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– No sé que me estás preguntando. Y me estás haciendo daño.

Ken se alejó de ella como si le hubiera quemado, limpiándose la palma en el muslo.

– El hombre en el que estabas pensando ahora mismo. Capté la impresión de él. Un hombre grande, respaldando a Whitney. Le gustas.

– ¿Captas todo eso solo por tocarme?

– Demonios, contéstame -ordenó Ken.

– Ken, retírate -le advirtió Jack.

– Hiciste tu elección, Jack. -Ken le lanzó una dura mirada-. Ahora todos nosotros tenemos que vivir con las consecuencias.

Mari colocó la cabeza en la manta metida bajo ella, los ojos estrechándose en su cara, dejando una especie de túnel de visión. Reconoció los familiares signos de su carácter golpeando.

– Espera un minuto. Tengo la horrible sensación de estar empezando a comprender que está pasando aquí. Llámame lenta, pero por alguna razón, aunque sois hombres, esperaba que actuarais con inteligencia.

– Mari…

– No me conoces lo suficiente para utilizar mi nombre. No tienes la menor idea sobre mi o mi vida. Soy tu prisionera, ¿recuerdas? Me disparaste. -Su voz estaba teñida de furia, así que la mantenía ultra-baja, pero era demasiado tarde para sujetar su genio. Ya estaba buscando algo que romper sobre la cabeza de él-. No te atrevas a llamarme Mari. No me importa si tengo una pierna rota. Si quieres torturarme, adelante, pero estaré condenada si te sientas allí siendo un engreído actuando como un amante celoso a causa de Brett, Brett, de entre toda la gente. Eso es lo que te hace saltar. Ahora me doy cuenta. Él “te tocó así” y después pierdes la cabeza. Que completo idiota.

– Mari…

– Que imbécil. No me hables. No toques mi pierna. -La adrenalina corría por su cuerpo, mientras ella se encontraba temblando-. ¿Tienes alguna idea de cómo es ese hombre? ¿Lo que es para una mujer tener a alguien que le desagrada tocándola? Vete al infierno, Ken. La próxima vez que quieras poner una pistola en tu cabeza, te ayudaré a apretar el gatillo.

– No lo entiendes -dijo Jack.

– ¿Estas bromeando? Soy la única que tiene que aguantar a Brett… o cualquier otro… al capricho de Whitney. No tú, no Ken. Y captar un destello de un soldado que me ha tratado con decencia y respeto, uno al que admiro, ¿es motivo de celos también?

Ken se quedó muy quieto, los dedos todavía rodeándole el pie, el contacto físico enviando chispas eléctricas silbando por las terminaciones nerviosas, aumentando el torrente de ira que se levantaba como un volcán.

– ¿Quién es? -repitió Ken.

Ya le dolía. Que demonios. Usó la pierna buena, encogiéndola y sacudiéndola, directa a su cara, usando la realzada fuerza, necesitando la satisfacción de marcar solo una vez contra él. Estaba interfiriendo con su mente y Mari encontraba eso inaceptable.

Él bloqueó el golpe con un brazo, lo bastante fuerte para hacer que la pierna se entumeciera, sin soltar el otro pie, ni siquiera perdió el agarre, como si su ataque hubiera sido tan intrascendente que casi ni lo había notado.

– Era Sean, ¿no es verdad?

– Vete al infierno.

– No lo entiendes -repitió Jack-. Whitney no hizo esto.

Mari apretó con fuerza los labios, estudiando sus caras. Ken no había movido un músculo, la mano todavía permanecía alrededor de los dedos de sus pies. Podía sentir el calor de su palma, era demasiado consciente de él como hombre, no como captor, no como enemigo.

– Infórmame.

– El viejo se las arregló para dejar su legado en uno de nosotros. -Ken lo dijo en tono prosaico.

Pero estaba afectado. Lo ocultaba muy bien, tan bien que ella dudaba que Jack pudiera atravesar su máscara, aquella falsa máscara sin emoción que Ken mostraba al mundo. Pero cuando la tocaba, cuando estaban piel con piel, ella veía más, sentía más, supo más de lo que él nunca tuvo intención… y estaba definitivamente afectado.

