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Las sombras acariciaron su cuerpo con amor. Cada aliento que tomaba levantaba sus pechos, hasta que los pezones se movían a la oscura sombra de la luz de plata. Aunque no era posible, el cuerpo se le endureció y tensó más. No la merecía, pero iba a tomarla y a mantenerla. Tal vez no era la manera de brindarle el amor, pero le daría todo lo que tenía, todo lo que era.

Jack se humedeció los labios y esperó hasta que pudo respirar. Su polla estaba tan dura como una roca mientras brincaba en su ávido cuerpo y su mano la rodeó, acariciándola, de la misma manera casual que llevaba su desnudez.

– Deshazte de los pantalones, dulce, no los necesitaremos esta noche o ninguna otra noche.

Durante un momento, Briony vaciló, la renuencia cruzó su cara.

– No he ganado mucho peso, pero mi estómago es un poco más grande.

La impaciencia endureció sus rasgos.

– Sé exactamente como te ves, Briony, eres tan malditamente hermosa para mí y también lo es tu vientre. Sólo deshazte de ellos.

La voz sonaba como el papel de lija, cruda y urgente, los ojos oscurecidos por el calor. Briony enganchó los dedos en los suaves pantalones y se despojó de ellos, deslizándolos sobre las redondeadas caderas y por las piernas, donde se fueron a reunir alrededor de los pies desnudos. Dio un paso hacia fuera y se quedó de pie desnuda, vulnerable a la suave luz de la luna. No podía mirar el camino, hipnotizada por la manera en que su mano despacio acariciaba el eje.

– Te ves muy hermosa con mis niños creciendo en tu interior -su voz se hizo más profunda, casi cerca de un gruñido-. Ven aquí -le indicó un punto delante de él.

Todo lo que quería hacer en ese momento era el amor con ella a su manera inundándose de cada cosa que tenía o alguna vez tendría con ella.

Briony cruzó la habitación, sus pechos balanceándose con cada paso, el corazón acelerado y la caliente crema espesándose con anticipación cuando su útero se contrajo. La boca se le secó solo viendo la oscura intensidad en su mirada cuando se movía tan posesivamente sobre ella. Él podía tener miedo de ese rasgo suyo, pero ella se deleitaba con ello.

Sí, desde luego ella sentía miedo a lo desconocido, él era mucho más experimentado sexualmente que ella, pero estaba dispuesta a ir a dónde la llevara, queriendo la caliente pasión que llameaba entre ellos. Esto se extendió por su vientre y por la columna, pequeños movimientos rápidos de electricidad que chispeaban por las terminaciones nerviosas.

Su mano se deslizó sobre su pecho, el más ligero de los toques, pero estaba ultrasensible y tembló bajo las yemas de sus dedos. Él dobló la cabeza para besarla, pensando en ser despiadado y mostrarle como era, pero su boca se tornó gentil en el momento que sintió la curva de sus labios de seda. La lengua corrió a lo largo de su pliegue, saboreando su suavidad, los dientes tirando de su pleno labio inferior, una demanda para que se abriera para él.

Él se hundió en el atractivo calor de su boca cuando deslizó las manos sobre su cuerpo. Sobre la espalda, bajando la columna, masajeando su redondo trasero, hasta las sensaciones de su boca y la sedosa piel enviando truenos que se estrellaban en su mente. Los brazos se acercaron alrededor de su cuello cuando se apoyó contra su cuerpo, los pezones duros que se apretaban contra el fuerte pecho mientras su toque y el besó la provocaban más. Él se tomó su tiempo explorando su cuerpo, permitiéndole que explorara el suyo. Su toque, ligero y vacilante, casi lo llevaron fuera de su mente.

– No conseguía tocarte -le confió ella-. Estabas tan herido, cortes por todas partes. Todavía no sé como fuiste capaz de tener sexo. Te miré a los ojos y el dolor estaba allí, pero no en tu mente.

Había dolor en su voz lo cual lo golpeó en el centro mismo de su ser. Sabía que era un hombre difícil, pero ella iba hacia él, y no sabía si eran las feromonas de Whitney, su coraje, o sólo el hecho de que su necesidad por él era tan grande como la propia por ella.

