Briony no dijo nada, pero su mano, sostenida tan fuerte, le dio fuerza adicional para intentar hacerla entender. Él soltó el aliento y tomó el riesgo más grande de su vida.
– No soy un buen hombre, Briony. Sigues pensando que lo soy. No quiero que me vengas con que no sabías dónde te estabas metiendo. Cuando salgo para una misión y tengo un objetivo, es simple para mí. Nada más.
– Has sido entrenado así, Jack -dijo ella con cuidado.
– No, nena. Esa es mi naturaleza. Es lo que soy. Escapé del campo rebelde, y en vez de desparecer de allí como cualquier otro haría, regresé y les saqué todo lo que pude. Eso no se entrena, Briony, es mi naturaleza. A ti no te gustan los conflictos y no luchas conmigo solo por no discutir, pero tarde o temprano te vas a oponer a mi punto de vista lo suficiente como para luchar conmigo y no ganarás. No lo harás. Intentaré verlo a tu manera, pero al final, si pienso que tu seguridad o tu salud o algo más importante para nosotros está comprometido, lo haremos a mi manera y entonces podrías querer despreciarme.
– Lucha de parejas, Jack. Nadie se lleva bien todo el tiempo, pero eso no significa que se abandonen el uno sobre el otro. Mírate a ti y a Ken. Él es un hombre muy fuerte y definitivamente piensa por sí mismo. Debes tener argumentos.
– Él conoce mis motivaciones y me apoya cuando golpeamos. Me acepta como soy. Créeme, Briony, si pudiera, sería diferente.
– Lo que pasó hoy fue un error estúpido por mi parte, Jack. Puse a nuestro bebé en peligro. No lo pensé, pero debería haberlo pensado. Te pedí que me enseñaras. Quiero entenderlo. Tenías derecho a estar furioso conmigo.
– Bebés -la corrigió automáticamente-. Eres condenadamente afortunada de que no te pusiera sobre mis rodillas. No lo hice por que eres una mujer crecida y probablemente cogerías un arma y me pegarías un tiro después, pero te juro, Briony, que si me vuelves a asustar así otra vez, me arriesgaré -presionó la palma contra la palpitación de su cabeza-. Maldita sea, sé que lo haría.
Sus dedos le acariciaron la cara.
– Tuviste mucho miedo por mí… por nosotros. ¿Pensaste que te culparía por estar tan enfadado?
Él podía sentir cómo luchaba por entender lo que intentaba decirle. Él suspiró.
– Mi padre era un hombre muy abusivo. No quería solo amar a mi madre, quería poseerla. Ella le pertenecía. Era su posesión y cada vez se hizo más celoso de todo o todos incluyendo sus niños.
Los recuerdos se desbordaron e intentó rechazarlos, intentó impedir el olor a sangre, la sangre de Ken, su sangre, intentó impedir sentir las palizas, tantas que todas ellas se juntaban hasta que no podía recordar el no ser golpeado. Fracturas, contusiones, caras hinchadas y la huida ante la evidencia para que nadie lo supiera. El movimiento constante para que nadie nunca sospechara, ninguno de ellos pudo hacer amigos, para que nunca compartieran a su madre, se preocupaban por su madre.
Sus dedos apretados alrededor de los suyos, su pulgar deslizándose sobre la palma de la mano.
– Me siento posesivo hacia ti. No me gusta que nadie más te toque o que se acerquen demasiado.
Briony respiro profundamente, frunció el ceño, pensando en Ken haciéndole bromas, riéndose con ella y Jack sentado allí viéndose tan relajado.
– Dime que pasó, Jack -le animó Briony, por que él tenía que sacarlo, necesitaba sacarlo.
– Él fue cada vez a peor, hasta el punto que ella nos ocultaba cuando había bebido. Nos quería muertos porque le quitábamos su amor por él, porque le quitábamos su tiempo. Ella pensaba en nosotros y Dios la ayudara, nos amaba. Estaba celoso hasta de sus propios hijos. Finalmente intentó abandonarlo por nosotros y la mató.
– Oh Dios, Jack. Qué terrible.
