– Nunca soy amable con nadie, Mari -negó, una sonrisa en su voz, aunque no se mostró en sus ojos grises-. No vayas a arruinar mi reputación.
Ella cerró los ojos porque no podía mirarle sin sentir la quemazón de las lágrimas. Se dijo a si misma que era debido a que estuvo cerca de morir, pero sabía la verdad. Ken Norton estaba dándole a probar como podría ser la vida, y ella no tenía esa vida, nunca podría tener esa vida.
– Nos posee, ya sabes. Hablamos de escapar, pero no lo hacemos, porque no sabemos como sobrevivir fuera del complejo. Nunca hemos caminado por una verdadera calle de ciudad. Hemos entrenado en una guerra urbana, en simuladores, y tenemos ciudades simuladas en la que entramos para enfrentarnos en la batalla, pero nunca hemos estado realmente fuera de las instalaciones, más que para ir a la jungla o algún pequeño reino de los señores de la droga. Como dije, ir en misión era una especie de vacación, tan estúpido como suene eso.
Su voz era suave y somnolienta, la nota golpeando justo el tono que hizo a su cuerpo volver a la vida. Demonios. Todo lo que hacia o decía, todo lo que era, sacaba lo peor de él. Ken luchó por mantener su mente centrada en la conversación.
– ¿Estuviste alguna vez en el Congo?
– He estado en cada jungla, bosque y desierto que hay -dijo sin abrir los ojos-. Y en cada lugar tenían sanguijuelas, he logrado encontrarlas. Las sanguijuelas están justo allí con agujas y guisantes para mí. Antes del programa de cría de Whitney, era un maldito buen soldado.
– Todavía eres un maldito buen soldado.
Mostró una sonrisa pequeña y agradecida y se movió ligeramente, un pequeño cambio en su posición, pero atrajo sus suaves senos contra su pecho. Logró reprimir un gruñido, sintiéndose más un pervertido de lo que alguna vez se había sentido.
– ¿Si pongo mi brazo alrededor de ti, vas a empujarme de la cama?
– No. ¿Debería?
– ¿Quieres que sea sincero?
Mari sonrió y se acurrucó más cerca de él.
– No. Me duele y quiero irme a dormir. Tú te sientes a salvo. Necesito sentirme a salvo.
– Entonces estás perfectamente a salvo conmigo.
Ken envolvió sus brazos alrededor de ella y trató de no sentir la oleada de conciencia sexual que el calor y la suavidad de su cuerpo le trajeron. Las emociones eran algo con las que se negaba a tratar. Parecía tan joven, sus pestañas largas y espesas, contra su pálida piel. Su pelo brillaba con hebras de platino y oro. Lily debía haber deslizado algo en los fluidos que la hacia dormir, o Mari nunca habría hecho una declaración tan indefensa. Esperaba que no lo recordase cuando despertara.
– Estoy aquí, cielo. Solo duérmete y yo vigilaré -murmuró, sus labios contra su sien.
Ella debería haber olido a muerte no a vida, pero cuando inhaló su aroma, podía saborearla a ella en su boca, sintió su corazón latiendo al mismo tiempo que el de ella, fuerte y regular con un ritmo perfecto.
– No puedo dormirme; está demasiado silencioso aquí.
Él gruñó suavemente.
– ¿Vas a hacerme quedar como un tonto, verdad? -Miró hacia la puerta-. Mejor no le digas a nadie que hice esto.
Ken puso su brazo alrededor de su cabeza, su brazo bloqueando la luz de la ventana, deseando tener su guitarra.
Jack se había dedicado a sus libros en los largos años de la adolescencia y Ken a la música. Podía tocar casi cada instrumento, pero prefería la guitarra. La sensación de ello en sus manos y contra su cuerpo era la misma que sentía cuando sujetaba su rifle, una extensión de si mismo. Era calmante y lo sacaba del mundo, justo como lo hacía el rifle. No podía tocar para ella, por eso cantó suavemente, llenando la habitación con su rica voz, usando sus propias creaciones, canciones que había escrito a través de los años, canciones de soledad y angustia, de rabia y muerte, y canciones sobre la belleza de la tierra y el mar. Se mantuvo vigilante mientras su respiración se aplanaba y se dormía ligeramente. Siempre que paraba, su cuerpo se sacudía y un ligero ceño cruzaba su cara, instándolo a continuar.
