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Jack juró por lo bajo y puso su ojo en la mira, inspeccionando con cuidado la cabaña de la montaña varios cientos de yardas de ahí.

– Está ahí con su esposa. Podríamos sacarle y salir airosos; nadie se daría cuenta.

– Solo nuestro equipo entero.

Jack le dirigió una pequeña sonrisa sin humor a su hermano.

– Me habrían ayudado y lo sabes. Odian a ese hombre casi tanto como yo.

– Alguien quiso a Armine en una posición de poder. Alguien aquí, en los Estados Unidos. He pensado mucho sobre esto, Jack. Cada misión a la que hemos sido asignados el año pasado ha creado un vacío, un agujero por el que algún otro de los bajos fondos se metiese. Desde los señores de la droga colombianos hasta el General Ekabela en el Congo, hemos creado una vacante en aquellas posiciones de poder y alguien esta manipulando esto. Simplemente no pienso que sea el presidente de los Estados Unidos. -Le echo un vistazo rápido a su hermano-. ¿Verdad?

Jack juró de nuevo.

– No. Pienso que estamos jodidos.

– No puedo preguntarle a Logan si el admirante le dio la orden cara a cara, porque Jesse Calhoun contactó con él, dijo que era urgente, y Logan fue a verlo. Jesse ha estado dirigiendo una investigación sobre el vínculo del senador y Ekabela. Eso es por lo que Kadan Montague tomó su lugar en el equipo.

– Pensé que Jesse estaba todavía en una silla de ruedas -dijo Jack-. Lo último que escuché es que estaba inactivo y haciendo fisioterapia.

– Bien, aparentemente está trabajando de nuevo. Es uno de los psíquicos más poderosos en nuestro equipo y tiene cerebro. El almirante no iba por dejarlo. Es un infierno de cosa lo que le hicieron. Entre el realce, los experimentos psíquicos y las piernas de Jesse, tiene el palillo más corto.

– Todos lo tenemos. Cuando nos ofrecimos para las pruebas psíquicas -dijo Jack-, no teníamos ni idea de que apuntábamos un arma contra nuestra cabeza. Estamos jodidos, Ken. Estamos metidos en esto tan profundamente. ¡Demonios!, todos los Caminantes Fantasmas lo están. ¿En que nos hemos metido nosotros mismos?

Al menos se habían ofrecido voluntarios para la experimentación. Todos Fuerzas Especiales, todos militarmente entrenados. Las mujeres habían sido bebés, huérfanas que Whitney había adoptado en países extranjeros, niñas que había comprado y pagado, experimentando con ellas sin pensar en sus vidas.

Ken sacudió la cabeza.

– No sé, pero tenemos que averiguarlo. El coronel Heggens trató de sacar a Ryland Miller del equipo. Asesinó a un par de ellos antes de que se escaparan y lo expusieran. Tal vez no consiguieron la cabeza de la serpiente.

– Sabemos que la cabeza es el doctor Whitney. Es el cerebro. Levantó los experimentos, tenía los contactos, el dinero y la autorización para tener luz verde, y fingió su propia muerte. Encontrando a Whitney, matamos a la serpiente.

– Tal vez. -No hubo duda en la voz de Ken-. Primero todos creímos que Whitney fue asesinado. Entonces creímos que fingió su propia muerte para continuar con sus experimentos ilegales, que estaba dirigiendo sin interrupciones justo con sus experimentos militares. Ahora… -Se calmó, mirando las nubes de nuevo. El continuo goteo de sangre parecía demasiado alto en la noche. Nunca antes su pasado le había consumido hasta el punto de poner en peligro una misión, pero por primera vez, estaba empezando a dudar de su habilidad para mantenerse concentrado.

– ¿Crees que alguien esta detrás de Whitney para matarlo de verdad y tuvo que fingir su propia muerte, no para ocultarse de la exposición y de nosotros, sino para no estar en el punto de mira? -Jack se frotó las sienes-. ¿Cómo demonios nos hemos metido en este lío?

