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Ken se movió para preparar una habitación para él.

– ¿Estás nervioso, Doc?

– No, no dispares a nadie.

Jack bufó.

– Mira, no es como yo. Sabe que dices un montón de tonterías y que al final les disparas de cualquier manera.

Ken entrecerró sus ojos al tiempo que Eric se levantaba para observar a su paciente.

– Su pulso es más fuerte de lo que pensé que estaría con la dosis que le dimos. Me gustaría tomar alguna muestra más de sangre. Pienso que se cura más rápido de lo que pensamos. Whitney incluyó un par adicional de cromosomas cuando los alteraba genéticamente a todos vosotros y eso le da un sinnúmero de código genético con el que trabajar. Mientras más los estudio, más me percato de que no sabemos ni la tercera parte de lo que pueden hacer.

– Le han sacado demasiada sangre -objetó Ken-. Ha sido utilizada como un cerdo de guinea para los experimentos de Whitney durante toda su vida. No pienso que sea necesario que nosotros hagamos lo mismo con ella.

Como siempre Eric sonó humilde, pero Ken oyó la nota preventiva en su voz y recorrió con la mirada a Jack, el cual simplemente negó con la cabeza. Eric se echó para atrás en su asiento.

– Necesitamos entender qué está pasando con todos ustedes -añadió-. Si se cura más rápido y puede expulsar los calmantes a través de su sistema, entonces necesitamos saberlo. No quisiéramos estar en medio de una operación complicada y que uno de vosotros se despertara de repente.

Eric se hundió en el asiento y se aferró como si el helicóptero despegase. Nunca le había gustado volar.

Ken recordó, y deberían estar agradecidos, de que estuviera siempre dispuesto a ir cuando uno de ellos resultaban heridos, pero en lugar de eso, Ken sintió un torbellino de emociones que realmente no podía identificar.

Apretó los dientes cuando le vinieron inesperadamente las imágenes de despertarse en mitad de la operación, como Eric planteó. ¿Era ese el tipo de experimento que Whitney dirigía regularmente? De todas formas, amaba la ciencia y no vivía para nada más. ¿Estaba su mente tan retorcida que podía hacer pasar a un ser humano por ese tipo de tormento una y otra vez simplemente para ver los resultados? Ken había sido torturado, sabía lo que era sentir el corte de un cuchillo sobre su piel mientras estaba completamente despierto e incapaz de contraatacar. La idea de que Whitney podría haber hecho lo mismo a otro ser humano en nombre de la ciencia le ponía enfermo.

Un pequeño escalofrío le traspasó y tuvo que aguantar una oleada de náuseas. ¿Por qué volvía todo eso otra vez después de todos estos meses? Su estómago latió, y muy, muy débilmente podía sentir el dolor que le recordaba su mente, una agonía a través de su cuerpo, oía ecos de una risa loca a través de su cabeza. ¿Estaba finalmente perdiendo el juicio? La furia en su interior, que seguía tan cuidadosamente encerrada, subió a través de su estómago y garganta hasta que quiso gritar y hacer trizas a alguien con sus propias manos desnudas. Las gotas de sudor cayeron de su frente encima de su brazo. Por el modo que su mente distorsionaba nunca más vería la sangre como un algo más de color rojo, por eso era incapaz de decir si las gotitas de sudor, eran simplemente una ilusión, o sangre real.

– Ken -dijo Jack, con voz aguda.

Sus ojos se cruzaron a través de la camilla cuando el helicóptero vibró, sacudiéndolos como si volaran a través del aire, rozando las copas de los árboles. Ken apenas podía aguantar ver el conocimiento y la compasión en los ojos de su hermano. Su boca se quedó seca, pero logró arrancarle una leve sonrisa con astucia, la que guardaba para momentos como este. Estaba bien, muy bien. Le habían robado su piel, su aspecto en general, incluso su virilidad, y habían convertido su cuerpo en algo peor que una película de terror, pero él estaba muy bien. Ninguna de las pesadillas, ningún grito, simplemente el destello de una sonrisa abierta, diciendo al mundo que un monstruo no vivía y respiraba dentro de él, arañándole con sus garras, queriendo salir y aniquilar a todo el mundo que le rodea.