Miró su reloj cuando Lily entró en la habitación; estaba sorprendido de que hubieran pasado varias horas. Avergonzado de ser cogido cantando, se ocupó en alisar el pelo de Mari, mientras Lily comprobaba su pulso y el ritmo del corazón.
– ¿Cómo está? -preguntó finalmente.
– Mucho mejor. Salvaste su vida, Ken, trayéndola tan rápido. Otros pocos minutos y no podría haber hecho nada. -Lily empezó a quitar las vías del cuerpo de Mari-. El Zenith es un curador asombroso, pero como la dinamita, es altamente inestable. Nunca he sido capaz de aislar las causas por las que las células se rompen, y en que tiempo exactamente. Siempre varía de paciente a paciente. Sería una droga milagro si parase después de curar el cuerpo. Mira su muñeca.
Ken continuó tumbado en la cama, sujetando a Mari cerca de él.
Estaba despierta; podía decirlo por la energía corriendo en su mente. Se había despertado en el momento en que Lily abrió la puerta, pero no se había movido, manteniendo su respiración lenta y lisa.
Lily cuidadosamente cortó la escayola y con cuidado pincho la muñeca.
– Probablemente tiene una capacidad de curación notable de todas formas y el Zenith solo empujó su cuerpo implacablemente. -Puso el brazo de Mari de vuelta en el colchón y la cubrió con una sábana-. ¿Ha mencionado mucho a mi padre?
Ken no contestó. No iba a mentirle, pero Lily estaba frágil con su estado de embarazo y no era su culpa que su padre fuera un loco.
Ella suspiró.
– Tengo que saber sobre el programa de cría que está llevando a cabo, Ken. -Miró hacia la puerta donde los otros estaban descansando, un pequeño ceño en su cara-. Creo que está insertando ADN animal en los soldados. Creo que algunos de vosotros ya lo lleváis, especialmente los hombres. ¿Ha mencionado agresiones? ¿Algo que puede indicar a unos pocos soldados en sus programas están mostrando signos de instinto más que de comportamiento intelectual?
Los dedos de Mari lo tocaban. Él envolvió su mano con la suya.
– Le preguntaré sobre eso, Lily.
– Necesita ayuda desesperadamente, Ken. -Lily sacudió la cabeza-. Debería haberlo sabido. Debería haberle conseguido ayuda. Mira eso. -Empujó la delgada sábana de la pierna de Mari, recorriendo con su mano la piel de allí, sintiendo el hueso-. Realmente tampoco necesita más esta férula. La dispararon. Su pierna estaba rota, y en unas pocas horas su cuerpo ha curado. Peter Whitney hizo esto. Creó la droga y manipuló los realces bióticos para acelerar las capacidades de curación del cuerpo a una velocidad fenomenal. Solo imagina como se podría beneficiar el mundo con sus descubrimientos si no se hubiese vuelto loco.
Ken tensó los dedos alrededor de los de Mari mientras Lily quitaba la férula.
– Pero se volvió loco, Lily. No importa como de brillante sea, o es, se ha convertido en un monstruo. No podemos permitir que continué y lo sabes. Mantiene a mujeres cautivas y las fuerza a quedarse embarazadas. Están prisioneras, mantenidas en una instalación remota en algún lugar, sin esperanza de salir alguna vez. Y planea experimentar con bebés.
Lily dejó salir el aire en un largo sonido de dolor.
– Estoy haciendo todo lo que puedo para encontrar a las mujeres, Ken.
Pregúntale si lo que Whitney está haciendo con los hombres puede ser invertido. Si está insertando ADN animal en ellos o aumentando sus niveles de testosterona, ¿Puede deshacer lo que él ha hecho?
Ken se aclaró la garganta y trato de parecer intelectual.
– Lily, si el doctor Whitney esta usando ADN animal, o aumentando los niveles de testosterona en algunos soldados, ¿hay una manera de invertir o deshacerse de ello?
La mirada de Lily saltó de su cara a la de Mari, entonces retiro la mirada como si estuviera viendo demasiado.
– Los niveles de testosterona deben ser controlados con drogas. Dependiendo de lo que hiciera y cuanto aumentase los niveles, podría ser capaz de nivelar a los hombres. Pero si realmente esta insertando ADN animal en ellos, que es lo que he empezado a sospechar, no hay nada que pueda hacer. Con el par extra de cromosomas que insertó, tiene un montón de código genético para trabajar con él.