Выбрать главу

Esporádicos disparos no les dejaban ninguna duda de que los seguían, pero la confianza de los gemelos nunca flaqueaba. Se movían a través del bosque como si estuvieran en el patio trasero, tomando estrechos senderos de animales, a veces andando detrás de una pequeña catarata. Escalaron pedruscos y corrieron sobre terreno descubierto hasta volver al dosel protector de los árboles.

Por la tarde, las piernas de Briony se sentían elásticas. Ni siquiera trataba de pensar más, adhiriéndose al hecho de que tenían que huir y sus enemigos parecían tenaces.

Jack aflojó y se paró en la misma orilla de lo que parecía una pradera abierta. Arriba adelante ella podía ver un cañón, los lados empinados, un barranco que bajaba en pendiente hasta la densa maleza, y la montaña que subía con escarpadas paredes en tres lados.

– Jack, no podemos cruzar en lo abierto, y si lo hacemos ahí dentro, ¿cómo podremos salir?

Él se quitó la mochila e intercambió las armas.

– Este es el cañón que te comenté. Lo lograremos.

– Incluso si pudiéramos escalar esas paredes, tienen un helicóptero -protestó ella.

– Ten un poco de fe, nena -dijo Jack-. Descansa durante unos pocos minutos. Cuando corramos a través de la pradera, vamos a estar corriendo completamente a descubierto, así que estate preparada. Una vez en el cañón, nadie nos verá, la maleza es demasiado densa. Podremos parar y dormir un rato. Subiremos el paso de noche.

Briony estudió los escarpados precipicios que se alzaban sobre el cañón. No parecían a nada que quisiera escalar, pero ambos, Jack y Ken, parecían seguros. Su boca se secó solo con mirar la distancia. Incluso con su velocidad realzada, el helicóptero podría estar sobre ella en segundos.

Jack le agarró la cara en su mano, forzándola a mirarlo.

– ¿Ves algo por ese ojo?

– No. Está demasiado hinchado.

No quería decir eso. Jack la estaba mirando como si tuviera completa fe en que podría correr a través de la pradera en la cara del enemigo, pero ella estaba cansada, sedienta, y verdaderamente muerta de miedo.

– Necesito que hagas eso, nena. Mírame. Mírame a los ojos -cuando ella obedeció, él trazó su mejilla suave con el pulgar-. Nunca permitiría que te pasara nada. Viniste a mí creyendo que te protegería, y lo haré.

El helicóptero daba círculos encima de ellos, una amenaza que ella no podía ignorar. Quería chillar que era diferente, que esta vez él le estaba pidiendo que apostara su vida, las vidas de sus hijos, pero sabía que había estado haciendo eso todo el tiempo. Tenía que tomar una decisión y ponerse completamente en sus manos. Briony respiró hondo y asintió.

– Puedo correr. Dime a donde y un ojo es todo lo que necesito.

– Esa es mi chica -se inclinó para presionar un beso en la comisura de su boca-. Dime cuando, Briony.

Él le dio confianza. Y la hizo sentir segura. Ella descansó la cabeza contra su pecho, solo se inclinó contra él como si fuera la cosa más natural del mundo que hacerle a otro ser humano, algo que no había podido hacer con su propia madre. No hubo destello de dolor, ninguna pena, apenas un sentimiento de tranquilidad en medio del caos. El latido en su cara disminuyó, al igual que el dolor de su costado.

Jack la envolvió en sus brazos, con rifle y todo, manteniéndola cerca de él. Dejó varios besos en su pelo.

– Saldremos de esta.

– Estoy segura de que lo haremos -Briony se presionó mas cerca de él, absorbiendo su fuerza y confianza.

– Dime a donde se supone que tengo que correr.

– Ve directamente a través de la pradera hasta ese tronco en aquel sitio apartado, el único cerca del grupo de árboles rodeados de piedras. ¿Ves el tronco del que estoy hablando?

Asintió. Parecía un largo camino hasta ellos. La pradera era una ancha extensión de hierba, flores y rocas y parecía interminable. Con el helicóptero dando vueltas arriba, no estaba segura de cómo pensaba Jack que entrarían en el cañón.

