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– Necesito acción. Doctor Whitney. ¿Espera que me quede sentada porque un hombre me golpeó? Me volveré loca. Soy un soldado. Al menos déme algunos ejercicios de formación. Las otras mujeres sienten lo mismo.

Él se rió de ella, una fría y vacía sonrisa.

– ¿Quieres que crea que la inactividad es la razón por la que ha estado causando tantos problemas últimamente?

– Algunas veces traté de hablarle -fulminó con la mirada a Sean como si no le hubiera llevado los mensajes al doctor-. No me dejaban acercarme.

– ¿Y tu rechazo a Brett? ¿También era aburrimiento?

Mari frotó la palpitación de su cabeza.

– Brett es un asno. No quiero tener a su bebé. Dejé esto muy claro. No es tan inteligente como usted parece pensar. Y es demasiado fácil hacerle perder los nervios. Mi niño siempre va a estar tranquilo bajo el fuego. Nunca la he perdido durante una misión, ni una vez. Leí el archivo de Brett, y tiene cuestiones que mejor no pasar a la siguiente generación.

– Bien pensado Mari, como siempre -dijo Peter Whitney-. ¿Y tienes objeción en tener un niño de Ken Norton?

– No tengo ninguna, aunque me gustaría leer su archivo si tiene uno. Por lo que puedo ver, tiene extraordinarios talentos psíquicos, y ha ganado una reputación como uno de los mejores francotiradores en el negocio. Me lo dijo Sean.

– No lo hice.

– Estaba en tu mente cuando te pregunté sobre Norton.

– ¿Quiere qué crea que dejaste esta instalación a fin de participar en una misión porque estabas aburrida?

Lo miró sin estremecerse.

– Sí. Y lo haré otra vez en la primera oportunidad si me hace seguir viviendo como hasta ahora. Nadie puede vivir así. Tenemos que correr y seguir trabajando en nuestras habilidades, tanto físicas como mentales. Nos estamos volviendo locas sin hacer nada todo el día.

Whitney levantó una ceja.

– Supongo que podríamos fingir que no me has amenazado con cortar mi garganta en la primera oportunidad que tengas y que la única razón de que no lo has hecho es porque he comprado tu cooperación sosteniendo un arma en la cabeza de las otras mujeres, tus aburridas hermanas soldados.

Mari, silenciosamente maldijo su gran boca. Lo había amenazado en muchas ocasiones, queriendo decir cada amenaza. Whitney no iba a comprar su acto de cooperación. Intentaría otro recurso. Mari bajó la mirada a sus manos esposadas, tratando de parecer regañada. Sean gruñó con incredulidad y ella le lanzó una rápida mirada.

– Hay una cosa más que debería saber. Encontré a Lily. Encontré a su hija. Salvó mi vida. -Deprisa alzó la vista para ver la expresión de su cara.

Hubo un largo silencio. Whitney estaba de pie sin moverse o hablar, parpadeando como si estuviera confundido.

– ¿Doctor Whitney? -Sean rompió el silencio-. ¿Necesita un vaso con agua?

Whitney sacudió la cabeza.

– Lily es brillante. Últimamente he estado tan orgulloso de su trabajo. Ella fue una principiante rápida y muy astuta. ¿Parecía sana?

Mari asintió.

– Parece muy sana y es obviamente feliz.

– Y embarazada. ¿Por qué no me dijo de su embarazo? -Whitney se inclinó, pegando su cara cerca de la suya, con ojos furiosos. Podía enfadarse notablemente cuando alguien frustraba sus proyectos. Y ahora estaba enojado.

– No tuve oportunidad, y no sabía si estaba enterado, y quise decírselo suavemente. Sé que la buena crianza es importante para usted, y yo estaba… asustada. -Dejó que su voz se calmara intentando parecer indefensa y apenada. No era buena en esta mierda de ser actriz. Preferiría hervir en aceite a fingir preocupación y ser una pequeña muchacha de mirada nerviosa.

Rose le aseguró que lo de la muchacha funcionaba, sin embargo, se sentía al borde de la desesperación. Ellas le dijeron que los soldados siempre se enamoraban de ella, y Whitney se sentiría repugnado y se alejaría. Las otras mujeres realmente tenían mucha práctica en parecer llorosas. Todas se habían reído de ella, y ahora mismo lamentaba no haber prestado más atención a sus lecciones. Realmente, quería que Whitney se alejara

– ¿Vio a su marido?

