No hubo sonido de advertencia, pero de repente Saber no pudo respirar, la adrenalina bombeó por su cuerpo, congelándola en mitad del vestíbulo. No hubo olor, ningún aliento, ni agitación en el aire, pero supo, una eternidad demasiado tarde, que no estaba sola.
Algo rasgó sus tobillos y se tumbó boca abajo sobre el duro piso de madera, el aliento golpeando su cuerpo. Antes de que pudiera comenzar a rodar o tomar represalias, sintió el frío y el mortífero beso del cañón de un arma presionando contra la nuca de su cuello.
Todo ocurrió en cuestión de segundos, y sin embargo, el tiempo se ralentirzó de modo que todo estuvo claro como el cristal para Saber. El débil brillo amarillo limón del piso de madera, los latidos del corazón, el dolor en los pulmones, la percepción mortífera de metal contra de su piel. Todo se calmó como si hubiera estado esperando.
Estaban aquí. La habían cazado, la habían acechado, y ahora estaban aquí. Jesse. Oh Dios, pensó salvajemente. Jesse estaba solo, dormido, vulnerable… ¿que, si habían lastimado a Jesse? Su visión efectuó un escrutinio, todo dentro de una espiral, dispuesta a atacar. Tendría que matar al intruso para proteger a Jesse. Incluso si su asaltante la mataba, tendría que llevárselo con ella.
En el momento en que puso las palmas de las manos para levantarse del piso, él la empujó más fuerte con la pistola.
– No lo hagas.
Tenía que sujetarlo con las manos, haciéndole pensar que era una mujer aterrada. Sólo necesitaba un momento donde pudiera sujetar la mano alrededor de su muñeca, sentir su pulso, su latido… Saber se volvió loca, moviéndose agitadamente, tratando de cambiar de posición, agitando los brazos para golpear la pistola a un lado.
– ¡Adelante, dispara! ¡Hazlo! ¡Termina con esto ya! No voy a huir de ti nunca más -intentó agarrarse al reluciente cañón mientras se sentaba, tirando de él contra de su cabeza-. ¡Hazlo! -Estudió la distancia hasta su muñeca. Un momento, sólo un latido y le tenía.
Para su sorpresa, su asaltante de repente juró y tiró bruscamente la pistola hacia atrás.
– ¡Saber! -La voz de Jess fue ronca con una mezcla de miedo y cólera-. ¿Estás tan desquiciada que entras furtivamente aquí, de esa manera? Te podría haber pegado un tiro.
La furia y el alivio se unieron en su cabeza, se entremezclaron, y se fundieron en un remolino violento de emoción que no pudo contener.
– ¿Me apuntaste con una pistola? -Se precipitó hacía él, balanceándose con un puño apretado. Ella podría haberlo matado, estuvo a un pelo de asesinar a Jesse. Oh Dios, nunca podría… nunca… haber vivido con eso.
Él le atrapó ambas muñecas, inclinándola para desequilibrarla, y la sujetó fuertemente contra de sus piernas.
– Basta, Saber -la sacudió un poco cuando ella continuó luchando-. No tenía ni idea de que volvías a casa. Es una hora temprana. Odias la oscuridad y sin embargo no encendiste una sola luz -hizo de las palabras una acusación.
Temblaba incontrolablemente, tan cerca de las lágrimas que la aterrorizó.
– Estaba siendo considerada -siseó-. Qué es más de lo que puedo decir de ti. Suéltame, me haces daño -podía haberle matado. Le habría matado. ¿Por qué no había sabido que era él? Siempre reconocía su aroma, su calor. Ni siquiera había reconocido su voz. Tal vez lo hizo en algún nivel después, pero no al principio, no cuando se había abalanzado sobre ella en la oscuridad. ¿Por qué? ¿Qué había sido diferente? Su mente corría a velocidad con las preguntas, pero la cólera y el dolor y el terror superaban a la razón.
– ¿Estás calmada?
– No me trates con condescendencia. Me pusiste una pistola en mi cabeza. ¡Dios mío! Vivo aquí, Jesse, puedo entrar y salir cuando quiera. ¿Y qué estás haciendo a la una de la mañana con las luces apagadas y con una pistola? -Exigió.
