Pasó por las calles sin incidentes y siguió el río hasta la selva tropical, donde cogió su ritmo, haciendo footing fácilmente a lo largo de un tortuoso camino que conducía a una corriente profunda que alimentaba el río. Siguió a lo largo de la corriente, buscando un refugio, un lugar donde pudiera enroscarse y solo aspirar paz.
Hacía calor y había humedad en el bosque. Dejó de vadear el agua y se paró para escuchar los sonidos de los insectos, el batir de las alas y el movimiento de las criaturas por los árboles. Por primera vez en días, sintió que la tensión disminuía.
Briony mojó el pañuelo en el agua fría y lo presionó sobre la nuca de su cuello. Desesperada por el alivio, vadeo más profundamente la pequeña corriente. Sus hermanos iban a matarla por desaparecer, pero no iba a sobrevivir los próximos días si no encontraba algún sitio para alejarse del sufrimiento. Todo lo que había aprendido sobre escudos no funcionaba en África. Había demasiadas personas cerca y demasiado sufrimiento.
¿Cuántas funciones habían acordado? ¿Y qué sentido tenía? ¿Por qué el festival les pagaría tanto dinero por hacer una función acrobática con música africana? El acto era espectacular, pero la oferta les llegó antes de que hubieran llegado con la idea. ¿Por qué esto no molestaba a nadie en el circo? ¿Dónde conseguiría el festival aquella clase de dinero? Y si ellos tenían tanto dinero, cuando el festival era todo sobre música ¿por qué querían un acto de circo? Briony echó un vistazo a su alrededor, otra vez sintiendo ojos invisibles sobre ella. ¿Era la única qué se preguntaba por qué su familia estaba en Kinshasa? ¿Y por qué siempre se sentía como si alguien la observara?
El festival de música era un tributo a artistas africanos y sus expresiones musicales. No tenía sentido invitar el acto de circo. Jebediah, Tyrel, Ruben y Seth solo se encogieron los hombros y decidieron no mirar los dientes a un caballo regalado, pero Briony sentía que algo no funcionaba. Sentía que todo tenía algo de desquiciado. Su extraña educación, el hecho de tener un doctor especial, volando por el mundo en el momento en que se sorbía un moco, y hasta era extraño el hecho de que raras veces sufriera de enfermedades virales. Por lo general ella se ponía enferma por el bombardeo constante de emociones que la golpeaban diariamente. Sus hermanos le decían que estaba paranoica, pero, como ahora, estaba a menudo inquieta, segura de que alguien la observaba. Miró a su alrededor, observando con su visión realzada, buscando imágenes de calor, algo que le contara que estaba en peligro, pero no había nada, ni un cambio en el constante zumbido de los insectos.
Briony se frotó las palpitantes sienes y vadeó río abajo, alejándose del empujón y el alboroto de la ciudad. Soldados en cada esquina con armas, el vientre le hormigueaba con violencia oculta, la vida nocturna parecía una cubierta deslumbrante para los desesperados y criminales que realizaban actos abominables. Quería irse a casa.
Por un momento fue más allá. Casa. ¿Qué significaba eso? Le gustaba su familia. Le gustaba el circo, pero la mataba quedarse con ellos. No conocía ningún otro modo de vida y no había ninguna parte a dónde ir. Al menos sus hermanos sabían que era diferente y aunque no la entendieran, hacían todo lo posible para ocultar sus diferencias a otros.
Briony olió a hombres sucios, escuchó las voces, e inmediatamente se encogió más cerca de la orilla, cambiando el color de la piel, confiando en que la ropa oscura la ayudara a mezclarse. Cuando tres soldados armados se acercaron, miró a su alrededor para asegurarse de que estaba sola, se agachó y saltó sin esfuerzo a las ramas de un árbol, aproximadamente a treinta pies. Se quedó muy quieta cuando pasaron por debajo de ella, buscando pistas a lo largo del suelo del bosque. Definitivamente cazaban a alguien y comprendió en ese momento que era estúpido estar separada de la protección de sus hermanos. Debían ser los rebeldes a los que todos tenían tanto miedo. Los miró mientras hacían su camino muy furtivamente por entre los árboles hacia la ciudad.