– Quería que me tocaras. Pasé más noches de las que puedo contar imaginando tus manos sobre mi cuerpo.

Los dientes la pellizcaron a lo largo del cuello y los hombros, pequeños puntos de dolor, seguido de sensibles atenciones de sus labios. La lengua probó su piel, arremolinada como el terciopelo sobre los diminutos mordiscos, enviando azotes de placer explotando a través de ella.

Sus manos trazaron cada herida de cuchillo, heridas que había atendido, heridas que había cosido. Estaban por todas partes, por todo su cuerpo, frente y espalda, pequeños cortes y horribles quemaduras. Sobre su pecho, ella podía distinguir las letras con la yema del dedo, el nombre del hombre que le había hecho eso, para siempre tallado sobre el pecho de Jack.

Él dio un golpecito al pezón con la lengua y ella tembló de placer. Su espalda arqueada cuando su boca cubrió su pecho, caliente y tenso, la caricia de la lengua y el juego, enviando llamaradas de excitación a través de su cuerpo. Él levantó la cabeza para besarla otra vez y fue adictivo, la dura presión de su boca, la oscura excitación como lava en olas por su cuerpo. Él presionó el muslo sobre la humedad entre las piernas, enviando un rápido dardo zumbando a través de ella.

Briony gritó, retirando la cabeza cuando ella empujó contra él, montando su muslo, para que los destellos de calor ardieran a través de ella. Ella le acarició el cuello, bajó hacia su pecho, y se inclinó hacia delante otra vez para moverse rápidamente su lengua sobre las más profunda de las cicatrices, como si ella pudiera curarlo con la húmeda caricia.

Su toque se hizo más exigente, perdiendo el gentil deslizamiento mientras exploraba su cuerpo. El hambre era tan agudo, tan terrible, su necesidad de ella tan grande que se parecía a un animal, un depredador, oscuro y peligroso en un frenesí alimenticio. Dejó caer las rodillas, las manos arrastrándose por los mulos apartándolos.

Briony jadeó cuando su dedo empujó profundamente en su centro. Los músculos sujetos fuertemente, rabiosos por la liberación mientras otro chorro de fluidos traicionaron su propia necesidad.

Él juró severamente, las manos mordiéndole las caderas, arrastrándola para que avanzara mientras sustituía el dedo por la boca.

Briony casi se cayó, las piernas volviéndose gelatina, estremecimientos que le sacudieron todo el cuerpo mientras arrojaba los brazos intentando anclarse.

– Jack -su nombre salió como un sollozo, pero él no mostró ninguna piedad, la lengua barriendo los resbaladizos lisos pliegues, apuñalando con fuerza, para que a ella le saliera un grito de éxtasis.

Él gruñó otra vez, la vibración enviando un espasmo a través de su útero y una tormenta de fuego y llamas por su sangre.

– No puedo soportarlo -gimió ella-. Esto es demasiado.

Él la lamió ávidamente, desesperado por el gusto de ella, desesperado por atarla de un modo del que podría estar seguro.

Briony cogió su pelo en su puño, intentando tirar de él hacia atrás mientras sus piernas se volvían de goma y explotaba el placer a través de ella, los espasmos de los doloridos músculos cuando sus dientes y la lengua se alimentaban en su canal de seda. Él agregó los dedos y ella realmente gritó, su mente fragmentándose mientras él la empujaba más y más alto. Ella no podía controlarse más, su cuerpo atontado empujando contra su boca, cabalgando sus dedos mientras su cuerpo se apretaba y apretaba, arrastrándola en un remolino de tal placer que la hizo explotar, explotando en fragmentos, los músculos contrayéndose violentamente, el calor quemándole el cuerpo y extendiendo más su necesidad, más hambriento, hasta que sólo estuvo Jack. Hasta que ella fue más tanto por él como por ella misma. Escuchó su propio grito de liberación, el sonido gemebundo conmocionado mientras se empujaba desvalidamente contra él.

Estás a salvo, nena. Segura conmigo. Te tengo.

Él bajó su cuerpo sacudiendo la cama, las caderas manteniendo los muslos separados mientras se ponía de pie entre las piernas y la levantó, arrastrándola hasta que la parte inferior de ella quedó fuera de la cama y solo él la sostenía.