– Perdón por levantarte, Bri, pero vamos a tener compañía pronto.
– ¿Qué esta pasando Ken? -exigió Jack.
– Empecé a sospechar cuando el maldito helicóptero nunca hizo ningún rastreo. ¿Por qué lo harían? No lo puse fuera de servicio. Pueden haber querido que yo pensara que lo hicieron, pero pensé mejor. Así que mientras me sentaba en las rocas, refrescando mis talones, me vino esta idea sobre el doctor Whitney y sus archivos. Sólo supón que logró encontrar un mapa de nuestra propiedad y lo estudió, sabía si íbamos por este cañón que teníamos que pasar por el paso.
– El hijo de perra -chirrió Jack.
– Así que tomé un pequeño paseo, y me aseguré que teníamos compañía esperándonos -Ken abrió su cantimplora y bebió, limpiando su boca con el reverso de su mano.
– ¿Podremos capturarlos?
– Ellos tienen la mejor posición y un helicóptero, Jack -Ken echó un vistazo a Briony, empezó a hablar, y cerró su boca. Nos matarían con seguridad.
– No hagas eso -dijo Briony bruscamente-. No soy un niño y no me marchito porque las cosas se ponen difíciles. Quiero saber qué va mal -capturó la dura mirada fija de Jack con la suya-. ¿Soy parte de esta familia o no?
– Sabes malditamente bien lo que eres para mí -dijo Jack-. La única verdadera salida del cañón es el paso. No pensamos que alguien sabría del camino. El cañón es una caja, y esencialmente estamos atrapados aquí. No hay ningún otro paso hasta que nosotros hagamos uno.
– Entonces, ¿cómo se han enterado? -preguntó Ken-. Ninguno ha estado aquí.
– Lo adivinó. El bastardo lo adivinó -dijo Jack-. Es un maldito genio, miró el mapa y entendió exactamente cómo pensamos. El cañón es una trampa natural. Sabía que los conduciríamos aquí, y puso a sus hombres arriba a sentarse y esperar. Haríamos una subida que es escarpada y peligrosa, debilitaría nuestra fuerza, y nos pegarían un tiro como patos en un estanque.
Briony respiró hondo, inhalando para tratar de captar el olor de peligro. Olió pino y abeto y aire de la noche, pero no soldados. La temperatura caía rápidamente, como si a menudo subiera en las montañas. Tembló y alcanzó el bolso de Jack, sacando una chaqueta para abrigarse.
– Estaremos bien -le aseguró Jack.
– Lo sé. Sólo tengo frío -no estaba segura que fuera verdad lo que le dijo a Jack, pero quería que fuera verdad.
El miedo era un compañero constante, familiar y por lo tanto fácil de sobrellevar. Se encogió de hombros deshaciéndose de ello y entrelazó sus dedos con Jack.
– No tenemos muchas opciones -dijo Jack-. Si intentamos el paso, equivaldría al suicidio. Tal vez con ambos Ken y yo te podríamos dar una ventaja, protegiéndote, podrías hacerlo, sobre todo si ellos no quieren matarte.
Ella sacudió la cabeza.
– Me quedo contigo.
– Podría proteger a los dos -ofreció Ken-. Tiene sentido, Jack. Sabes que tenemos que sacarla. Esto se trata de quién es más importante. Briony lleva a los bebés. Subiré al paso con el rifle…
– Al infierno con eso. Vamos juntos o nada -Jack chasqueó-. Si piensas que correría cuando te dispararan Ken, no me conoces muy bien.
Briony sacudió la cabeza violentamente.
– Estoy con Jack. Absolutamente no.
– Era una idea.
– Una estúpida.
– ¿Y si regresamos? -interrumpió Briony, sus dedos cavando en la palma de Jack-. Podríamos bajar la montaña para conseguir un poco de ayuda.
Ken sacudió su cabeza.
– De ninguna manera. Nos tienen apresados con la artillería pesada.
– Tenemos una posibilidad si tratamos de resistir aquí mismo y esperar a que lleguen los refuerzos -dijo Jack-. Podemos usar el equipo de radio y vendrán lo más rápido posible.
– Veinticuatro horas como mucho. Doce probablemente. Si tenemos suerte podrían estar aquí por la mañana. Tenemos las municiones. Podríamos hacerlo -estuvo de acuerdo Ken-. Tenemos bastante C4 y ya has aparejado algunos cables. Eso podría ser nuestro mejor tiro, Jack.