– Salí caminado de la pequeña choza que ella había encontrado para nosotros y lo vi de pie sobre ella con su sangre cubriéndolo y el bate de béisbol en sus manos. Ken había pasado por él primero y estaba cubierto de sangre. Todavía balanceaba el bate sobre Ken. La sangre estaba en todas partes, por todo el suelo, untando los pasos, salpicando sobre las paredes y los brazos de Ken estaban rotos, ambos… -Jack sostuvo sus manos-. No sé como lo hice, probablemente cuando salté sobre él para apartarlo de Ken, pero recuerdo su sangre sobre mí, la sangre de Ken -movió la cabeza como para aclarar la visión-. Estaba por todas partes.
Ella quería consolarlo, calmarlo, sostenerlo entre sus brazos pero no había ningún modo de reconfortar al chico cuando él había encontrado a su querida madre muerta y de acuerdo a ese momento, Jack era un joven muchacho que volvía a revivir el asesinato de su madre.
– Te juro, que sentí algo en mi como un chasquido, Briony. Le dije a Ken que corriera, pero no lo hizo – presionó las yemas de los dedos sobre sus sienes-. Nunca puedes borrar los recuerdos, no importa lo que hagas. Nunca puedes olvidar el olor de la sangre o el odio en los ojos de alguien. Él quería matarnos y si no hubiera estado tan ávido de hacernos pagar, debido al hecho de que era culpa nuestra que hubiera tenido que matarla habría tenido éxito.
Briony se golpeó con fuerza en los labios para impedir que el pequeño sonido de horror se le escapara de la garganta. Jack veía cada vivo detalle, tanto que también se había desbordado en su mente.
– Vino sobre mí rápidamente, siempre era muy rápido y grande -Jack la miró- Como yo. El infierno lo condene, justo como yo. Grandes hombros fuertes y brazos musculosos naturales, no trabajados en un gimnasio. Era fuerte. Cuando me golpeó yo sabía que pensaba matarme. Ella no estaba allí para detenerlo e iba a golpearme hasta matarme con las manos desnudas. Intenté aguantar y en vez de correr, Ken saltó sobre su espalda para apartarlo de mí. Incluso con los dos brazos rotos, Ken intentó defenderme. Cuando me caí, mi padre siguió golpeándome y dándome patadas, hasta que ya no pude respirar. Creo que pensó, que con tanta sangre y el sonido de mi respiración vibrando en mis pulmones y mi garganta, me estaba muriendo. Me dejó allí, sobre la sangre de mi madre, y se giró hacia Ken. Ken podía haberse escapado, pero no iba a abandonarme.
– No más que tú lo habrías abandonado -le recordó Briony.
– No sé cómo me levanté o dónde encontré las fuerzas para moverme, pero mi cuerpo de algún modo se había separado de mi mente. No sentía el dolor. No sé si realmente respiraba. Más tarde, me dijeron que tenía clavadas las costillas y que esto hacía imposible que estuviera de pie, pero lo hice. Podía ver la cara de Ken, las lágrimas corriendo junto con la sangre. Y vi al monstruo que gobernaba nuestras vidas. Mi mundo se centró en él. Recogí el bate de béisbol y lo cogí justo como cojo cualquier otro objetivo, con frialdad, con precisión y bastante a fondo.
– Dios, Jack.
– No sentí nada en absoluto. Debería haberlo sentido, él era mi padre, pero no lo hice, Briony. No lo hice… y no sentí remordimiento u horror o incluso alegría o la satisfacción de que estuviera muerto. No sentí nada entonces y no siento nada ahora. Cuando apunto hacia un objetivo, es siempre de la misma manera. Mi mente se separa y no es más que un trabajo.
Ella regresó a su lado, apoyando su cuerpo contra el suyo, deslizando su brazo a su alrededor.
– Sientes remordimientos cuando le haces algo a Ken o a mí. Lo he visto. Cuidas de nosotros dos. ¿Es de esto de lo que tienes miedo, Jack? ¿De no amar al bebé y que si me fuera nos seguirías y nos asesinarías? ¿Es realmente lo que piensas que harías? ¿Intentarías detenernos?
– Bebés -la corrigió automáticamente-. Y yo no lo intentaría, Briony, te pararía -suspiró, un sonido más doloroso que esperanzador-. Querría que tuvieras un hombre decente.