Выбрать главу

No me apartes. Él suplicó por dentro, pero le salió como una orden, y la sintió apartarse de la brusquedad de su voz. Estaba bufando incluso antes de que él empezara. Había un límite a lo que cualquier persona podía soportar, y Mari estaba en el suyo. Ella necesitaba salir de este lugar. Necesitaba la libertad y ser capaz de elegir sus propias opciones.

Alguien viene. Mari contuvo el aliento, oyendo pasos frente a su puerta. A toda prisa comprobó para estar segura de que la cadena y la cruz estaban bien ocultas. Había murmullo de voces. Sean no estaba solo. Deseó permanecer acurrucada contra la pared, pero no podía dejar que la vieran sentirse tan frágil. Levantando la barbilla, se levantó y afrontó la puerta. Su corazón palpitaba.

Estoy contigo, amor. Voy por el segundo nivel. Es difícil, con algunos obstáculos en el camino, pero cueste lo que cueste, llegaré hasta ti.

El complejo entero tiene cámaras de seguridad por todas partes así como detectores de movimiento e infrarrojos.

Gracias por la advertencia. Y, ¿Mari? Permanece abierta a mi mente. Tengo que saber si estás en el peligro. Ni aunque se desatara un infierno, podría hacer mucho desde donde estaba. Las altas paredes de cemento eran estrechas y el laberinto parecía infinito. No sentía claustrofobia, que ya era algo bueno, porque cuanto más se adentraba en las gruesas paredes, más le parecía que el laberinto era infinito.

La puerta se abrió y Sean estuvo de pie enmarcado en la entrada. Había sangre sobre sus manos, una sonrisa sobre su cara. Detrás de él estaba Whitney con su traje inmaculado, con sus ojos apagados y su media sonrisa espantosa.

– Sean ha decidido ser tu nuevo compañero, Mari -dijo Whitney-. Estoy seguro de que las noticias te complacen ya que siempre te opusiste a Brett.

Ella forzó su mirada a quedarse enfocada en los dos hombres lejos del cuerpo caído en el suelo. Sus ojos encontraron a Whitney. Permaneció callada, no dándole la satisfacción de una respuesta.

– No sabrás algo sobre una explosión en la casa del doctor Prauder, ¿verdad? -No había ninguna inflexión en su voz, ni un mínimo interés.

– No he oído ninguna explosión -se encogió de hombros-, bajo cuatro niveles subterráneos a menudo no sabemos que pasa arriba hasta que alguien nos lo dice.

– Tampoco sabrías nada sobre la llegada de un visitante, ¿verdad? -Whitney persistió.

Su corazón saltó y luego comenzó a palpitar por la alarma. ¿Habían descubierto a los Norton?

– Me temo que tengo muy pocas visitas. Doctor Whitney, cómo usted bien sabe. ¿Por qué pregunta?

– Abandonaste estas instalaciones sin permiso. ¿Por qué reunirías a tu antiguo equipo a no ser que tuvieras un plan? O planeabas escaparte, en cuyo caso sabes que una de tus amigas probablemente encontraría la muerte, o, más probablemente, deseabas hablar con el Senador Freeman.

Ella mantuvo su cara tan inexpresiva como le era posible.

– ¿Por qué querría hacer eso?

– En base a tu pasado. Diría que removerás el problema otra vez. Parece ser tu talento más impresionante por el momento. -Con los ojos entrecerrados dio un paso hacia ella-. Sean va a quedarse contigo un ratito. Esperemos que si Norton no hizo el trabajo, Sean lo haga, porque después de esto, no vas a ser muy importante para mí.

Su estómago dio sacudidas.

– No le entiendo.

– Ah. Eres una mujer muy lista. Mari. Estoy seguro que realmente me entiendes. El Senador Freeman viene hacia aquí y quiere dirigirse a todas las mujeres, pero te mencionó expresamente. Freeman no tiene ninguna autoridad aquí.

– Pensé que Freeman era amigo suyo.

Su mirada fría pasó sobre ella. Cuando era una niña, esa particular mirada marchitaba todo desafío al instante. Ahora la dejó con las palmas sudorosas y la boca seca.