A veces Ken pensaba que el monstruo le abriría la barriga de un tirón para salir fuera. Jack pensaba que quería contárselo a todo el mundo para morir. Él era el gemelo bueno. El gemelo con la vida fácil, el que se llevaba bien con todo el mundo. Sus dedos cerrados en sus puños, apretados, y luego, consciente de lo que le transmitía a su observador hermano, extendió los dedos delante de él. Estable como una roca. Siempre podría contar con eso. Su mano podía estar llena de cicatrices, sus dedos no tan flexibles como deberían, Ekabela y sus sádicos amigos habían cometido el error de mutilarlos pero no de quitarles la habilidad para disparar. Estaban demasiado ansiosos de dedicarse al placer de rajarle en otros muchos lugares más dolorosos y atemorizantes.

Desvió la mirada de su hermano. Jack podría leer su mente. Caramba, habían estado entrando silenciosamente por sus mentes desde que eran niños y empezaban a andar. Incluso entonces había sido auto conservación. Aprendieron a una edad temprana a contar sólo con el otro. Jack le conocía demasiado bien. Sabía que el monstruo que vivía en el interior de los dos estaba demasiado cerca de la superficie durante estos días. Jack tenía que estar preocupado porque Ken no fuera capaz de contenerlo. La locura era una posibilidad muy real que había que afrontar.

El doctor Peter Whitney era un hombre con demasiado dinero y poder. No creyó que las reglas estuvieran hechas para alguien como él, y desafortunadamente tenía el apoyo de algunos hombres muy poderosos. Jack y Ken, como varios otros hombres en las fuerzas armadas, habían caído por su entusiasmo en los experimentos psíquicos.

En aquel momento tenía un sentido perfecto para elegir y entrenar a hombres de todas las ramas del servicio de las Fuerzas Especiales poniéndolos a prueba para ver su potencial y el uso de las habilidades psíquicas. El doctor realzaría el talento inherente y crearía una unidad de hombres que podrían salvar vidas con sus habilidades.

Whitney no había dicho una sola palabra acerca del enlace de genes y de terapia genética. No había mencionado el cáncer, ni la hemorragia cerebral, ni cualquier apoplejía. Nunca había admitido que enfrentaría inconscientemente a un hombre contra otro. Y nunca mencionó un programa reproductor, usando feromonas para aparear a un súper-soldado con una mujer.

Ken palpó los implantes de sus sienes. Whitney no los había ocultado muy cuidadosamente, o tal vez sí. Tal vez sabía sobre el padre de Jack y Ken, era sumamente celoso y estaba tan obsesionado con la madre de ambos, hasta el punto que no podía aguantar compartirla con sus niños. La obsesión era una palabra muy fea, y en Whitney ciertamente se había agravado por el demonio de gemelos que enfrentaba diariamente. Habían jurado que nunca se arriesgarían a convertirse en el hombre que fue su padre, pero ambos ya habían sido elegidos, sin su conocimiento, para participar en el experimento de reproducción de Whitney.

Por supuesto que él sabía del viejo, dijo Jack. Es la razón por la que Whitney nos escogió. Somos los ganadores. Nos ha emparejado con gemelas y al final estará esperando placenteramente ver los resultados.

Estás dando palos de ciego, hermano, contestó Ken. Quieres saber si estoy afectado de alguna manera por la fragancia de Mari.

¿No es así?

Ken recorrió con la mirada a su hermano. No podía decir nada, y menos algo relacionado con Mari. Ella tuvo una oportunidad entonces, una pequeña, pero al fin y al cabo una oportunidad cuando él pensó que todos estaban perdidos. Nunca había visto películas dramáticas y no iba a vivir una vida así sin duda alguna, no se lo iba a permitir a Jack y Briony y tampoco querría vivir una con Mari. Whitney estaba condenado y sus experimentos también. Si fuere necesario Ken saldría a cazarlo.