– ¿Sigue viva?
Jack titubeó.
– Sí. Pero no dejamos que nadie más lo sepa. Podría convertirse en…
Briony alzó la cabeza y lo miró entrecerrando los ojos.
– ¿Una carga?
Jack gimió.
– Nunca voy a librarme de eso, ¿verdad? Y no, la señorita Judith necesita protección para que cualquiera que vaya tras nosotros no pueda usar nuestros sentimientos por ella contra nosotros. No quiero que sea vulnerable.
– ¿Fingisteis su muerte? -preguntó Briony con curiosidad.
– Demasiado fácil de desmentir. No, simplemente simulamos una acalorada discusión pública y ella nos repudió. Después de varios meses se mudó a otro estado y entonces, un año más tarde, regresó a su ciudad natal, de vuelta al rancho familiar. Nunca hemos sido vistos cerca del lugar y por supuesto ella no viene aquí. Nunca la llamamos, así que no hay ni una pista que seguir. Muchas personas incluso han olvidado que una vez estuvimos con ella.
– Comprendo -Briony frunció el ceño y volvió su cara hacia el cielo-. ¿Y qué pasa conmigo, Jack y los bebés? ¿Qué vamos a hacer después de que nazcan?
– Vas a casarte conmigo antes de que nazcan, y vamos a vivir juntos aquí mismo, en esta montaña. Ken me ayudará a protegerte, a ti y a los niños, y estaremos bien. Creo que puedo mandar un mensaje lo bastante audible a cualquier enemigo si se atreven a meterse con mi familia. No pararé hasta que estén muertos.
– No quiero que hagas eso, Jack. La venganza no es forma de vivir -dijo Briony amablemente.
Él introdujo sus dedos en el pelo de ella.
– No vas a cambiar quien o que soy, cariño. Ken y yo lo intentamos hace mucho. Sabemos con lo que podemos vivir y con que no. Nadie va a alejarte de mí.
Briony se quedó en silencio largo tiempo, mirando las nubes, el ojo hinchado le lagrimeaba y le dolía, pero el calor en el costado desparecía lentamente. Se pasó la mano por el estómago de forma tranquilizadora.
– Ya he cambiado bastante tu vida, Jack.
– Eso es algo bueno, Briony.
– Y Ken dijo que no podía casarme contigo.
Jack sintió que el corazón le daba un salto en el pecho. Fulminó con la mirada a su hermano dormido.
– ¿Dijo por qué?
– Sí -ella mantuvo la voz tranquila-. Dijo que tenías que pedírmelo con propiedad.
El alivió lo hizo desfallecer. El pulso le latía en las sienes, vibrándole en el cuello. Por un momento había cerrado los dedos en el pelo de ella en un apretado puño.
– ¿De forma apropiada? Si te lo pido, podrías decir que no, así que creí que sencillamente podríamos empezar bien, te lo diría y ya estaría hecho.
– ¿Ya estaría hecho? -repitió Briony.
Ken bufó con fuerza.
– Jack, yo haré la guardia y tú duerme un poco. Creo que te has frito el cerebro allá arriba.
– ¡Cierra el pico! -dijo Jack-. Te estás buscando problemas.
– ¿Ya estaría hecho? -repitió Briony lentamente-. ¿Qué cosa estaría hecha exactamente?
– La ceremonia. El papeleo. Lo que sea que se necesite para que sea legal.
Briony se sentó y lo miró enfadada.
– Coge tu “lo que sea” y métetelo por donde te quepa, Jack.
– No hay necesidad de enfadarse, Briony. No podemos ir por ahí con una panda de críos y no hacer lo que sea que hace la gente para hacerlo legal.
– ¿Lo que sea que haga falta para hacer qué legal?
Él se encogió de hombros.
– ¿Cómo demonios voy a saberlo? Nunca antes lo he hecho. Acostarnos supongo.
– ¿Entonces vas a casarte para que sea legal acostarte conmigo?
– Esto no va bien.
– ¿Tú crees?
– No te enfades, nena. No entiendo por que tienes que enfadarte.
– No me llames nena, Jack -dijo ella, entrecerrando los ojos en advertencia-. Puede que para ti el matrimonio no sea más que una ceremonia, pero para mí es algo sagrado. Y no tienes por qué preocuparte, no voy a insistir en el matrimonio. Ya lo te dije al principio, soy muy capaz de criar sola a un niño.
