– ¿Es esto lo que quieres? ¿Alguien que te obedezca ciegamente? ¿Es esto lo que necesitas para disfrutar? -Sus brazos rodearon su cuello antes de poder detenerla, y su boca encontró la de él casi desesperadamente.
Él quería su sumisión pero no debido a su control mental. Sus fantasías eran de dominación sexual, no llevándose su identidad o su libre albedrío. Si fuera sumisa, necesitaba que ella quisiera darse a él, que confiase mucho en él, pero en el momento en que su boca encontró la suya, el volcán dentro de él estuvo a punto de explotar.
Hacía mucho desde que había sido capaz de sentir placer. Había pensado que el sexo estaba perdido para él. Sus brazos rodearon su cuerpo para acercarla más, así podría sentir sus pechos presionando contra el torso. Tomó el mando del beso, un puño en su espeso pelo rubio, forzando hacia atrás su cabeza mientras exploraba su boca, su lengua entabló un duelo con la de ella, tomando posesión, no le dio una oportunidad de hacer nada más que responder.
Juró que una corriente eléctrica atravesó su cuerpo y envió fuego a correr por su corriente sanguínea. Por un momento no podía articular un pensamiento coherentemente, sólo sentir su erección rugiendo, la sorpresa de su cuerpo más vivo de lo que nunca había estado. Su cuerpo se movió contra el de él como seda caliente, su boca caliente, húmeda y perfecta, sus sensuales labios. Sus dientes tiraron de su labio inferior lleno, los dedos mordiendo su piel. La quería, justo allí, justo entonces. Nada podía interferir con ellos. Necesitaba eso más de lo que necesitaba respirar.
Sus lágrimas se registraron; un sollozo suave atravesó el calor de la lujuria y lo detuvo abruptamente.
Sintió su cara, la huella de las lágrimas, sintió las lágrimas en su cuello. Abruptamente se apartó de ella, respirando fuertemente, tratando de recuperar su cordura.
– ¿Qué cojones he hecho? -preguntó suavemente-. Lo siento, Mari. Sabía que era un bastardo, pero no esto, nunca esto y no contigo.
¿Cuándo su orden se había vuelto sexual y por qué? ¿Por qué haría algo como eso, sabiendo lo poderosa que era la química entre ellos? No podía recordar cambiar la orden, forzando la conformidad sexual. ¿Había hecho eso? ¿Qué tipo de hombre era?
– Te lo juro, no quería que esto sucediese.
Limpió las lágrimas de su cara.
– Nunca pasará de nuevo. Te llamaba a mí, devolverte, no tratando de hacer que me aceptases sexualmente. -Se sacó la camisa por encima de la cabeza y tirándola sobre ella, rodeándola con su calor, dándole protección y a él un cierto alivio. Era tan hermosa, y estaba destruyendo cualquier oportunidad de que pudiera pensar alguna vez bien de él.
– Me estabas castigando. -Otro sollozo se le escapó, aunque luchara por contenerlo-. Debido a que el otro hombre me vio desnuda. Me estabas castigando.
¿Había hecho eso? Sacudió la cabeza.
– No. Te estaba llamando hacia mí. -¿Realmente podría ser tan despreciable? Ya no confiaría en sí mismo con ella. No podía estar a su alrededor. No estaba a salvo y nunca lo estaría de nuevo. Maldito su padre. Maldito Whitney. Más que nada maldito Ken Norton
¡Jack! Era una orden afilada, algo que raras veces hacía con su hermano, siempre permitía que Jack tomara la iniciativa, pero esta vez era diferente. Esta vez, Mari estaba implicada, no iba a arriesgarse con ella. ¿Y si no hubiera parado? Su cuerpo todavía se estremecía por la necesidad. Sus manos no la dejarían ir, necesitando permanecer en contacto con ella. Si había un infierno, ya estaba en él.
Jack explotó a través de los arbustos, el arma en la mano. Captó la cara de Mari surcada por las lágrimas, sus sollozos y la terrorífica máscara de Ken.
– ¿Qué demonios pasó aquí?
– Encuéntrale un par de vaqueros. Si son suficientemente grandes, se deslizaran sobre esa cosa ligera que el doctor le puso en la pierna. Ken trató de distanciarse de lo que estaba haciendo. No había vuelta atrás, ni cambio. El monstruo vivía y respiraba, estaba vivo y bien y arañaba por la supremacía. Casi la violé, Jack.
