Las otras mujeres creían en ella, y les había fallado dejándose capturar. Era posible que Whitney ya hubiese matado a una de ellas, pero él había estado lejos del recinto, y mientras nadie le dijese que se había ido, estarían a salvo. Los hombres la estarían buscando frenéticamente, sin querer que la ira de Whitney cayese sobre alguno de ellos. A veces sus castigos eran letales.
Ahora que sabía lo que era ser absorbida en la forma de otro ser humano, sentir la necesidad de su toque, oír su voz, mientras él parecía indiferente a ella excepto como prisionera, quiso retirar todo lo que había dicho y hecho los pasados años viendo a los hombres ayudar a Whitney con su programa de educación.
Los hombres eran tan prisioneros como las mujeres, sólo que no se daban cuenta… pero los experimentos de Whitney no podían continuar. Lo sabía con seguridad. No era natural y estaba intrínsecamente mal el no dejar oportunidad de elección. Incluso si se enamorase -y no estaba segura de que fuese posible si se tenía en cuenta la forma en que se sentía hacia los hombres- nunca dejaría de desear a Ken. Aquello le proporcionaba un entendimiento y una compasión que nunca antes había sentido por el hombre que se emparejaba de manera poco natural con una mujer. ¿Cómo podía ninguno encontrar la felicidad?
Ken vio las conflictivas emociones revolotear por su cara mientras ayudaba a llevarla al interior de la pequeña casa donde esperarían un transporte de tierra mientras Nico se zafaba de los cazadores. Él continuaría con el plan de vuelo a otra localización, una casa que Lili había alquilado también. Cuando el equipo de Mari llegase hasta allí, estaría vacía y Nico ya habría devuelto el helicóptero a la base donde pertenecía. Permanecería cerca del suelo por un tiempo en caso de que decidieran aprovecharlo para conseguir información. Nico no era un hombre fácil de encontrar. Sólo estaba esperando al doctor para irse, evitando tener tiempo de darse cuenta de que se había detenido.
Ken descubrió lo duro que era ver las gotas de sudor que cubrían la cara de Mari con cada paso que daban. Se había negado a más medicación contra el dolor porque quería estar alerta. Pudo leer su confusión y su humillación. Era innegable que se sentía atraída por él, con la misma aterradora y adictiva fuerza que sentía él cada vez que inhalaba su olor. Ahora entendía lo que había llevado a Jack a esforzarse tanto para tener a Briony. Jack se las había arreglado para alejarse de la mujer que una vez lo había sido todo para él, pero no pudo hacerlo una segunda vez. Ken no estaba seguro de cómo se las había arreglado su gemelo la primera vez, pero sabía que necesitaba encontrar la misma fuerza.
No podía tener a Mari. No importaba que ella lo deseara, o que pudiera persuadirla. No podía tenerla. No se atrevería. Jack lo había superado, pero él era diferente. Jack no había creído ser un buen hombre, pero Ken siempre había sabido que lo era. Ken lo había observado atentamente en busca de alguna señal que le hubiese dejado como legado la locura de su padre. Se había mantenido cerca de Jack, y le había allanado el terreno en cualquier situación, asegurándose de que Jack no tenía que hacer nada que prefiriese no hacer, para que así no hubiese razones para que sintiese la ardiente furia, una furia tan profunda, ardientemente helada, no caliente. Una rabia horrible, que iba más allá de la locura y endemoniadamente despiadada.
Jack llevaba el mismo hielo en las venas, la misma habilidad de cortar las emociones con solo darle a un interruptor, un rasgo que era peligroso aunque manejable, pero Jack sabía cómo proteger a otros. Cuidaba de los hombres de su unidad, a la mujer que los había salvado tantos años atrás cuando aún eran unos adolescentes salvajes ansiosos de sangre y venganza contra el mundo, y cuidaba de cualquier persona que se cruzase en su vida que necesitase protección. Cuidaba de todo el mundo, incluido Ken.