Briony esperó hasta que no pudo oírlos, antes de saltar para regresar al suelo. Con un pequeño suspiro de arrepentimiento, vadeó el agua otra vez. Incluso aquí, al borde de la tierra virgen, no estaba realmente sola. Una vez más se inclinó para empapar el pañuelo en la fría corriente. No quería volver, tenía la boca seca solo de pensarlo. Cuando comenzó a girar, el agua a su alrededor se onduló, una única advertencia. Un brazo, como una cinta de hierro, montado alrededor de su garganta y la punta de un cuchillo presionando contra su costado.
– No grites -la voz era baja, pero sostenía tal amenaza que se puso tensa. El cuerpo de su captor parecía un roble y el modo en que la sostenía no le daba ninguna posibilidad real para fugarse sin sufrir una herida mayor.
Ella contó los latidos del corazón para reducir el ritmo de su respiración.
– No lo planeaba.
Él habló en ingles con acento americano.
– Eres un Caminante Fantasma ¿Qué diablos haces aquí?
La voz fue más un susurro en su mente que en su oído. Sabía que era una fuerte telépata, pero esto era algo más. Y no sentía sus emociones. Comprenderlo la atontó. En toda su vida, hasta con su propia familia, había cargado con los aplastantes sentimientos de los otros. Por un momento, se sobresaltó tanto que su cerebro se negó a tratar la información. Se quedó quieta, intentando solucionarlo, sin hacer caso al persistente susurro en su oído.
La punta del cuchillo tocó su piel y Briony saltó.
– Haces eso otra vez y no seré tan agradable -silbó ella. ¿Podría atacarlo? Era más fuerte que cualquier hombre con el que alguna vez se hubiera entrenado. Sintió rápidamente el poder que lo acompañaba, sintiendo la diferencia en él, la misma diferencia que siempre había sabido que había en ella. Otra vez se obligó a relajarse. Nadie se parecía a ella, ni siquiera su familia. ¿Cómo sabía que él lo era?
– ¿Quién eres? -le preguntó ella, sabiendo que no iba a contestarle. Militar ciertamente. Tal vez un mercenario.
– ¿Qué diablos hace un Caminante Fantasma aquí? Si no me contestas en cinco segundos, voy a comenzar a cortar partes de tu cuerpo.
– No sé qué es un Caminante Fantasma. Trabajo en el festival de música. Hago acrobacias aéreas con mis hermanos, los Flying Five. Soy una de los cinco.
Hubo un pequeño silencio.
– ¿Por qué demonios una artista de circo estaría en un festival de música?
– Dímelo tú -dijo Briony-. No lo he entendido aún, pero ellos nos pagaron, a mis hermanos y a mí muchos dólares para venir aquí -él no relajó la guardia ni un momento.
Su captor juró palabras brutalmente feas.
– Te vi subir a aquel árbol y cambiar el color de la piel para mezclarte con el entorno. No me mientas otra vez. Nadie puede hacer esto ni un Caminante Fantasma. Nadie.
Briony quería saber todo lo que él sabía sobre los Caminantes Fantasmas. ¿Si podían hacer las cosas que ella podía hacer, estaban relacionados de algún modo? Sintió como él se ponía rígido, apretando los brazos. Sus labios presionando contra su oído.
– No hagas ni un sonido.
Ella inhaló e inmediatamente supo que los soldados volvían sobre sus pasos. El miedo creció en ella. Sabía lo que les pasaba a las mujeres que pillaban cometiendo solo una falta.
– ¿Puedes aguantar la respiración?¿Estás entrenada?
Ella sabía lo que quería decir y asintió con la cabeza.
– ¿Cuánto tiempo? -le exigió concisamente.
– Veinte minutos si soy muy cuidadosa -no le mentía y quiso ver si se había escandalizado. Cuando era una niña la habían obligado a quedarse periodos más largos de tiempo. Ella pensaba que todos lo hacían, hasta que una vez, en la mesa, cuando se jactaba ante sus hermanos y ellos se reían por que mentía, vio la boca de su madre apretarse con desaprobación y nunca lo volvió a mencionar a nadie.