Lily Whitney cojeaba y estaba muy embarazada.
Tenía pelo negro y una mirada preocupada en su cara. Sin embargo, era la hija de Peter Whitney, la única persona por la que el sádico megalómano se preocupaba. Envió una sonrisa distraída hacia Mari, obviamente destinada a tranquilizarla.
– ¿Quién de vosotros va a darle sangre?
Ken se enrolló la manga.
– Yo.
– Túmbate en la cama a su lado. Tengo que administrar el antídoto, pero va a chocarse y chocarse duro. Tengo un equipo reunido, no te asustes.
– ¿Qué quieres decir con chocarse? -pregunto Mari. Extendió la mano instintivamente a Ken, agarrando su mano-. ¿Qué quiere decir?
– No hay tiempo -dijo bruscamente Lily-. Has tenido la droga en tu sistema demasiado tiempo. Tus células se están rompiendo. Tengo que ponerte la vía justo ahora. No luches conmigo en esto.
– Mari. -La voz de Ken era baja y calmada. Envolvió el brazo alrededor de sus hombros-. Voy a estar justo aquí. Déjala ponerte la vía y darte el antídoto.
Mari trató de sofocar el pánico que se alzaba rápidamente. Estaban todos asustados, especialmente Ken. Tenía aquella misma máscara inexpresiva que normalmente llevaba, pero sus ojos la observaban con una advertencia. Él la obligaría a aceptar el tratamiento si no se tranquilizaba.
El terror reinó. Ella no los conocía. No confiaban en ellos, especialmente en la hija de Peter Whitney. Había conocido la traición la mayor parte de su vida. ¿Podría ser todo esto una conspiración elaborada de algún tipo?
Ken enmarcó su cara con ambas manos.
– Aunque nunca vuelvas a confiar en mí de nuevo, esta vez, te pido que pongas tu vida a mi resguardo. Vas a chocarte tan pronto como Lily te dé el antídoto, pero te desangrarás si no lo consientes. Te traeremos de vuelta. Te lo juro, Mari, no es un truco.
Lily no espero a que Mari decidiese. Le estaba poniendo la vía en su brazo y una en cada pierna con una eficiencia asombrosa.
– Túmbate en la cama al lado de Mari, Ken. -Dirigió una pequeña sonrisa en la dirección de Mari. Ayudará a mantenerla calmada. La necesitamos muy tranquila-. Soy Lily. Estoy segura de que no me recuerdas -dijo Lily en voz alta.
– Te conozco. -Mari trató de no estremecerse cuando la aguja entró. Odio las agujas confesó, avergonzada. Es realmente estúpido. Puedo romper huesos y disparar a alguien a cientos de yardas sin pestañear, pero odio las agujas. Debería estar acostumbrada a ellas: Whitney estaba siempre tomando sangre para algo, o inyectándoles algo, o la ataba con correas a una mesa y le añadía realces genéticos. La usaba como una cobaya mucho más a menudo que a las otras mujeres porque la consideraba difícil de controlar. Hacía demasiadas preguntas, incitando a las otras mujeres a la rebelión.
Sintió a Ken instalarse a su lado, su peso hizo que su cuerpo rodase hacia él. Sus caderas se tocaron. Su muslo se deslizó a lo largo del suyo. El calor de su cuerpo calentó el frío del suyo. Fue muy consciente de él instantáneamente, de su olor masculino y su fuerza total, y del hecho de que era una mujer y él un hombre.
– Relájate, Mari. -Sus dedos se enredaron con los suyos.
Lily y otro hombre estaban trabajando para meter bolsas de algo denso y amarillo en las vías mientras alguien más estaba inyectando agujas en el brazo de Ken.
Dime que está pasando.
No te asustes. Voy a pasar por esto contigo. Lily es realmente buena. Ha estado estudiando esta droga, porque el Zenith obviamente puede regenerar nuestras células, pero después de estar en nuestro sistema durante un tiempo, empieza a tener un impacto negativo. Las células se deterioran a un ritmo muy rápido, casi al mismo ritmo que ocurre la curación. Apretó su mano para tranquilizarla. Las hemorragias masivas sobrevienen. Va a darte el antídoto más rápido, por eso tantas vías. Te inyectara algo del antídoto en tus músculos también.
