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– Esto no está bien -protestó Briony, yendo a su lado a regañadientes.

Parecía muy capaz de tirarla sobre su hombro como el típico cavernícola. Se le ocurrió que Ken era tan autoritario como su gemelo, sólo que lo disimulaba mejor.

– Bien o no, muévete -su voz se suavizó al tiempo que le daba un pequeño empujón-. Ahora mismo, todos con los que Jack se encuentra son enemigos. No tiene que preocuparse por no dispararnos a nosotros. Se encargará de todos los que pueda y desaparecerá

– Están realzados.

– Y él también, y apuesto que tiene más experiencia de combate que todos ellos juntos. Ve todo recto. A paso ligero.

Briony presionó una mano sobre su estómago revuelto. Había venido a Jack para que la protegiera, protegiera a su bebé, los bebés, pero no había contado con enamorarse. Se debatía entre querer preservar a los niños nonatos y regresar corriendo para guardar las espaldas de Jack.

– Deberías estar con él, Ken. Siempre estás con él. Lucháis juntos.

– Te esconderé en un lugar seguro y luego me uniré a él. Pero tengo que saber que vas a quedarte quieta, Briony. Nada de heroicidades.

– No soy estúpida, Ken. Y puedo cuidar de mí misma si tengo que hacerlo.

– Por esto tienes magulladuras y un corte en el brazo. Si alguien te hiciera eso ahora, Jack le arrancaría el corazón, o lo haría yo. Nadie te tocará, Briony. Lucharás sólo como último recurso.

– Te lo prometo, Ken. No quiero perder a los bebés, o dejarme atrapar por esos maníacos.

El túnel comenzaba a curvarse hacia arriba, y Briony corría a toda velocidad, quería que Ken volviera con Jack lo antes posible.

– Dame un arma y algunos cargadores, si tienes de sobra -le dijo, por encima del hombro-. Soy buena tiradora, Ken.

– Tenemos un alijo de armas en la mina, aquí en el túnel, fuera en la tienda, y también en la casa. Si ocurre algo, busca a un hombre llamado Logan Maxwell o a Kadan Montague. Puedes confiar en cualquier de ellos. No te acerques a tu familia; estarán vigilándolos.

Ella rodeó una esquina y derrapó al detenerse. No había salida.

– ¿Cómo salimos?

Ken señaló hacia arriba.

– La trampilla. La abriremos. Alguien que entre y no sepa cómo salir está atrapado. No nos van a atrapar en nuestra propia tierra, dulce -le dio el rifle y dio un salto para atrapar una anilla pintada de negro para camuflarla en la oscuridad. Se dio la vuelta, poniendo sus pies a los lados de la trampilla y, usando las punteras para apoyarse, empujó hacia arriba.

Briony se percató de que sólo una persona realzada podría mover la puerta, otra medida de seguridad para los hermanos.

– Si nos siguen por el túnel, no podrían encontrar la puerta -dijo en voz alta.

– Morirían si vienen por el túnel. Cada sección tiene un detonador muy sofisticado. No regreses allí dentro para ninguna razón hasta que desactivemos la seguridad.

– Este lugar es una trampa mortal.

– Para alguien que nos persiga a nosotros o a lo nuestro -él estuvo de acuerdo-. ¿Puedes salir, o necesitas que te eche una mano?

– Eso es un insulto -ella dio un salto, se agarró a los lados de la puerta, y se giró fácilmente, adelantando los pies y lanzándose fuera. Dio una voltereta y aterrizó sobre sus pies.

– Presumida. Yo llevo la bolsa.

Briony miró a su alrededor. Estaban en el bosque, a alguna distancia de la casa, pero podía oír los disparos.

– Tengo miedo de distraerlo, aún para asegurarme de que está a salvo.

– Está a salvo. Preocúpate por el otro tipo. Si ésta es alguna clase de prueba para sus soldados, Whitney debe tener más de los que pensamos, porque estos deben ser prescindibles.

– ¿Piensas que sospechaba que yo estaba aquí?

Ken frunció el ceño mientras negaba con la cabeza.

– Whitney tiene acceso a nuestros archivos. Tiene acreditación de alta seguridad. Nunca enviaría a sus hombres a morir contra nosotros a menos que estuviera seguro. Aunque instalaran una cámara en Brady, él ha sido tratado siempre de la misma manera y enviado de vuelta. Nunca se acercó a la casa, o a ti. No pudieron haberlo sabido de ese modo.

