo que estaba sintiendo, sabía lo que estaba pensando, y dolía tanto. Solía curvarme en una pelota bajo mi cama y ocultarme. Ella lloraba y lloraba y yo sabía que estaba fallándole.
Su mano encontró la de ella.
– Eso son sandeces, nena. No has fallado nunca a nadie en tu vida. Hiciste lo que debías para vivir en una familia y encajar. Whitney necesita que alguien lo mate.
Briony se acurrucó más cerca de él, tan cerca que él pudo sentir su respiración contra su pecho.
– Bien, no lo hagas esta noche. Estoy pensando que voy a tener pesadillas sobre pequeños niños corriendo salvajes en el bosque y yo cazándolos. Si me despierto chillando, será tu culpa.
Él amaba la nota suave y somnolienta de su voz; era tan sexy como podía ser. ¿Cómo sería si fuera normal? No lo sabía. Ken no lo sabía. Y dudaba si Briony lo sabría jamás. Pero ella estaba con él ahora, y podía envolverla en sus brazos, y de alguna manera los recuerdos de la sangre y la muerte parecían estar lejos.