– No vamos a tener un solo niño, Briony -señaló él-. Vamos a tener dos. Creo que eso quiere decir que me necesitas, te guste o no.
– Creo que no lo estás pillando, Jack. No tengo intenciones de casarme contigo -se incorporó, mirándolo con furia.
Él alzó una ceja.
– ¿En serio? ¿Qué vamos a decirles a nuestros hijos? No creo que nos paremos en dos, ¿tú sí?
Briony no pudo evitar la urgencia de reír. Jack era imposible, siempre sería imposible. Se inclinó y le besó en la comisura de la boca.
– Dos ya me asustan lo suficiente. No creo que hablemos de tener más hasta dentro de mucho, mucho tiempo. ¿Tienes idea de lo realmente pequeño que es un bebé, Jack? ¿Alguna vez has sostenido alguno?
– Nope. Pero estoy seguro de que nos las apañaremos. Debe haber algún libro sobre el tema en alguna parte. Y no creas que hemos terminado de hablar sobre eso del matrimonio.
– Definitivamente hemos terminado.
Ella se estremeció debajo de la fina manta, y Jack alargó la mano para empujarla contra el calor de su cuerpo.
– Ven aquí. Vas a coger un resfriado si no te quedas cerca de mí -dijo él de forma sugerente. Sus manos se deslizaron por los brazos de ella para calentarlos.
Ken se levantó y cogió su rifle.
– Voy a hacer un reconocimiento mientras vosotros echáis un sueñecito, Jack.
Ten cuidado hermano. Tendrán un francotirador en los árboles intentando tener algún vistazo nuestro caminando por ahí.
Como si no lo supiera. Creo que es mejor darte la oportunidad de redimirte. Eres un idiota, y podrás arrastrarte mejor si yo no estoy por aquí. Ken sonrió fugazmente a su hermano y caminó hacia los espesos arbustos, de vuelta por donde habían venido.
– ¿Estará bien?
– Nos está dando algo de intimidad -Jack giró de lado, apoyando la cabeza en la mano para mirar la cara de Briony-. Piensa que estoy haciendo el idiota.
– Tiene razón.
– Lo sé. Sé que es demasiado pronto, Briony. No hay forma de que puedas enamorarte de mí tan rápido, pero sé lo que yo siento por ti. No tiene nada que ver con Whitney o con las feromonas y los experimentos. Cuando estoy contigo, me siento diferente, vivo, feliz, maldición, hasta en paz y eso aunque discutes la mitad del tiempo.
– Yo no discuto.
Él le sonrió, su mano libre se deslizó por la garganta de ella en una suave caricia hasta trazar la turgencia de sus senos.
– Tú me haces feliz, Briony. No parece importar donde estemos o en que infierno nos veamos envueltos, cuando estoy contigo, hay algo dentro de mí que se ilumina. Dime por qué no quieres casarte conmigo.
Briony miró su cara, tan masculina, severa y curtida, con líneas profundamente delineadas; sus ojos grises que podían ser fríos como el hielo o cálidos como el sol. No era un hombre que sonriera a menudo, pero cuidaba de los suyos. Trazó aquellos rasgos con las yemas de los dedos. La emoción la recorrió, sacudiéndola, acelerándole el pulso y haciéndole sentir mariposas en el estómago.
– No dije que no quisiera casarme contigo, Jack Norton, sólo que no me lo habías pedido de manera apropiada.
La mirada en la cara de ella, en sus ojos, hizo que el corazón de él bombeara con fuerza. Nadie lo había mirado antes de esa forma. Podría levantarse cada mañana con aquella mirada. Cambió el peso de su cuerpo otra vez de forma que pudiese enmarcar su cara con las manos, haciendo una mueca de dolor cuando el muslo conectó con el aislante.
– ¿Conoces algún libro sobre esta chorrada? Porque voy a necesitar usar algo.
Briony gimió y se puso de espaldas, riendo sin poder contenerse.
– Eres imposible, Jack. Imposible.
– Te quiero, mujer. ¿Qué más hay que decir?
La risa de ella lo afectaba más de lo que había creído posible. Para mantener la aplastante emoción a raya, inclinó la cabeza y tomó posesión de su boca, un poco desesperadamente, otro poco salvajemente, pero en su mayor parte con ternura.