Ella parece bastante dispuesta.
Joder cállate y ocúpate de esto. Teníamos un trato. Hicimos un pacto. Estaba todo bien y suficiente cuando pensaste que eras tú. Me hiciste prometerte poner una jodida bala en tu cabeza, pero ahora soy yo, la amenazas en vez de ocuparte de mí.
Jack lo miró duramente y dio un paso adelante, deliberadamente cerca, tan cerca que el cuerpo de Mari se apretaba contra su pecho. La rodeó con sus brazos como si pudiera llevarla lejos de Ken, todo mientras miraba cuidadosamente a su hermano. Cuando nada paso, enterró la cara en su cuello e inhaló profundamente.
Ken permaneció muy quieto, sus ojos plateados nunca abandonaron la cara de su hermano.
– ¿Sabe mi hermana que eres un pervertido? Saca tus manos de mí. No me compartirán.
La indignación disminuyó el torrente de lágrimas.
– Si eres tal bastardo celoso, ¿por qué no estás arrancando mi cabeza, Ken? -exigió Jack, ignorando el comentario de Mari mientras caminaba lejos de ella-. El viejo hubiera sacado su pistola y nos habría disparado a ambos.
– Consíguele los pantalones y sácala de aquí.
Mari contuvo el aliento. Estaba abandonándola con los otros. Debería estar feliz, emocionada, pero en cambio estaba aterrorizada.
– No. -Sacudió la cabeza, lo dijo suavemente, una súplica que no podía detener-. No, tienes que quedarte conmigo.
Él enmarcó su cara con ambas manos.
– No puedo. Tienes que entenderlo. No confió en mí mismo contigo.
– Está todo bien. Esto es. Me lancé sobre ti. Sentí la conexión lo mismo que tú. No fuiste solo tú.
Sus pulgares rozaron las marcas de las lágrimas casi tiernamente.
– No te lanzaste sobre mí y lo sabes. Mari, no voy a correr el riesgo de hacerte daño. No soy un buen hombre.
– Como el demonio que no lo eres, Ken -lo interrumpió Jack-. No sé lo que pasa, pero nunca has tratado a una mujer con falta de respeto en tu vida.
Ken le dirigió a su hermano una mirada de advertencia, y refunfuñó una maldición, Jack giró para llamar a los otros y encontrar un par de vaqueros para Mari.
Cuidadoso con la pierna, Ken la levantó hasta su regazo, sujetándola cerca para consolarla, meciéndola con cuidado hacia delante y hacia atrás.
– Lo siento, dulce, de verdad. Tire de ti hacia mí, pero no se suponía que fuera sexual. -No sabía que había pasado, no podía recordar haber cambiado la orden. Descansó la frente contra la de ella, respirando profundamente para tratar de calmar la tormenta de necesidad y el rugido de auto odio.
Su pierna estaba sangrando de nuevo, y había un hilillo de sangre cerca de su oreja. Otro en la esquina de su boca. Ken lo borró con el pulgar, una advertencia sonó en su mente. El delgado hilillo volvió.
– Puedo mover cosas, y hacer sugerencias, hacer que un guardia aparte la mirada, ese tipo de cosas, pero nunca he visto a nadie más con el poder de controlar con la mente los movimientos de otra persona. No quise venir contigo, pero no podía detenerme a mí misma -admitió Mari. Sacudió la cabeza y limpió la sangre que manchaba su boca-. Whitney nunca puede adivinarlo. Nunca, Ken, ni siquiera accidentalmente. No puedes hacer esto delante de alguien que pueda informarle. -Levantó la cara, el color escurriéndose de su cara-. No informaste de esto, ¿verdad? ¿No está escrito en un archivo en algún lugar?
– Realmente te afecta. No, no hay archivo. Jack y yo tratamos de usar varios talentos por nosotros mismos. Si los tenemos, practicamos hasta que nos hacemos buenos en ellos. Vivimos silenciosamente y sólo tratamos cosas diferentes.
– Si Whitney supiera que podéis controlar a otros seres humanos, tomar el mando de sus mentes así, nunca descansaría hasta tenerlos. Y definitivamente querría vuestros hijos, o… -se interrumpió-. ¿Jack puede hacer esto? ¿Está Briony embarazada? ¿Whitney está detrás de ella porque va a tener un bebé? Es eso, ¿verdad? Eso es por lo que enviaron a Brett y estaba tan determinado a que me quedase embarazada. Ya lo sabe.