Mari otra vez asintió. Una cosa que había aprendido sobre Whitney durante todos estos años consistía en que tenía pocas habilidades sociales. Rara vez se molestaba en leer a la gente, seguramente no lo bastante para saber si decían la verdad o no. Si pudiera decirle lo que quería oír… Eligió sus palabras con cuidado.

– Sí, es definitivamente un buen soldado y psíquicamente talentoso. -Mantuvo su tono renuente.

– Pero… -presionó Whitney.

– Dudo que sea su igual intelectual.

– ¿Por qué lo piensas?

Whitney nunca antes había preguntado su opinión. Esta era una pregunta de broma; lo sabía por su tono y la mirada aguda que le dirigía.

– No tengo ni idea.

– Lily es incuestionablemente brillante.

– Como dije salvó mi vida. Ha descubierto que el Zenith mata si se queda en nuestros sistemas demasiado tiempo, pero usted ya debe saberlo.

– Por supuesto.

– ¿Y los riesgos son aceptables porque…?

– No tengo que contestarle.

– No, no tiene que contestarme. Pero cálculo que es aceptable porque las ventajas son más que los riesgos. Aquellos de nosotros que necesitamos anclas podemos funcionar sin que estén demasiado cerca. Si somos heridos, nos curamos mucho más rápido, y si somos capturados, no tenemos tiempo para dar información bajo tortura. -Mantuvo la cara seria, simplemente informando, no pensando que le podrían romper su delgado cuello. Quiso recitar los motivos delante de Sean. Porque a menudo Sean dirigía las misiones y lo habían llenado de esta medicina. Sean que había traicionado a la gente que había sido su familia.

Sean encontró su fija mirada y desvió los ojos. Bueno. Finalmente lo conseguiría.

– Mari serás llevada a la instalación médica para que te examinen. En unos días haremos la prueba de embarazo. Te enviaré el archivo de Norton así puedes leer los datos que he recolectado. Creo que verás que es un buen partido.

El hombre saludó con la cabeza. Conteniendo su aliento, con miedo, no fue capaz de esconder el alivio que sintió. La historia era plausible, y Whitney estaba feliz con la posibilidad de que hubiera concebido al niño de Ken, por lo que no indagaría demasiado. Esperó hasta que se fue y buscó a Sean.

– Abre las esposas.

– Mari, esto no ha terminado. Si no tienes al bebé de ese hombre…

– Mejor suyo que de Brett.

– Tendré cuidado de Brett. -Alcanzó sus manos y abrió las esposas.

Frotó sus maltratadas muñecas y le dirigió otra mirada de odio.

– No tenías que ponerlas tan apretadas.

Sean tomó su mano, deslizando el pulgar sobre las contusiones.

– ¿Te forzó Norton?

Retiró sus manos.

– Deberías habérmelo preguntado hace horas. Maldición, es demasiado tarde para mostrar preocupación. Vete al diablo Sean. -Se levantó, y se tuvo que agarrar del pasamanos metálico para impedir caerse y mantenerse parada, apretando sus dientes contra la feroz palpitación de su cabeza-. ¿Me golpeaste otra vez?

– De ninguna manera. No iba a darte una excusa para que me mataras. Y sabía que despertarías enojada. -Extendió la mano y capturó su mano otra vez-. Puse realmente aquellas cosas demasiado apretadas, tienes contusiones.

Separó su mano otra vez y frotó su palma por el muslo de sus vaqueros.

– Sean, realmente estoy enojada contigo.

– Lo sé. Realmente nos asustaste como el infierno. Maldición Mari, te dispararon.

– Todo fue patas arriba. Nadie estaba allí para matar al senador Freeman. Ambos equipos lo protegían. ¿Podría haber sido la amenaza un truco de publicidad? ¿Y por qué enviarían dos equipos especiales de Caminantes Fantasmas para hacer el mismo trabajo? No hay muchos de nosotros. No podrían haber incurrido en una equivocación. -Tentativamente dio un paso y el cuarto giró-. ¿De todos modos, que demonios me hiciste Sean?