– La gente que hace muchas preguntas sobre cosas de las que no deberían tener ningún conocimiento tiende a desaparecer.

Ella sabía que él tomaba la repentina exhalación cuando el aire abandonó sus pulmones como una rápida comprensión.

– Usted ordenó el golpe contra el Senador Freeman. No habría enviado a nuestro equipo para protegerlo si estaba allí para detenernos.

– Coopera esta vez, Mari, dame lo que quiero. Estoy muy cansado de tus rabietas.

– ¿Por qué? ¿Por qué haría usted esto? Él es el marido de Violet.

– Violet ha olvidado donde está su principal deber y el senador también. Lo pusimos en esa posición, pero él se vuelve más arrogante e ingrato cada día.

– No le pedí que viniera aquí. Nunca estuve cerca de él. Me dispararon.

Los ojos apagados permanecieron fijos en su cara con acusación.

– Encontraste un modo de mandarle un mensaje. Violet te escucharía, por supuesto, y lo persuadiría. Ella descubrirá que soy mucho mejor como aliado que como enemigo.

Mari quiso permanecer silenciosa, temiendo que cualquier cosa que dijera empujaría a Whitney sobre el límite y dañaría a alguien, pero no podía dejarle marcharse sin tratar de salvarse. No se atrevió a mirar a Sean. La misma sonrisa brutal permanecía en su cara durante la conversación. Fortaleció la atención, convirtiéndose en el soldado perfecto informando a Whitney.

– No debería haberme marchado sin permiso, pero iba a volverme loca encerrada. Pensé que si pudiera controlar una misión o dos me sentiría mejor. Usted nos entrenó como soldados. La permanencia en estas células diminutas nos vuelve locas. No hablé con el senador, y cuando fui capturada, traté de extenderme hacia mi unidad. Mi primera prioridad era escapar, y tan pronto la oportunidad se presentara. Así lo hice. Sean puede verificarlo.

Whitney estudió su cara con sus ojos apagados, no mostrando nada de lo que pensaba.

– Es correcto -dijo Sean.

Whitney no hizo caso del soldado.

– Te marchaste sin permiso.

– Sí, es cierto. Y he más que pagado mi error.

– ¿Y eso, Mari? -Él estaba de repente impaciente.

Ella forzó su mirada al suelo en un papel más sumiso.

– Estoy cansada y agotada esta noche y me preguntaba si usted esperaría antes de enviarme a Sean. Al menos espere hasta que sepamos si Norton me dejó embarazada.

– ¡No! -Sean era firme-. Me dio su palabra, señor.

El doctor Whitney alzó la mano y Sean se calló.

– Seguramente aumenté tus posibilidades con todas las inyecciones de fertilidad que te di -dijo Whitney a Mari mientras estudiaba su cara-. No te creo. Creo que tienes tu propio plan, y como Sean indicó. Realmente le di mi palabra.

Mari se quedó rígida como una vara, manteniendo su expresión en blanco, pero no podía controlar la palpitación repentina de su corazón. Quiso derrumbarse y caerse en un montón de sollozos en el suelo. No podía pasar por esto otra vez, no con Sean. ¿Qué lo había poseído para permitir a Whitney incluirlo en su demente programa? Ellos a menudo hablaban de como los hombres se convertían en brutos después de tomar el cóctel químico de Whitney.

El Doctor Whitney echó un vistazo hacia la cámara.

– Después de que termines aquí, irás al laboratorio médico para unas pruebas más. No sabía que tus poderes psíquicos se habían desarrollado lo suficiente para dañar no solamente una, sino varias de las cámaras y el equipo de audio.

Él esperó, pero ella rechazó tomar el cebo, permaneció callada.

– Ah bien. Te deseo una tarde muy agradable -dijo Whitney. Su sonrisa permaneció firmemente en su lugar mientras apartaba el pie de Brett con la punta de un zapato inmaculado-. Haré que alguien recoja el cuerpo. -Se volvió y los dejó.

La puerta se cerró tras de él con un familiar sonido metálico. Mari se estremeció al pensar en el cadáver de Brett yaciendo a pocos centímetros de su puerta mientras su asesino la afrontaba, la sangre sobre sus ropas y manos.