– ¿Se ha ido Patsy? -Preguntó Jess.
Saber asintió con la cabeza.
– Hace un rato. Traté de que fuese al hospital para hacer un chequeo, y pienso que deberías llamarla y tratar de persuadirla. A veces las cosas se revelan más tarde. No debería correr ningún riesgo.
– Patsy es obstinada. Tal vez si se despierta mañana y le duele como el infierno, irá.
Saber apretó sus labios para evitar insistir.
– ¿Estás bien? Pareces disgustado. Si estás preocupado por Patsy, todavía creo que deberías hacer que un doctor la viese y luego contratar alguien de seguridad, un guardaespaldas, o a alguien para vigilarla.
Jess ya había planeado hacer eso. De hecho, iba a hacer unas llamadas telefónicas. Se sentía agitado.
Se pasó ambas manos por el pelo.
– Me siento encerrado. Salgamos de este infierno y vayamos de picnic.
La ceja de Saber se alzó.
– ¿Un picnic?
– Sí, un picnic. Ya sabes, una manta en el suelo…
– En el frío suelo -interrumpió ella.
– Una manta en el fríosuelo -repitió él-. Una cesta de mimbre cargada con cosas ricas especialmente preparadas para comerlas fuera. Ya sabes… un picnic.
– Sé lo que es un picnic, Jesse, sólo que no entiendo tu repentino impulso de ir a uno, especialmente ahora, cuando la naturaleza está a punto de descargar una tonelada de nieve sobre nosotros.
– Sólo está un poco fresco. Te encantará.
– Sí, de acuerdo. A mí y a los pingüinos -pero él empezaba a sonreír y el brillo de sus ojos era irresistible. ¡Maldito fuera! Sabía que no se podía resistir a aquella mirada pícara-. Supón que estoy de acuerdo con esta idea ridícula del picnic. Como acabas de indicar, los picnics implican comida -ella abrió la nevera y señaló con una sonrisa satisfecha-. Odio explotarte la burbuja, Calhoun, pero a mí me parece que está vacía.
– Ayúdame un poco con esto, pequeña quejica. Pararemos en la tienda. Necesito un poco de entusiasmo de tu parte.
– Bien, de acuerdo -Saber cedió-. Estoy entusiasmada. No puedo esperar -y no podía. Nunca había ido a un picnic antes. Esto era una de esas cosas que la gente normal hacía. Normal, lo que siempre quiso-. ¿Dónde vamos?
– Ya verás. Abrígate y no olvides tus guantes -instruyó él.
Saber se permitió estudiar realmente su cara. Era difícil leer a Jess; siempre lo era. Se sentía cómoda con él, viva y feliz. Y no había ningún dolor de cabeza, ninguna hemorragia en su boca, nariz, u oídos. Cuando estaba cerca de él, podía manejar toda la energía que inundaba su cerebro, todas las emociones y el bombardeo de sonidos que la asaltaban. Nunca se había preguntado por qué, pero debería haberlo hecho. Sólo un Caminante Fantasma que fuese un ancla podría apartar la energía de ella, y Jess Calhoun tenía que ser un ancla. ¿Era por eso por lo qué se sentía tan cerca de él? ¿Por qué era como ella?
¿Realmente se había engañado a si misma todos estos meses? Tenía que estar muy bien entrenado para haberle ocultado su participación en el programa. Generalmente podía descubrir un Caminante Fantasma a más de un kilómetro, pero como Jess estaba en una silla de ruedas, no se le había ocurrido que él posiblemente podría estar en aquel programa.
– ¿Qué pasa? -Preguntó otra vez, con voz suave.
Eso la tentaba para soltar sus miedos, sus preguntas. Pero lo sabía mejor. Jess había sido un SEAL, y una vez, Caminante Fantasma, no había vuelta atrás. Todavía trabajaba para los militares. Estaba implicado en alguna clase de investigación altamente secreta. Era consciente de las visitas secretas, los hombres que nunca había visto ir y venir. Debería haber sospechado, pero la silla de ruedas le había dado un falso sentido de seguridad.
– ¿Saber? -Preguntó.
