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Ken rechazó responder. Jack caminó cerca de la camilla, y de repente colocó el arma contra la cabeza de Mari.

– Te juro, por nuestra madre, que si piensas hacerlo de nuevo, le reventaré los sesos.

Inmediatamente Ken volvió a vivir, ensombreciéndosele la cara, los ojos estrechándose para reducirse hasta plateadas hendiduras.

– Aparta la jodida pistola de su cabeza o vamos a tener un problema Jack.

– Por mi puede desangrarse. Cualquier cosa que te ocurra, cualquiera, por tu mano o por la de otros y ella está muerta. ¿Lo coges? Te doy mi jodida palabra acerca de eso. Está muerta. Me conoces. Sabes que nunca paro. Piensa largo y tendido sobre eso antes de intentar esta gilipollez conmigo otra vez.

Jack retiró el arma, se la tiró a Ken, y lo empujó al pasar para irse hacia la entrada.

Ken permaneció solo un momento sujetando el arma, mirando fijamente tras su gemelo. No dijo nada, solo permaneció en silencio, los nudillos blancos donde sujetaba la culata del arma. Por fin, la metió en la funda bajo su brazo y cogió una profunda y relajante bocanada antes de examinar la sangre que se filtraba por la sábana.

Mari inhaló con aspereza, intentando encontrar alguna forma de aliviar la tensión.

– Bueno, esto fue bien. Puedo ver que tiene la mala costumbre de querer disparar a la gente. No estaba bromeando.

– No, no lo hacía. -Ken quitó la sábana de la pierna-. ¿Tenías que caer tan fuerte? Realmente esto es un desastre.

– Duele -admitió y alargó la mano para cogerle el brazo-. No me lastimaste. Yo tomé parte, no era todo por tu culpa, lo sabes. Podría haber dicho que no.

Él movió la cabeza y ella sintió el temblor que le recorría el cuerpo.

– No tienes forma de entender lo que pasa aquí.

– Entiendo más de lo que tú crees -dijo Mari.

Jack apoyó la cadera en la puerta, lanzándoles una mirada de odio a ambos.

– Entonces cuéntanos.

Ella le echó un rápido vistazo.

– Esto es acerca del programa de reproducción de Whitney, por supuesto. Todos estamos atrapados en él. Este es un gran experimento. ¿Briony está embarazada?

Jack se puso tieso.

– ¿Por qué pensarías eso?

– Porque Whitney estaba desesperado por dejarme embarazada. Estaba furioso con Brett por no conseguir terminar el trabajo. Cuando averigüé que estaba contigo, no fue tan difícil darse cuenta de que la quería en la misma situación.

Ken asintió.

– Es mucho más que eso.

– Ya sabíamos lo que estaba haciendo, Ken -dijo Jack-. Lo hemos sabido desde que envió a su equipo a recuperar a Briony. Quiere los bebés.

– ¿Que hizo qué? -Mari empujó a Ken, exigiendo una respuesta.

La ignoró, señalando con la cabeza a su hermano.

– ¿No lo entiendes? Lo sabe. Hizo esto. Lo sabe todo sobre mí.

– No estas siendo razonable -dijo Jack.

– Él quiere decir Whitney -interpretó Mari

Ken asintió, cubriéndose la cara con la mano, extendiéndose la sangre de Mari por la mandíbula.

– Siempre he sospechado que era psíquico. Lo sabe todo sobre mí. Sabe como soy y estableció esto. No puede ser por nada más, Jack. Sabía lo que yo haría si me enviaba a por ella.

– Piensa que te conoce, igual que pensaba que me conocía a mi. Aún tengo a Briony. Y estoy bien con ella. Nos ves juntos, he podido tener algo de celos ahora y después también, pero no soy como él y tú tampoco.

Mari paseó la mirada de uno a otro.

– ¿Quién es él? Ya no estáis hablando de Whitney.

– Lo soy -le dijo Ken a Jack. Su voz era un bajo y suave susurro de sonido, pero el impacto que llevaba era letal-. Soy exactamente como él.

– No es verdad -negó Jack.