– Nos importaba un comino en su momento -dijo Ken-. Ahora tienes una esposa y gemelos en camino y tienes algo por lo que vivir. Vamos a retirarnos, reagruparnos con nuestro equipo, y realizar algunas preguntas molestas. Podemos hacer que Logan se ponga en contacto con el equipo de Ryland Miller y entre todos podríamos tener el suficiente cerebro para averiguar que está pasando.

Jack frunció el ceño, retrocediendo, y usando los codos y los dedos de los pies, moviéndose poco a poco a través del pesado follaje.

– ¿No podemos abandonar al bastardo a un disparo fácil, verdad? Si alguien más lo quiere muerto, probablemente deberíamos averiguar quien y como nos afecta.

Ken se movió a través de un camino de conejo, con el estómago pegado al suelo, el arma acunada fuera de la suciedad. Por un momento tuvo un mal presentimiento.

– Siéntelo, Jack -susurró Ken, el ojo en la mira. Algo está mal. Se comunicó telepáticamente con su hermano gemelo. Era una habilidad práctica cuando querían permanecer ocultos. Habían estado hablando una y otra vez así desde que Ken podía recordar, nunca necesitaron comunicarse verbalmente con el otro cuando la telepatía era tan útil. Por consiguiente, tenían un vínculo fuerte que los había mantenido en un buen lugar durante años. El experimento psíquico con el que habían estado de acuerdo después del entrenamiento en los SEAL solo había potenciado esta poderosa herramienta.

También lo siento. Kadan envía la alerta. Van a venir duro y rápido. Vamos a tener que proteger a este bastardo. Quienquiera que lo quiera muerto ya está aquí.

Ken mantuvo el ojo en el senador a través de la ventana. La esposa trofeo joven y bella del senador es consciente de que tienen visita también. Mírala.

Jack trató de ver a través de la mira. A través de la ventana de la cabaña una rubia se agachó para darle un besito en la mejilla a su marido. Ella dijo algo, sonrió, mostrando un montón de dientes y el senador le contestó, tocando su barbilla. Se giró, hacia la ventana, dándoles una visión de su cara.

Oh si, lo sabe. Y no le ha dicho ni una palabra a él, dijo Jack.

Un montón de buenos hombres podrían caer esta noche. Ken apenas podía resistir el impulso de deslizarse en la casa y salvarlos del problema cortando la garganta del bastardo. El senador había traicionado a su país por dinero, o poder, o la combinación de ambos. A Ken le importaba un comino cuales fueran sus motivos; se había vendido. Y había sido el cebo que había enviado a Ken al Congo en una misión de rescate, una misión que le había enviado directo al infierno, y a su hermano detrás de él. Y ahora, irónicamente, estaban protegiendo al traidor.

– ¿Demonios cual es el nombre de su esposa? -preguntó Jack-. ¿No crees que sea una de nosotros? ¿Un Caminante Fantasmas?

Ambos estudiaron a la rubia alta cuidadosamente. Se había alejado del senador hacia la siguiente habitación, donde alcanzo varias armas, sujetándolas como si supiera lo que estaba haciendo.

Ken inspiró profundamente y lo dejó salir. ¿La esposa del senador? ¿Un Caminante Fantasmas? ¿Cuál era su nombre? Violet Smythe. En el informe había poco de su vida antes de casarse con el senador. Violet. El nombre de una flor. Cuando habían sido informados acerca de los experimentos psicológicos con los niños, los huérfanos en los que trabajo habían sido todas hembras y les había dado nombres de flores.

– Violet -dijo en alto.

¿Dónde encajaba ella en todo esto? ¿Cómo podría un Caminante Fantasmas traicionar a sus compañeros soldados? Sabía por lo que habían pasado. Miró fijamente a través de su mira otra vez, apuntando al ojo izquierdo del senador. Todo lo que tenía que hacer era empujar el gatillo y se habría acabado. Nadie más sería asesinado. Un disparo y el hombre que le había entregado en las manos de un loco estaría muerto.

Sé lo que estás pensando, dijo Jack. Dios sabe que si alguien tiene una razón para matar a ese hijo de puta, eres tú. Si quieres hacerlo, Ken, di una palabra y lo hago ahora.