Repentinamente lo supo. Sintió otra presencia, un testigo del arrebato histérico. Tensándose, se volvió lentamente. Saber vio momentáneamente una figura oscura precipitarse fuera de su vista. Alta, curvas abundantes. El corazón de Saber cayó rápidamente hasta sus pies. Una mujer. Jesse estaba con una mujer en mitad de la noche. Una desconocida. Con las luces apagadas. Peor aún, Jess estaba tan dispuesto a proteger a esa extraña que había estado al acecho con una pistola. La traición fue un sabor amargo en la boca de Saber. ¿Y por qué no había olfateado a la mujer?
Una pequeña llama comenzó a arder a fuego lento. ¿Había sostenido a la mujer entre sus fuertes brazos? ¿Recorrido su pelo con las manos? ¿Besarla de la forma que Saber había anhelado tanto que la besará a ella? Oh Dios, probablemente habían estado haciendo el amor, allí mismo en la sala de estar. El fuego se extendió. Y la mujer había presenciado la falta de control de Saber. Su mirada fija se clavó en los duros rasgos de Jess. Era una silenciosa acusación de traición y no le importó nada si él sabía cómo se sentía. Había desperdiciado demasiado tiempo aquí, se había arriesgado en exceso. ¡Vete al infierno por esto!
Saber eludió su movimiento instintivo hacia ella, presionando la palma de la mano sobre su boca. Se sintió traicionada, completamente traicionada. Si era posible odiar a Jess, justo en ese momento, lo hizo.
– Saber -Había dolor en su voz.
Pasó rápidamente a su alrededor y corrió hacia las escaleras, por primera vez en años, no le importó o incluso no notó que las luces estaban apagadas. Fue directamente hacia su dormitorio, el pecho le quemaba, luchando por aire, su cabeza latiendo. Arrojó los zapatos uno tras otro contra la pared y se lanzó boca abajo sobre la cama. Si esto era normal, apestaba. No quería más normalidad. Quería desaparecer, permitir a Saber Wynter morir y a alguien más, alguien que no pudiera sentir como tomaba su lugar.
Jess apretó su puño queriendo, necesitando, hacer pedazos algo. En diez meses Saber nunca ni una vez había vuelto temprano a casa del trabajo. El guardia de seguridad debería de haberle llamado, maldición. Brian debería haberle llamado. ¿Por qué estaba ella en casa? ¿Y qué diablos estaba mal con ella? Ella no sabía que era Jess quien sostenía la pistola, él había escudado los aromas y los sonidos del cuarto, pero había luchado como un gato salvaje, incluso yendo tan lejos como para gritarle que la disparara.
Instantáneamente sintió la nota discordante. No a él. Creyó que él era otra persona. Se sobresaltó cuando oyó los zapatos colisionar contra la pared. ¿Quién? ¿A quién había esperado? Se movió hacia la oscura sala de estar.
Un suave sonido silencioso le paró en seco. Saber estaba llorando, un sonido amortiguado, angustiado que desgarró su corazón directamente de su pecho. Maldiciendo a los Caminantes Fantasmas y a las excesivas precauciones de seguridad necesarias. Maldijo al guardia de seguridad y a Brian por no darle aviso.
– Me voy -su invitada salió de las sombras.
– Siento el inconveniente. -Se forzó Jess en decir. No podía decirle que se fuera al infierno. Louise Charter, la secretaria del almirante, había arriesgado su vida para entregarle una pequeña grabadora digital, pero en ese momento, todo lo que podía oír, en lo que podía concentrarse, todo lo que le preocupaba, eran los suaves sonidos de angustia que emanaban del dormitorio de arriba.
Saber nunca lloraba delante de él. Ni siquiera si estaba herida. Las lágrimas podrían brillar por un momento, pero en diez largos meses, Saber Wynter nunca había llorado.
Jess supo que rayaba en la grosería cuando acompañó a Louise fuera de su casa con prisa indecorosa. En el momento en que la puerta se cerró esperó impacientemente el ascensor. Pareció tomarse una cantidad interminable de tiempo. Tenía un deseo loco de saltar de su silla de ruedas hasta el tramo de escalera, equilibrándose en las dos ruedas.