– ¿Qué tiene de mala la idea? -preguntó Briony-. A ninguno le parece gustar mucho.
– Ellos también pueden traer refuerzos fácilmente -contestó Jack-. Whitney tiene acceso a un equipo mucho más sofisticado, si nos quedamos demasiado tiempo. No podemos darle esta clase de tiempo, no, a menos que no tengamos ninguna otra opción.
Hubo un pequeño silencio. Ken suspiró.
– Subiré tan alto como sea posible y veré si puedo conseguir una señal lo bastante clara para pedir ayuda.
– Espera -Briony sostuvo su mano-. ¿Tienes que subir el acantilado de todos modos para conseguir una señal? ¿No es peligroso?
– No tenemos opción -explicó Jack-. Estamos en un cañón, nena. No podemos llamar a un perro, sin dejar solo nuestro equipo.
– Si hay un camino para que Ken pueda subir el acantilado y lo bastante alto para llamar, ¿por qué no podemos escalar los acantilados y salir de aquí? Todos somos fuertes -aventuró Briony.
Otra vez hubo un pequeño silencio, los hombres intercambiaron una larga mirada.
– Tal vez -Jack dijo pensativamente-. Contigo embarazada, probablemente es la última cosa que él esperaría.
Ken frotó una cicatriz de su mejilla izquierda mientras fruncía el ceño.
– Intentemos la cara norte en este momento, Jack. Tiene dedos y apoyos, algunas grietas que tal vez podríamos usar, pero aparte son de unos buenos quince pies. Sería complicado, sobre todo en la oscuridad.
Jack echó un vistazo al cielo.
– ¿Cuánto tenemos de luna?
– Bastante decente. Más de la mitad. Es una noche clara -Ken giró su cabeza para estudiar el acantilado escarpado, creciente. No podrá hacerlo, Jack. Es fuerte, pero está embarazada.
Briony sabía que hablaban de ella en privado. Separó su mano de Jack.
– Soy una acróbata, de la cuerda floja y soy jodidamente buena en ello. No hay mucho que no pueda hacer.
– No te gustan las alturas -le recordó Jack-. Todo está bien, Bri, podemos aguantar aquí fuera.
– No me gusta mucho, Jack, pero nunca has parado por mí antes. Si no estuviera contigo, ¿qué harías? -lo desafió.
– Estás con nosotros, así que no importa.
– Es importante para mí. No quiero sentarme aquí y esperarlos si tenemos una posibilidad para salir. Puedo manejar alturas también o mejor que alguno de ustedes. No me vendas barato porque estoy embarazada o peor, porque soy mujer.
– No podemos subirla de la manera convencional Briony -explicó Jack-. Tenemos que hacernos una escala humana, uno es el ancla mientras el otro se balancea como un péndulo y se lanza hasta el siguiente apoyo. Es difícil y peligroso.
– Entonces está aquí. ¿Lo harías si no estuviera aquí? Di la verdad.
– Ya habríamos empezado -dijo Jack.
– Es eso entonces -Briony dio una patada a la manta y se levantó-. Vamos.
Ken sacudió la cabeza.
– Así es como esto comienza, hermano. Se vuelve mandona. He oído que las mujeres hacen eso. Comienzan todas suaves y coquetas, engañando a un hombre, y luego salen las garras, las entierran y están al mando -se levantó, el rifle parecía una parte natural de él-. Estás en problemas, Jack.
– Probablemente -Jack estuvo de acuerdo, había orgullo y respeto en su voz para ella-. Vamos a movernos -le dirigió una pequeña sonrisa, aprobatoria.
Jack alcanzó a enrollar el saco de dormir, y una explosión estremeció la noche, sacudiendo la tierra, una bola roja y naranja enorme arremolinándose con una explosión ascendente y extrínseca de humo negro como una violenta nube en forma de hongo. Las aves chillaron, tomando los cielos, y el mundo pareció estar en caos.
– Vienen por nosotros -dijo Jack.
Ambos hombres llevaron tranquilamente sobre sus hombros el equipo e indicaron a Briony que caminara entre ellos en una sola fila, Ken mostraba el camino. Cuando el humo y el destello se decoloraron, la noche se volvió otra vez sorprendentemente silenciosa.