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– Ekabela peló la piel de mi espalda. Adivino que estaban cansados de hacer todos aquellos agradables cortes limpios en el frente y querían terminar con ello.

Estuvo en silencio un momento, sus dedos masajearon su cuello y su cuero cabelludo. No había dicho una palabra acerca del dolor o el hecho de que no podía haber evitado una infección importante por estar en la selva. Era un milagro que estuviera vivo. Y esto la hizo aún más curiosa sobre cuan lejos habían ido con ese cuchillo

– Sube aquí conmigo -dijo finalmente-. Canta para mí. Esa es la cosa más hermosa que he escuchado nunca. No he tenido ni una sola pesadilla.

Ken se deslizó sobre la cama, curvando su cuerpo protectoramente alrededor del ella, sus brazos sujetándola cerca. Cantó suavemente mientras ella iba a la deriva en el sueño, y entonces permaneció quieto, las lágrimas quemando tras sus ojos y su corazón golpeando alto y desesperado en su pecho.

Capítulo 10

Mari durmió intermitentemente en los siguientes dos días, recuperando lentamente sus fuerzas. Ken estuvo con ella la mayor parte del tiempo, pero era libre para moverse alrededor de la habitación fortaleciendo los músculos de su pierna de nuevo. Ken entrenaba con ella, flexiones, abdominales y frotaba el músculo de su pantorrilla por ella. Cada vez que se iba a dormir, estaba allí, sujetándola cerca y cantando suavemente para ella. Si alguien más entraba en la habitación, paraba bruscamente como si se avergonzara, pero cuando estaban a solas y se lo pedía, cantaba. Le hacía sentir como si hubiera una conexión, una intimidad entre ellos dos.

Se despertó por la noche, mirando al techo y saboreando la sensación del cuerpo de él tan cerca del suyo. Sabía que estaba despierto, incapaz de dormir. Deseaba encontrar una forma de eliminar sus pesadillas de la manera en que él lo había hecho para ella. Podía decir por su respiración desigual y el intenso calor de su cuerpo que los recuerdos estaban muy cerca. Estaba sentado a su lado, la sábana y poco más, los separaba. Siempre era consciente de él como hombre.

– ¿Mala noche?

Giró la cabeza para mirarla, y ella captó un vistazo del infierno en sus ojos antes de que le sonriera, cubriendo sus pensamientos. Sus dedos subieron para enredarse en la seda oro y plata de su cabello.

– No demasiado. -Tiraba de su cabello, frotando las hebras entre el pulgar y el índice como si saboreara la sensación-. Adoro verte dormir.

Debería haberla molestado, siendo tan vulnerable mientras dormía con un hombre mirándola, pero de algún modo, la hacía sentir a salvo. Quería eso para él. Era un centinela silencioso, montando guardia sobre ella, sus propias pesadillas cercanas y vívidas mientras se aseguraba que fuera capaz de dormir como un bebé. Apenas parecía justo.

– Desearía que pudieras dormir también. Necesito encontrar algo para ayudarte con ello. -Había una invitación inconsciente en su voz.

Ken se sentó a su lado, sintiendo el calor de su cuerpo, la ráfaga de electricidad que crepitaba a lo largo de su piel. Tenía buenas intenciones, se había dado muchos sermones, pero estando con ella día y noche, mirando las sombras pasar a través de su cara, conociendo lo que su vida había sido, lo que sería si Whitney se saliese con la suya le hizo sentirse menos monstruo de lo que era. Y eso era peligroso.

– Ken. -Hubo un dolor de añoranza en su voz. Se alzó y tocó sus labios trazando la línea externa con una caricia ligera.

Él sacudió la cabeza.

– Estas tentando al diablo, Mari.

– No pienso en ti como en un diablo.

Ken enmarcó su cara con las manos, los dedos explorando, trazando la estructura de finos huesos de su cara y deslizándose hacia abajo a su barbilla y cuello.

– Eres tan delicada. ¿Cómo puede haber tanta fuerza envuelta en un cuerpo tan delicadamente pequeño?

– Nunca nadie antes me había dicho algo así. -Giró la cabeza en su palma y se frotó como un gato-. Tienes manos grandes.

