Ella sacudió la cabeza.
– ¿Por qué lo hiciste, Sean?
– Sabes el porqué, Mari. Siempre has sabido como me sentía sobre ti. -Él dio un paso adelante en el pequeño cuarto de baño, su hombro rozándola, casi golpeándola.
Ella se apretó contra la pared, las lágrimas le quemaban tras los párpados y obstruían su garganta.
– No lo sé, Sean. Te lo juro, realmente no lo sé.
Él salió, secándose las manos.
– ¿Cómo piensas que me hizo sentir dejar entrar a Brett aquí y oír tu lucha, oír que él te golpeaba? No había nada que pudiera hacer sobre ello. Él no era para ti; nunca lo fue. Lo sabes, y le dije a Whitney que él no era para ti. Whitney estuvo de acuerdo conmigo.
– ¿Entonces tomaste su lugar? Esto no tiene ningún sentido.
– Mejor yo que alguien más. Siempre te he deseado. No te lo oculté. Eras tú la que quiso mantenernos sólo como amigos.
– Y esto debería decirte algo. Permites a Whitney aparearnos sabiendo que no quería ser más que una amiga para ti. Esto no me salva, Sean. -Por primera vez ella sintió la desesperación absoluta. Él la miraba sin comprensión, insensible a lo que ella pensara o sintiera-. Esto es por ti. Tú me deseabas, y este era tu modo de conseguirme. No te preocupó en absoluto como me sentiría, ¿verdad?
Él se encogió de hombros.
– Mejor yo que Brett o alguien más. Debiste aceptarme una de las cien veces que hice la oferta.
– No siento otra cosa por ti más que amistad.
– Whitney tiene razón, eres obstinada. Rechazaste intentarlo. No me diste ninguna otra opción, Mari. Esto es por ti. -Él dio un paso más cerca de ella, amenazándola-. Quiero que entres en la ducha y borres el olor de ese hombre de ti.
– Vete al infierno.
Él sacudió la cabeza.
– No haremos eso, Mari. No tienes ninguna opción. Me perteneces, y voy a asegurarme que si hay un bebé, es mío. Entra en la ducha y haz lo que te digo.
Ella le frunció el ceño.
– ¿Realmente pensaste que sería tan fácil? ¿Qué llegarías aquí y te llevarías las pocas opciones de elección personales que tengo y qué lo aceptaría? Brett era un bruto vicioso y lo despreciaba. Tú fuiste siempre especial para mí. No podía haberte respetado más. Pero esto… -Ella extendió las manos y sacudió su cabeza-. Esto es un acto despreciable, y lo que quieras de mí tendrás que tomarlo. Y puedes vivir sabiendo que eres un violador enfermo de mierda como Brett.
– He dado mi vida por ti, Mari. Harás lo que digo. Vendí mi alma a Whitney por ti.
– Tú no tienes alma.
– Entra allí y dúchate antes de que te arrastre y te frote yo mismo.
– Apestas, Sean.
Sean la agarró por el pelo y la arrastró hacia el cuarto de baño, estallando furioso cuando ella no hizo lo que le ordenaba. La empujó con fuerza.
– Entra.
Ella pateó la puerta cerrándola en su cara.
Mari. Cielo. ¿Qué pasa? Me asustas, cariño. Deja de intentar apartarte de mí.
Ella pensaba que había apartado su mente de Ken, no sólo intentado. Debía haberse extendido porque estaba tan tensa y asustada. No quería que él supiera, atestiguara su total humillación. Permaneció un momento apoyada contra la puerta de cuarto de baño y luego comenzó a desnudarse. Una vez que Sean oyera la ducha, podría calmarse y ella podría hablar razonablemente con él.
Mari dio un paso bajo la cascada de agua y cerró los ojos, levantando la cara. No puedes ayudarme ahora. Ken. Este lugar está cerrado y no puedo escaparme sin las demás. No me iré sin ellas. Nunca me lo perdonaría. Por favor márchate.
¿Qué diablos dices?