– Nada -forzó una sonrisa. Se estaba tomando ése día con él, para ella, porque probablemente sería el único día que tendría alguna vez con el hombre que amaba.
La sujeto hermana de Calhoun llegó hoy. Logré dejar caer el aparato de escucha en su bolsillo antes, tras oír que iba a visitar a su hermano. Él debe tener un equipo de interferencia en su casa, porque no funcionó. Apenas capté algo, y repentinamente dejó de funcionar. Las buenas noticias son que ella está de vuelta en la ciudad, y de ser necesario podemos usarla para controlar a Calhoun. Él nos ha mostrado que está dispuesto a sacrificar su vida por alguien a quién ame. Es su mayor debilidad y una de las que podemos sacar provecho. Dame luz verde y cogeré a la hermana.
Le encantaría poner sus manos en la arrogante Patsy, mirándolo por encima del hombro, dejándolo de lado como si él no fuese nadie. Podría enseñarle modales y disfrutar cada momento. Estaba frustrado porque el aparato de escucha no había funcionado después de todas las molestias que se había tomado para colocarlo, especialmente dado que le había llevado un montón de tiempo conseguir la frecuencia exacta. Semanas de escuchar la voz de Jess durante horas hasta el final, una y otra vez, registrando la longitud de onda exacta. Whitney tenía todos esos pequeños experimentos que quería hechos. Y el otro, era exigente. Era emocionante ser un agente doble, jugar a ambos lados y amontonar enormes pagos, pero si no conseguía los resultados que ambos querían pronto, enviarían a alguien más para hacer el trabajo, y eso era inaceptable. Tenía planes para la Sirena Nocturna. Grandes proyectos.
CAPÍTULO 6
Jess había viajado por todo el mundo y había elegido a Sheridan, Wyoming, como su hogar, no sólo por su gente cálida, amistosa, sino también por su rica historia y por las actividades que allí se realizaban a lo largo del año. Era una hermosa ciudad, cercana a las Montañas Big Horn. Era su hogar, y después de haberse quedado en silla de ruedas había decidido quedarse… hasta que Lily y Eric le habían hablado del programa biónico.
Aún tenía pesadillas acerca de los hechos que le habían puesto en silla de ruedas. A menudo se despertaba empapado en sudor, con palpitaciones en su corazón, con un dolor que enroscaba sus tripas en nudos y sus piernas saltaban al recordar las balas golpeando en sus huesos, y luego la tortura que siguió. Había parecido interminable, un mar de dolor, con su sangre decorando las paredes salpicadas, recuerdos de hombres brutales que golpeaban objetos contra el amasijo que habían sido sus piernas. Lo recordaba tan vivamente. El tiempo no había diluido los recuerdos. Nada había ayudado, nada hasta que abrió su puerta y dejó a Saber Wynter entrar en su vida. Las pesadillas no se habían parado, pero desde la llegada de Saber, se habían aliviado.
Saber permaneció silenciosa mientras circulaban por las calles, pero como siempre, sintió que la paz entraba en él cuando estaba con ella. Su respuesta era extraña, ya que Saber no era exactamente una persona relajante. Tenía demasiada energía y demasiadas causas, pero cada vez que estaba con ella, se sentía feliz. En sus paseos vespertinos, a menudo hacía footing a su lado mientras él hacía girar su silla a lo largo de la Avenida Central, por delante de los vistosos edificios.
Ella estaba realzada. Tanto si lo admitía ante sí mismo, como si no, o incluso si ella lo hacía, ella era una Caminante Fantasma como él. Era buena, demasiado buena, y eso significaba que había sido entrenada, o ya habría metido la pata mucho antes.
Ser un Caminante Fantasma explicaba su voz, tan popular en las ondas radiofónicas, que su pequeña emisora de radio estaba empezando a golpear fuerte. También explicaba su necesidad de soledad. No era un ancla y no podía estar cerca de la gente sin sufrir dolor. Lo explicaba todo, excepto por qué estaba en su casa. Porque no importaba lo locamente enamorado que estuviera de ella, no podía ignorar el hecho que ella tenía que ser un agente. Esa era la única explicación que se le ocurría para explicar por qué sus huellas digitales no le hubiesen mostrado un montón de banderas rojas.