– Deslízate bajo el tronco, desaparecerás de la vista entre la maleza. Tenemos un camino allí. Puedes empezar bajando el sendero. Estaremos justo detrás de ti -Jack la cogió por el mentón y le empujó la cabeza hacia arriba-. Confía en mi, nena. Te lo juro, no permitiré que nada te pase.

– Solo júrame que vosotros dos estaréis justo detrás de mí.

Jack besó su boca, suavemente. Tiernamente. Preguntándose como infiernos se las había arreglado para encontrarla.

– Estaremos justo detrás de ti -aseguró.

Miró a su hermano.

Jack y Ken dieron un paso saliendo de los árboles, los rifles en sus hombros, Ken apuntó al helicóptero, Jack hacia algo en la pradera. Dispararon simultáneamente. El helicóptero dio bandazos, y en la pradera un bote, enviando humo negro hacia el aire. Dispararon una segunda vez, y un segundo bote envió nubes de humo ondeando y propagándose. El disparo de Ken envió al helicóptero a una vuelta.

– Vete, Briony -instruyó Jack-. Corre, pero no respires. Estaremos justo detrás de ti.

Ella despegó como una liebre, saltando fuera de los árboles a la seguridad del humo.

Capítulo 18

Briony oyó una nueva ráfaga de tiros y aumentó la velocidad, hasta que estuvo en el mismo centro de la humareda. La visibilidad era ahora nula, pero trazó los pasos en su mente, manteniendo de memoria el rumbo tan recto como fue capaz. Contuvo la respiración mientras lo hacía pero no pudo evitar que los ojos le escocieran y le lloraran.

Oyó maldecir a Jack y más disparos. Llamas rojas y naranjas estallaron a su derecha y unas nubes negras la rodearon. Cada vez que Jack disparaba, ella se estremecía y los botes de humo volaban por el aire, explotando en bloques de llamas convirtiéndose rápidamente en más humo. Estaba por todas partes, espeso e impenetrable, un buen escondite, pero Briony no podía respirar ni ver y estaba empezando a desorientarse.

De entre el gris torbellino de vapor surgió el enorme tronco de un árbol caído que casi le golpeó en el estómago. Briony pudo deslizarse por debajo en el último momento, aterrizando duramente sobre el trasero e introduciéndose por debajo del estrecho pasaje hecho de zarzas que formaba un túnel sobre su cabeza. Se arrastró con rapidez, moviéndose lejos de la entrada al cañón y permaneciendo pegada al suelo, donde había menos humo negro. Aspiró aire fresco, llevándolo hasta sus abrasados pulmones, intentando limpiarse el ojo bueno para aclarar la visión.

Las zarzas se le enredaban en el pelo, disminuyendo su progreso, arrastrándola hacia detrás, y tirándole dolorosamente del cabello. Echó la mano hacia atrás para liberarse, y las espinas le pincharon los dedos y la palma. El humo negro la rodeaba como una barrera, las zarzas como los barrotes de una jaula, hasta que la claustrofobia la envolvió.

¡Jack!

Estoy aquí, cariño. No te preocupes por mí. Estamos casi fuera. Continúa moviéndote. Sigue el camino hasta la salida. Llegarás al campamento. Ken y yo necesitamos cubrir el rastro y colocar algunas sorpresas para cualquiera que nos siga.

El simple hecho de oír la voz de él detuvo su creciente miedo. Briony siguió arrastrándose. El túnel se ensanchó un poco, pero las espinas seguían enganchándose en su ropa, desgarrándole la piel como garras. Detrás de ella sonaron más tiros, y Briony palpó el arma que llevaba en la cinturilla de su vaquero para asegurarse de que seguía allí.

– Estoy justo detrás de ti -dijo Ken. La voz la sobresaltó. Con las explosiones y la concentración en apresurarse a través de las zarzas, no se había dado cuenta de que Ken estaba tan cerca.

– ¿Dónde está Jack?

– A Jack le gusta jugar con explosivos. Ahora mismo se lo está pasando en grande. Sigue adelante. Estamos casi fuera.