– Fui el afortunado al que nuestro padre le dio su herencia, y Whitney lo sabía desde el principio. Creía que lo había enterrado donde nadie podría saberlo nunca, pero él es psíquico y leyó en mi como un libro abierto, y todo este tiempo ha estado esperando su oportunidad.

Jack se aclaró la garganta.

– ¿Piensas que quiere ver tu reacción hacia ella cuando la aparee con otro hombre?

– Piensa que los mataré… o la mataré

El estómago de Mari dio un salto. Había una tranquila verdad en la voz de Ken. Se mojó los labios repentinamente secos.

– Realmente alguien necesita ponerme al corriente aquí porque, para ser totalmente sincera, no me gusta como suena esto. Whitney tiene una forma de manipular a la gente para que hagan exactamente lo que él quiere que hagan y yo no soy exactamente su persona favorita.

– Ken. -Jack la ignoró-. Él no te está leyendo. No tiene idea de tu carácter. Crees que el viejo está merodeando dentro de ti. Demonios, yo pensaba lo mismo, pero no es verdad. Fuimos investigados. Whitney tiene una alta acreditación de seguridad y leyó todo en nuestros expedientes.

– ¿Qué es todo esto? -preguntó Mari, intentando desesperadamente ignorar la forma en que cada punta de los dedos de Ken estaba llevando puntos de fuego a su tobillo.

– Jack, no tiene nada que ver con eso. Probablemente leyó los expedientes, pero lo sabe. Puso esto en marcha porque quiere ver como reaccionaré y como reaccionará Mari, y ahora que tienes a Briony para protegerla, quiere ver como reaccionarás tú. -Los dedos de Ken se removieron en el tobillo de Mari, y de repente volvió su mirada glacial hacia ella-. Mi padre era un hombre loco de celos. Asesinó brutalmente a nuestra madre e intentó matarnos a nosotros. Whitney lo sabe y planeó esto. Tu. Yo. Jack. Briony. Todo es un gran juego para él.

– Bien, está jugando un juego mortal entonces -dijo Jack-. Porque nadie nos controla, Ken. Hacemos lo que siempre hemos hecho, creamos nuestras reglas y aguantamos juntos.

– ¿Que hay acerca de ella? -la replica de Ken era tan baja que Mari apenas captó las palabras.

Jack suspiró.

– Sabes que es imposible dejarla atrás, así que vamos a tener que trabajar con eso. No fue fácil para mí con Briony, pero nos arreglamos.

– No soy tu, Jack. Te lo estoy diciendo. Soy como era él.

– No, no lo eres. -Mari era firme, obligando a ambos a que se fijaran en ella-. Si Whitney vio algo en algún informe en algún sitio, si, lo ha usado contra vosotros. Es muy bueno envolviendo a la gente en enredos, explorando sus debilidades, pero si tiene habilidades psíquicas y te tocó, no ha leído esto en ti.

– ¿Cómo lo sabes?

Los dedos de Ken reanudaron aquel gentil roce a lo largo de sus tobillos, el apretón tan fuerte como siempre, pero el toque había perdido su aviso y se había convertido en una involuntaria caricia.

– Porque yo te toqué.

Ken parpadeó. Fue su único movimiento. No hubo cambio de expresión en su cara, pero sabía que había reaccionado.

Jack se acercó lentamente.

– ¿Tienes esa clase de habilidad? ¿Lees a la gente cuando los tocas?

– No la tiene -negó Ken-. Está mintiendo para intentar relajar mi mente.

– Ya quisieras. No lo haría ni siquiera por ti. ¿Por qué querría aliviar tu mente? Peor te sientes tú, más feliz soy yo.-Los ojos de Ken eran acero caliente, pero ella sostenía su mirada y se encogió de hombros con fingida despreocupación-. No podría preocuparme menos que me creas o no.

– ¿Lo haces? -preguntó Jack.

Mari estudió sus caras. Había indudables grietas en sus armaduras, tanto si lo querían admitir como si no.

– No muy fuerte, pero lo bastante intenso como para saber que Ken no es un asesino, especialmente no de mujeres. Cumpliría una orden, pero no podría girarse asesinando a alguien sin una razón seria.

– Es bueno saberlo. -Ken le soltó el pie y se llevó el calor-. Si eres tan buena en todo esto, ¿por qué no me dices quien es este hombre y podemos dejarlo?