– ¿Pero lo supieron?

Algo en su voz le alertó, y se detuvo en el acto de disimular la trampilla para mirarla.

– Lo que sea que estés pensando, no lo hagas. No nos pones en más peligro del que estamos normalmente.

– Sí, porque tenéis soldados realzados persiguiéndoos todo el tiempo. Éstos son militares. No podemos distinguir a los buenos de los malos. Por lo que sabemos, Ken, algunos piensan que hacen el trabajo para el que su comandante les envió. No tenemos ni idea de qué les han contado.

– Whitney no va a arriesgarse a dejar que alguien más te atrape. Éstos son sus hombres. Pudo haber tenido un equipo militar que lo autorice, y sin duda alguien, un almirante, un general, quizás el senador que saqué del Congo, le ayude, pero éstos son definitivamente sus hombres. No hagas nada estúpido, Briony, como intentar salir. No sería heroico, sería la cosa más tonta que podrías hacer. Jack vendría detrás de ti. Le conoces ahora. No va a dejarte ir.

– Voy a hacer que os maten a ambos.

– Ten un poco de fe, mujer. Y piensa en mis sobrinos. Que me condenen si se crían en un laboratorio.

Briony le volvió la espalda, entrando en el bosque, apresurándose por una tenue senda para animales en la dirección que Ken indicaba, pero su mente trabajaba furiosamente. Había venido a ellos sin nada. Jack incluso había insistido en que se deshiciera de sus ropas. Tocó los lóbulos de sus orejas y palpó los rubíes, no los diamantes de su madre. Todo había quedado atrás. Entonces, ¿cómo la estaban rastreando tan fácilmente?

– Gira a tu derecha. Quiero que andes por las rocas. El campamento minero original está todavía aquí con la cabaña original. En realidad nunca hemos explotado la mina, pero la exploramos para asegurarnos que era segura y es un buen lugar para que nos esperes. Puedes proteger la entrada, nadie puede acercarse a hurtadillas desde atrás, y si alguien trata de entrar va a ser un blanco claro. Me desharé de las huellas que conducen a la mina y haré algunas bifurcaciones en el rastro para que si alguien nos sigue se dirija en la dirección equivocada. El arroyo serpentea a través de la propiedad desde aquí unas buenas cuatro millas.

Briony lo miró con dureza.

Ken le envió una sonrisa reconfortante.

– Me gusta cubrir todas las bases. Si por algún milagro los soldados de Whitney tienen suerte, necesitas una ruta de escape.

– Si no regresas a buscarme, te buscaré -dijo Briony-. Lo digo en serio, Ken. Podría ayudar.

– Puedes ayudar quedándote para que no tengamos que preocuparnos por ti.

¿Dónde diablos estás? Crees que esto es una reunión para tomar el té.

De hecho, Briony y yo acabamos de servirnos una taza. Puedes encargarte de eso Jack. Todavía tengo algo de sueño.

– Todo recto está el cobertizo. ¿Ves los arbustos a tu derecha, Briony? Detrás de ellos está la entrada de la mina. La comprobaré sólo para estar seguro -le dio un arma y varios cargadores-. No me dispares -Ken deslizó la bolsa al suelo y le indicó que la retirara.

Briony le observó desaparecer entre los arbustos. A su alrededor las hojas se volvían rojo y dorado. Un profundo color verde vibrante alfombraba la tierra y adornaba los árboles por encima de ella. Una suave brisa traía las primeras luces de día cruzando velozmente el cielo. Era un hermoso día para morir.

Tanto Ken como Jack exudaban confianza y la derramaban sobre ella. Tenía miedo, pero no era el miedo que acelera el corazón y retuerce los intestinos, el que normalmente experimentaba. Los dos Norton eran hombres que se conocían a sí mismos y a sus capacidades, y dispuestos a hacer lo que hiciera falta, pero sobre todo conservaban la calma en una crisis. Más aún, no experimentaba ni una sola consecuencia por presenciar la violencia. No había punzadas de dolor en su cabeza, enfermándola tanto que apenas pudiese respirar. Con Jack y Ken cerca, podría manejar incluso un asalto a gran escala.