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Era la señorita Judith la que los había salvado, dándoles amor por la música y los libros, y educación. Les había enseñado a aprovechar la ira sin fin de maneras positivas, y cuando se unieron al ejército y, finalmente, las Fuerzas Especiales y luego las Operaciones Especiales, habían creado una pelea muy pública y acalorada para asegurar la protección de ella contra sus enemigos. La señorita Judith había desaparecido de sus vidas. Se había marchado durante un año o así antes de volver a Montana. Nadie nunca encontraría un solo contacto entre ellos.

Ken miró fuera de la ventana, su mente una vez más buscando la de Mari. ¿Cómo había sucedido? Había estado tan seguro de que se iba a alejar de ella, pero ahora que Mari no estaba, sabía que no podía estar sin ella. Tenía que encontrar una manera de controlar sus rasgos más básicos. No podía ser celoso y dominante.

Sería uno de esos hombres de los que las mujeres siempre estaban hablando, sensibles y socialmente correctos.

Observó su reflejo en la ventana. Qué tontería. ¿A quién estaba intentando engañar? Miró el monstruo que era. Sinceramente, toda su intención era controlarla. La quería completamente bajo su pulgar. No era un santo, ni siquiera estaba cerca, y no iba a fingir. Ella iba a tener que aprender a amar al verdadero hombre. Le había dado una elección. Le había dicho que estuviera segura. La había advertido. Una y otra vez.

Su puño golpeó su muslo en una protesta frustrada. Mari. Maldita seas. ¿Dónde demonios estás? Se pasó los dedos por el cabello, delatando su agitación. Vamos, nena. Tienes que responderme. Sólo toca mi mente con la tuya.

Capítulo 12

– Mari, vamos, cariño, tienes que despertarte.

La voz era insistente. Mari movió la cabeza, e inmediatamente un martilleo comenzó a expandirse llenando su cabeza. Suprimiendo un gemido se obligó a extender sus sentidos psíquicos para saber dónde y en qué tipo de problemas estaba.

Rose. Nunca podía confundir el olor femenino y suave de Rose. También estaba Sean. El bastardo la había golpeado y dejado inconsciente. Pagaría por eso. Oyó la cerradura de una puerta de metal. Sonido de pasos. Estaba en el complejo.

Le dolía el cuerpo, sobre todo sus brazos. Trato de aliviar el dolor acercándolos y se encontró que estaba amarrada al carril metálico de la cama.

– Mari -repitió Rose-, despierta.

Una tela fría presionaba su cara. Rose se inclinó.

– Whitney va a estar aquí en cualquier momento venga, cariño . Necesitas estar alerta.

Mari entreabrió sus párpados y miró la cara preocupada de Rose. Parecía un pequeño duendecillo con sus ojos demasiado grandes, boca sensual y cara pequeña en forma de corazón. Rose era delicada y un poco más joven que el resto de ellas, no completamente resistente en el exterior, pero tenía acero bajo aquella piel suave y estructura delicada. Le sonreía a Mari.

– Por fin. Estábamos alarmados.

– Sean me esposó. -Sacudió sus manos y giró su cabeza hacia el hombre que montaba guardia-. ¿Por qué?

– Te comunicabas con el enemigo -dijo él.

– Yo salvaba tu trasero, y justo en este mismo momento, no puedo pensar porqué. -Mari se sentó, apretando sus dientes contra la palpitación de su cabeza.

– ¿Dime cómo lo hiciste?

Echó a Sean una de sus mejores miradas de ira, oscura y llena de desprecio, hasta fulminarlo. Quería que fuera fulminado. Desvió su atención a Rose, forzando una sonrisa serena.

– Estoy despierta, cariño. Me duele la cabeza como un oso, y estoy peor con la ropa, pero no tuve oportunidad de dirigirme al senador.

La sonrisa de Rose se marchitó. -Contábamos con eso. -Bajó la voz-. Whitney hizo entrar a sus otros guardias. Incluso si algunos hombres nos ayudaran… Aquellos hombres son asesinos -tembló, frotándose los brazos-. Odio el modo lascivo con que nos miran cuando estamos en el patio.