Ella se apoyó contra la ducha y dejó que las lágrimas se filtrasen bajo el rocío de agua caliente, pretendiendo no ceder ante el sentimiento de desesperación, pero se ahogaba en él. Su pecho se sentía oprimido. Apenas podía respirar, y su garganta era áspera y la ahogaba. Por primera vez que pudiera recordar, sintió pánico.
Cariño. La voz de él se movió en su mente. Suave. Tan tierna que provocó una nueva inundación de lágrimas. Estoy aquí, Mari. Háblame. Compártelo conmigo. Apóyate un poquito por Dios.
No puedo. Ella deseó extenderse. Deseó sentir el confort de sus brazos, y tal vez era un error. Ken la había hecho débil, había hecho que ella le necesitara. Siempre había sido capaz de aguantar, de estar sola, pero ahora deseaba la roca sólida de su cuerpo, la fuerza de sus brazos. Quiso que él abrigara su final y parara la locura antes de que perdiera la cabeza. Whitney la rasgaba en trocitos, tal como Ekabela había cortado el cuerpo de Ken en secciones lineales.
Puedes decírmelo.
Te enfadarás. Había tenido suficiente de hombres enfadados. Se abrazó y se acurrucó, deseando poder desaparecer por el desagüe con el agua.
No contigo. Tengo rabia en mí que nunca he soltado, y tal vez sale hirviendo a la superficie, pero nunca contigo, Mari. Sólo quiero lo mejor para ti. Dímelo.
Iba a decírselo y sabía que era un error, pero no podía detenerse. Desesperadamente, desesperadamente, necesitaba a alguien. Whitney me ofreció a Sean. Sean mató a Brett. El cuerpo está delante de mi puerta y Sean me espera. Él no va a aceptar un no por respuesta y es más fuerte que yo. No puedes llegar a mí a tiempo. No si estás en el segundo nivel.
Durante un momento él se fue; su mente se apartó bruscamente de la suya, abandonándola y privándola y haciendo que se sintiera enferma. Un ruidoso golpe sobre la puerta la hizo saltar. Sean venía a tomarla y no había ninguna salida.
Cielo, escúchame. Había dolor en su voz, en su mente, dolor y culpa mezclada con la rabia más fría que ella alguna vez había tocado. No puedo llegar a ti. Perforo por capas para intentar encontrar un camino en la pared debajo de mí. Todos son callejones sin salida.
Está bien. De verdad. No lo estaba y ambos lo sabían.
Permanece conmigo. Mantén tu mente en la mía.
No. No te quiero aquí conmigo cuando pase. Me siento sucia. No podría soportar que fueras testigo de esto.
Ella tuvo la sensación de unos labios que rozaban la comisura de su boca, y tocó sus labios maravillada. ¿Cómo hiciste eso?
La puerta se abrió de golpe y Sean rasgó la cortina de baño. Mari le miró con la cara mojada de lágrimas, sintiendo una total desesperación.
Intenta unirte con él mentalmente. ¿Es un telépata?
Sí. Durante un momento ella no comprendió, y luego una pequeña esperanza parpadeó y floreció. Ella no se atrevía a creer que podría, porque sería terrible si él no pudiera hacerlo. ¿Puedes usar el control mental sobre él?
Estoy malditamente seguro de que lo voy a intentar. No puedes cometer un error, Mari, y delatar por casualidad el hecho que estoy aquí y nos comunicamos.
– Levántate, Mari -Sean extendió la mano.
Despacio ella desdobló las piernas, rechazando sentirse intimidada porque no tenía ninguna ropa. ¿Por qué haces esto, Sean? Por favor háblame así podré dejar de temblar. Te tengo miedo. No me gusta tenerte miedo.
Con muestras de renuencia puso su mano en la de él y permitió que la ayudara a levantarse. Él tiró hasta que el cuerpo de ella rozó el suyo. Ella no podía evitar estar rígida, pero logró no luchar.
¿Por qué usamos la telepatía? Sean la empujó delante de él hacia el dormitorio, revisando cuidadosa las paredes, buscando una cámara oculta.