Ken ocultaba su rabia tras una sonrisa preparada y un rápido chiste, y custodiaba a su hermano con su vida. Cuidaba a una única persona, y ése era Jack. Amaba a su gemelo de una forma fiera y protectora, y estaba determinado a que Jack tuviese una buena vida con Briony y sus hijos. Ken mantendría a su hermano y a su familia a salvo, incluso de él mismo y la certeza que tenía acerca de que la locura de su padre habitaba en su interior. Era un monstruo con el que tenía que lidiar cada día, al que conocía íntimamente, y que apenas podía ocultar y controlar.
– Estás frunciendo el ceño.
La voz de Mari lo sacó con un sobresalto de su introspección.
Volvió a colocarse enseguida la máscara. Le pareció irónico que la máscara que ahora veía la gente, revelaba también lo que había bajo la piel, sólo que nadie se daba cuenta.
– No estoy frunciendo el ceño.
Tendría que ser más cuidadoso. Si le pillaba con la guardia baja, también lo haría Jack, y eso no podía pasar.
– El doctor te va a volver a examinar, y si puede, te quitará el catéter y la intravenosa. -La voz de Jack sonó totalmente tranquila. Tenía la pistola desenfundada, las manos quietas y los ojos fríos-. Si haces algún movimiento rápido, te mataré.
Ella se giró para mirarlo, forzando una sonrisa cuando lo que quería era gritar de dolor.
– Quizás me harías un favor.
Algo peligroso cruzó los ojos de Jack.
– No juegues conmigo, Mari. No sé nada sobre ti. Briony es mi mundo, y si de alguna forma eres una amenaza para ella, estarás acabada.
Briony. Mari no podía pensar en Briony. Su gemela estaba en algún lugar del mundo, lejos de toda aquella locura. Estaba a salvo y feliz y tenía un marido que la adoraba, no un despiadado asesino con fulminantes ojos grises y sin siquiera una pizca de piedad.
El doctor se acercó más. A Mari le llevó un momento darse cuenta de lo humillante que sería. Le iba a quitar el catéter con ambos hombres en la habitación. Y no llevaba casi nada debajo de la fina manta.
– Respira -avisó Ken-. No podemos elegir, y en cualquier caso, nos ocuparemos de tus necesidades hasta que puedas volver a caminar.
– ¿Durante cuánto tiempo has tenido a gente ayudándote con las funciones corporales después de que te cortasen en pedacitos? ¿Te lo quitaron todo, o sólo partes?
El suave movimiento rápido de la pistola se pudo oír en la repentinamente quietud de la habitación. El doctor jadeó y evitó cuidadosamente mirar a Ken. No era difícil para nadie imaginar a qué parte se había referido.
Mari habría dado cualquier cosa por poder devolver las palabras a su boca en el momento en que salieron. Había arremetido contra él por vergüenza, intentando herirle, intentando sacarle alguna reacción. Era algo bajo y mezquino. A ella no le importaban sus cicatrices, aunque tenía que admitir que se preguntaba si le habrían cortado por todas partes. No podía imaginarse a un sádico como Ekabela -un hombre capaz de genocidios- sin hacer todo el daño que le fuese posible a otro hombre que odiaba y temía.
Aquello ahuyentó cualquier otro pensamiento. Ekabela había temido a aquel hombre, y aún así ella le provocaba deliberadamente, estaba empujando una víbora enroscada con un palo, escarbando en las heridas de un depredador simplemente para cubrir su propia humillación. Levantó la vista hacia él, sin hacer caso de la furiosa tensión en la habitación y de que su hermano quería apretar el gatillo. Los dos hombres estaban muy conectados. Jack debía haber sentido la puñalada de dolor cortando tan salvajemente como el cuchillo que alguna vez había rajado a su gemelo cada vez que miraba a Ken. Ella lo sentiría si alguien hubiese torturado a Briony y hubiese dejado una marca visible detrás.