Y esto de verdad está pasándome. Eso es por lo que la pierna sigue sangrando y ahora tengo hemorragias nasales. Un escalofrío de miedo se arrastró hacia abajo por su espina dorsal. Podría tratar con algo si sabía lo que estaba pasando. No se asustaría. ¿Por qué continúa dándonos la droga si sabe que puede matarnos?
El pulgar de Ken la acariciaba la muñeca una y otra vez. La sangre empezó a correr por el tubo de su brazo al de ella. Si sois capturados y no podéis llegar hasta él, morís. Es otra protección para él. Si volvéis, os administra un antídoto y nadie se entera. Si alguien llega tarde, los salva donde nadie puede verlo o esa persona simplemente desaparece. Él gana de cualquier forma en que lo mires. Todos nosotros somos desechables.
Apostaría que Lily no lo es. Mari estudió la cara de la hija del doctor. Tenía una mirada de determinación total. Nadie era tan buena como actriz. Lily Whitney estaba totalmente enfocada en salvar la vida de Mari.
¿Ha hablado de ella últimamente?
Nadie esta tan cerca de él, bueno, nadie más que Sean. Sean es un súper-soldado, y Whitney lo mantiene alrededor como un guardaespaldas.
Ahí estaba ese nombre de nuevo. Sean. Ken a menudo captaba retazos de Sean en la mente de Mari. Más que eso, había respeto, incluso admiración. Su tripa se retorció en duros nudos con la mención del hombre, algo oscuro y un remolino sombrío en su cerebro.
¿Podría realmente morir?
Se llevo los nudillos a los labios deseando confortarla, no queriendo contestarle o pensar en las posibilidades. Sonaba abandonada y vulnerable. Su corazón reaccionó con un extraño cambio. Había más sangre en la esquina de su boca. Ken ignoró la manera en que el aire se precipitaba desde sus pulmones, dejándolo luchando por respirar. Se negó asustarse si Mari no lo estaba. Lily la salvaría porque no había otra opción.
Si algo me pasa, dile a Briony que pensé en ella cada día, que su felicidad me importaba más que cualquier cosa. Incluso en su mente, su voz sonaba lejana, débil, como si luchase por respirar, por vivir.
Ken permaneció quieto, sujetando la mano fuertemente contra sus labios. Su piel era tan suave, incluso a través de la cicatriz que partía su labio.
– No vas a morir, Mari. No dejaremos que pase. -Dijo las palabras en alto porque quería que Lily lo oyera. Luchó por mantener su voz calmada, sin una amenaza, cuando sabía que quería decirlo como una amenaza, cuando todos en la habitación sabían que era una amenaza. Su corazón golpeó con terror. No podía perderla de esta forma. No dejaría que Whitney ganase esa batalla. Mari tenía que vivir.
Lily puso su mano brevemente en su hombro.
– Está bien, Ken. Lo entiendo.
Tal vez lo entendiese, pero él no. Se sentía partido en dos. Mary era virtualmente una extraña, aunque sentía como si la conociese íntimamente. Había conocido a los Caminantes Fantasmas por algún tiempo, muchos de ellos por años, pero era a Mari a quien quería proteger, necesitaba saber que estaba a salvo, viva y bien en algún lugar en el mundo, incluso si no podía estar con él.
– ¿Cómo pudo hacer esto? -Ken hizo la pregunta antes de que pudiera detenerse a si mismo, fulminando con la mirada a Lily, un destello repentino de rabia sacudiéndolo.
Ryland, el marido de Lily, frunció el ceño, enderezándose lentamente de donde estaba inclinado sobre el brazo de Ken, asegurándose de que la sangre fluyese lentamente desde un paciente a otro. Había una amenaza segura en su postura.
Lily sacudió la cabeza ligeramente para evitar que su marido interfiriese.
– No lo sé, Ken. Me lo he preguntado a mi misma un millón de veces. Dicen que la línea entre la genialidad y la locura es muy fina. Y él se está deteriorando cada día.
– ¿Por qué dices que se está deteriorando?