Ken encontró la forma en que su cara se movía sobre su mano demasiado sensual para su gusto. Su lengua se movió para probar su piel, un rizo suave que paró su corazón a lo largo de su pulgar, mandando imágenes eróticas a su cabeza antes de que pudiera censurarlas. Necesitaba que Mari se sintiera a salvo con él, pero era naturalmente sexy, respondiendo a su potente química con una pequeña inhibición debido a las drogas en su sistema. Sus suaves senos empujaron contra su pecho, mandando una corriente eléctrica a través de su cuerpo.

– Tal vez deberías volverte a dormir.

– ¿Por qué?

– Es más seguro para ti.

– Quieres decir más seguro para ti -dijo, burlándose de él-. Eres como un bebé. Acarició sus manos de nuevo, su lengua y dientes esta vez se deslizaron por la muñeca. Sus labios fueron ligeros como plumas contra las cicatrices, pequeños besos diseñados para volverlo loco.

Ken se aclaró la garganta, su corazón corriendo.

– No sé que tipo de drogas está dándote Lily, pero estoy seguro que es una combinación potente.

– ¿Es la droga? ¿Te deseo porque Lily me da drogas? -Su boca se tragó el pulgar y chupó duro, su lengua agitándose provocativamente. Todo mientras los ojos de color chocolate permanecían centrados en los suyos.

Su corazón casi se detuvo. Su cuerpo reaccionó, la sangre palpitando, llenando su ingle hasta atestarla, centrando la conciencia en un dolor pulsante.

– Cariño, no puedes hacer cosas como esta. Estás jugando con fuego.

Los dientes rasparon y tiraron de la yema del pulgar. Su polla se sacudió en respuesta, anticipando el placer de los dientes raspando a lo largo de las cicatrices, la lengua y la boca apretada y caliente y oh tan húmeda.

Deslizó la mano bajo su camisa, deslizándose sobre su estómago desnudo y hacia arriba sobre las costillas hasta cubrir los pechos. Se tomó su tiempo, dándole bastante tiempo para que lo apartara, para que lo detuviese. Ella se arqueó contra él, empujando los pezones contra sus manos. Estaban ya duros y erectos, suplicando atención.

– Dime como es tu casa. Nunca he estado en una casa.

Ken apoyó la cabeza en la almohada al lado de la suya, los dedos acariciando suavemente.

– Jack y yo construimos una casa en Montana. Tenemos bastantes acres y un bosque nacional rodea nuestra propiedad por tres lados, así que estamos bastante aislados. Somos totalmente autosuficientes. Jack ha hecho la mayor parte del mobiliario. Tenemos una mina de oro, nunca la hemos trabajado, pero hay una veta allí seguro.

– ¿Es bonita?

Él subió la camisa, agrupando el material poco a poco para revelar la piel lisa de su vientre y la cintura, llegando a la estrecha caja torácica, hasta que expuso la parte inferior de sus pechos-. Nunca he pensado mucho sobre eso, pero si, la región es hermosa y la casa es amplia con un montón de espacio para dos familias. La vista desde casi todas las habitaciones es asombrosa.

Sus nudillos frotaron una y otra vez bajo sus pechos, saboreando la piel suave y satinada. Nadie tenía su increíble piel.

Mari se relajó más, su cuerpo se suavizo y flexibilizó por el movimiento hipnótico de su mano. El ardor de su cuerpo la calentó.

– ¿Tienes chimenea? Siempre he pensado que las imágenes de chimeneas eran románticas y hogareñas al mismo tiempo.

– Tenemos una chimenea en el salón, una habitación común compartida por Jack y yo. Ambos tenemos nuestra propia ala de la casa. Él tiene dos habitaciones, un par de baños y una oficina. Ambos tenemos chimeneas en el dormitorio. La casa es grande y muy amplia, y nos calentamos principalmente con leña. Allí nieva, así que hace mucho frío por la noche.

Su piel le fascinaba. Era más suave que cualquier cosa que hubiera sentido antes. Tenía que admitir, que en lo que se refería al sexo, le gustaba duro, rápido y en cantidad, pero había algo mágico en tumbarse a su lado simplemente saboreando la sensación de su piel. Disfrutó del aumento de temperatura, el latido de la sangre a través de su polla hinchada. Se sintió vivo, feliz. Casi no reconocía la emoción.