No podemos confiar en Sean. Hay algo diferente en él. Mari quiso perfeccionar su técnica telepática. La manipulación de energía directamente a un individuo sin que otros psíquicos recibiesen ni un zumbido débil era muy difícil. Si Ken y Jack Norton podían hacerlo, entonces significaba que era un nivel de habilidad. Mari siempre era la primera de su clase en todo. La competencia solo podía llevarla a tener éxito.

Estaba histérico cuando nos dijeron que te habían disparado. Y Brett estaba loco. Destrozó el complejo como un loco. Así fue como Whitney lo averiguó. Todos tratamos de guardar la calma, esperando que el equipo te encontrara y te trajera, pero Brett no se preocupó por nosotros. Él se lo dijo a Whitney.

– Páralo, Mari -rompió Sean-, si quieres decir algo, dilo en voz alta.

Mari se encogió de hombros.

– Solo le contaba a Rose cuan desagradable eres. Ella estuvo de acuerdo. Sobre todo le gustó la parte donde estuviste tan preocupado por como fui tratada como una prisionera y trabajé con fuerza para asegurarme que estaba curada de la bala que casi me mató. Bien, el Zenith casi me mató. ¿Y esto, Sean? ¿Sabías el límite de tiempo del Zenith? ¿Lo saben todos los hombres, o Whitney solo eligió a unos cuantos?

La puerta se abrió. Mari se puso rígida. Aunque estaba de espalda a la puerta, supo el momento en que Peter Whitney entró en el cuarto. Había un olor distinto en él que no podía identificar completamente, algo… apagado.

– Bien, bien -dijo el doctor a Whitney como saludo-. Nuestra pequeña Mari metida en problemas como de costumbre. Has sido retirada de la aventura.

Mari no tenía idea de lo que Whitney había dicho, pero no iba a darle algo gratis. Se dio vuelta, estirándose perezosamente, esforzándose por parecer aburrida.

– Soy un soldado. Sentarme a esperar al idiota de Brett era aburrido. Me arriesgué y fui por un poco de acción. Es para lo que fui entrenada.

– Estás entrenada para seguir órdenes -corrigió Whitney-. Rose, sal ahora.

Rose apretó el brazo de su compañera. Su cuerpo bloqueó el gesto. Sin una palabra salió del cuarto, dejando sola a Mari con Whitney y Sean.

– Sean me dice que necesitas la píldora del día siguiente para estar seguros que no estás embarazada. ¿Has estado confraternizando con el enemigo?

Ella levantó la cabeza y lo miró fijamente a los ojos.

– Ken Norton. Fue quien me disparó. Parece que también lo hizo parte de su programa. -Vio el cambio en su expresión. Euforia. Esperanza. Las emociones jugaban detrás de su expresión superior. La quería embarazada de Ken Norton.

– ¿Entonces Sean tiene razón y podrías estar embarazada? -Whitney sabía su ciclo mejor que ella.

Mari se encogió de hombros.

– Tuvimos sexo. Supongo que podría pasar.

Whitney la estudió con la misma indiferencia que había notado cuando estudiaba a sus animales en el laboratorio.

– Esperaremos unos días y la examinaremos.

Sean avanzó agresivamente.

– No. De ningún modo. Si esperamos, será demasiado tarde y tendrá que abortar.

– Norton tiene un código genético extraordinario -dijo Whitney-. Entrenado en el Centro, el niño podría ser todo lo que hemos estado esperando. No, esperaremos y veremos. Mientras tanto, Mari, necesita un chequeo para determinar si sus heridas de todos modos pueden perjudicarle, y por supuesto, estará encerrada durante unos días para estar seguros de que no tenemos una repetición de este incidente.

Si pudiera establecer que había desertado por motivos de inactividad, que la rebelión entre las mujeres era sobre todo debido al aburrimiento, él podría entenderlo. Whitney los había educado en un ambiente militar, y estaba preparado para razonar que después de tener ejercicios físicos y aprender sobre armas durante horas cada día, no podrían solo estar sentadas.