– Al diablo que no lo es -chasqueó Ken-. ¿Sabes lo que quería hacerle cuando supe que otro hombre había estado dentro de ella? ¿Tocándola? Demonios, Jack. Ni siquiera la conozco. No sé ni la menor cosa sobre ella. No la amo. No me ama, ¿cómo podría hacerlo? Pero da lo mismo. Quería martillar dentro de ella, hacerle olvidar a cualquier otro, castigarla por atreverse, atreverse, a permitir que otro hombre la tocara de esa manera. No tuve cuidado con ella, no quería tenerlo. Quería que supiera con quien estaba.

Jack golpeó con la parte trasera de su cabeza contra la jamba de la puerta.

– Eso no es sano.

– Siempre he sabido que él estaba vivo, viviendo en mí. Siempre lo he sabido. Y aquel hijo de puta de Whitney lo sabía también. Él quería ver que nos ocurriría. Como su pequeño juego destruiría nuestra familia. Rápido. Lento. Una gran explosión, una silenciosa bala en la cabeza. Ahora mismo está cómodamente sentado y observándonos, Jack. El bastado está conectado a nosotros de alguna manera. Quiere forzar el asunto para ver si tú haces el trabajo de meterme una bala.

– ¿Y eso en que le beneficia? -preguntó Jack.

– Quiere ver que le pasa a Briony, ver si ambos sois lo bastante fuertes y lo bastante dignos para que vuestros hijos sean súper-soldados. Mari es prescindible para él, siempre lo ha sido. ¿Por qué crees que intentó conseguir un bebé de ella a través de otra persona? No quería que su trabajo fuera una pérdida total

Mari apartó la cabeza de ambos. Podía oír el tormento en la voz de Ken, y eso la desgarraba por dentro. No la amaba. ¿Cómo podría? No sabía todo lo que había en el pasado de Ken y Jack, pero oía el timbre de verdad en la voz de Ken y las cosas estaban tomando sentido. Whitney la odiaba porque no podía controlarla demasiado bien. Había utilizado amenazas contra las otras mujeres para mantenerla a raya. Y ella era fuerte, siempre una amenaza para él y sus programas. Hacía demasiadas preguntas. Whitney había estado furioso cuando Brett fue incapaz de dejarla embarazada.

Intentó separarse de lo que él estaba diciendo. Era como si todo le ocurriera a alguien más. Una mujer que ella no conocía. Era un soldado y necesitaba volver a su unidad. Donde pertenecía… a lo que comprendía. No era del tipo de estar tumbada inútil con las lágrimas quemando sus ojos, mientras un hombre usaba su cuerpo, pero había hecho justo eso, incapaz de resistir la boca y las manos de Ken.

Con Brett, era una tensión cada simple momento que él lograba estar cerca de ella. Estaba destinada a defenderse a si misma y a su derecho como una persona a elegir con quien quería estar. Con Ken, lo necesitaba desesperadamente cerca. Cada momento que pasaba en su compañía empeoraba la adicción por él, hasta que se sentía desesperada queriendo su toque.

– ¿Podría Whitney hacer eso? -preguntó, buscando en su memoria algún descuidado momento en que él podría haber cometido algún desliz-. ¿Cuál es tu apellido?

– Norton. -Fue Jack quien respondió, los ojos todavía trabados en su hermano.

El corazón le saltó de nuevo. Reconoció el nombre y debía haberlo sabido. Francotiradores. No solo francotiradores. La elite.

Ken limpió la sangre de su pierna, todo el tiempo evitando tocar su piel. El orgullo debería haberle evitado mirarlo, pero estaba fascinada por la forma en que su cuerpo se movía, por el deslizarse de sus manos, siempre cuidadoso de evitar su contacto. El recuerdo salía de la nada, desencadenado por el hipnotizante ondular de los músculos bajo la piel. La cara de Whitney contorsionada de ira.

Al infierno los Norton de todas formas. ¿Cómo les dejaste escabullirse, Sean? Lo hice fácil y la pifiaste.

No volverá a ocurrir, Doctor.

Sean había permanecido cerca de ella mientras Whitney la pinchaba con una aguja antes de una de sus misiones. Recordaba el subrepticio roce de su mano para alentarla. Siempre odió las agujas, y solo Sean había sabido de aquella pequeña debilidad.

Ken se puso rígido, los dedos rodeándole el pie como un torno.

– ¿Quién es?

Mari parpadeó, mirando a Jack y de vuelta a Ken.