– Sí, lo hizo -dijo Mari-. Me culpo por ello.
– Eso es una sandez y lo sabes. Hizo su elección; todos lo hacemos. Tiene que asumir su responsabilidad. Si yo la fastidio contigo, Mari, lo asumo yo.
Alcanzó a perfilar sus labios con la yema del dedo, oyendo el dolor en su voz.
– ¿Por qué persistes en pensar que eres algún tipo de monstruo?
– No quiero que tengas una idea equivocada de mí. -La voz sonó áspera incluso para sus oídos.
Ella sonrió en la oscuridad.
– He estado en tu mente. Sé que eres mandón y te gusta todo a tu modo. Piensas que eres celoso…
– Soy celoso. El pensamiento de otro hombre tocándote me vuelve loco. -Apretó los ojos cerrados-. Mi padre también era celoso, Mari, no podía soportar a mi madre hablando y riendo con sus propios hijos. La golpeaba cada vez que un hombre la recorría con la mirada, lo cual era a menudo. Era una mujer bella. Ya me siento muy posesivo contigo. La idea de algún hombre sujetándote en sus brazos, besándote, compartiendo tu cuerpo, simplemente el pensamiento, me saca de quicio. Honestamente no sé lo que haría.
Avergonzado, le envolvió el brazo alrededor de la cabeza, presionándole la cara en el pecho para que no pudiera mirarlo. No podía mirarla de frente.
– Podía sentir tus emociones cuando Sean estaba peleando con Brett. Te disgustó ser la causa de eso. Puedo ser mucho peor, Mari, sé que soy capaz. Esperaba mantenerte a distancia y no sentir esto tan fuerte, pero ocurrió y no puedo detenerlo.
– No eres tu padre, Ken. Has llevado una vida completamente diferente. Te has formado con tus propias experiencias.
Rió brevemente sin humor.
– Exactamente, Mari, maravillosas experiencias. Presenciando a mi padre matando a mi madre. Tratando de hacerme el adulto… demonios, no era ni un adolescente. Tramé mil formas de matarlo. Molí a golpes a dos de mis padres adoptivos y no tengo ni idea a cuantos chicos y hombres adultos. Elegí las operaciones especiales, Mari, elegí el ser realzado psíquica y físicamente; después de todo, me convertiría en un asesino más eficiente. Estas son las cosas que han formado mi vida. -Mantuvo el tono absolutamente carente de emoción, separándose de la realidad de su niñez como siempre lo hacía… la manera que tenía a fin de sobrevivir.
Las lágrimas escocieron una vez más. ¿No había llorado bastante esta noche? Esta vez las lágrimas no eran por ella, sino por él, ese niñito, el adolescente abandonado por los adultos. Su vida podía haber sido austera y fría, pero no había conocido nada distinto. No tenía nada para comparar. De alguna manera hasta había sido divertido, todo el entrenamiento físico y psíquico. Se había sentido especial y finalmente respetada. Pero Ken había conocido el amor. Su madre lo había amado; Mari podía sentir el eco de ese lejano amor en su mente.
Le hizo tanto daño aunque él no lo sabía. No era consciente de esto, sólo del fuego de la furia o el frío hielo de su falta de emociones. Con Ken era todo o nada. Furia o Hielo.
– Ken…
– ¡No lo hagas! -dijo bruscamente, porque si lloraba por él, sería el fin. Nadie nunca había llorado por él. Su madre había estado muerta, y el resto del mundo miraba a Ken y a Jack como si ya fueran los monstruos que su padre había creado. Incluso en aquel entonces, la gente había tenido razón en tener miedo.
Le apartó las lágrimas con los pulgares.
– Me arrancarás lo que me queda de corazón, Mari. Para. No puedo cambiar lo que soy. Me gustaría, nena, pero no puedo.
– Si en realidad fueras la misma clase de hombre que tu padre -dijo suavemente, refrenando el pequeño sollozo que amenazaba con escapar-, habrías matado a Sean allí y en ese momento, mientras tenías la oportunidad, y al infierno con mis hermanas. Tu padre no se habría puesto a cruzar el infierno al saber que otro hombre me estaba tocando y negarse el placer de matar a ese hombre. Mis sentimientos no habrían tenido importancia en absoluto, pero te importaron a ti. Quizás habrías querido matar a Sean (demonios, yo quería matarlo) pero no lo hiciste. -Se retorció para salir de debajo del brazo y le besó suavemente a lo largo de la parte inferior de la mandíbula.
Gimió suavemente.
– Nena, te estás mintiendo a ti misma. No soy un buen hombre. Seguro como el infierno que deseo estar, siempre y en cualquier lugar cerca de ti, pero la verdad es, que he hecho cosas en mi vida, y las haré de nuevo, eliminándome completamente de esa categoría. Quiero matar a ese hijo de puta, y algún día lo haré.
– Porque es una amenaza para mí, Ken, no porque me tocó.
– No te engañes, Mari, son ambas cosas -replicó sombriamente. Sabía que esa admisión condenaba toda oportunidad de ser feliz con ella. No era el tipo de mujer que andaría tras un hombre. Era un hombre que constantemente necesitaría protegerla, tomar las decisiones, y no había una maldita cosa que pudiera cambiar eso. A diferencia de Briony, quien aceptó la dominación de Jack, a Mari le irritarían las restricciones. Había tenido demasiadas restricciones, e intercambiar una por otra no le iba a gustar. Una vez probada la verdadera libertad, querría dejarle y no mirar atrás.
El pensamiento fue aplastante. Le arrancó las entrañas hasta que apenas pudo pensar correctamente. Necesitaba concentrarse en otra cosa… cualquier cosa. Ken se aclaró la garganta.
– Tan pronto como el cerebro se cure un poco, conseguiré hablar con Jack. Tal vez pueda advertir al senador que se aleje si realmente crees que Whitney puede hacerle daño.
– Desde luego que creo que Whitney pretende hacerle daño -dijo Mari-. Creo que echó por tierra el golpe en primer lugar. Cuando el comando fue a proteger al senador, pienso que fue una estratagema para llevarnos allí y alguno de nuestra unidad iba a asesinarle.
– ¿Sean?
– Quizás. Probablemente. Dijo algo que me molestó, algo sobre ya ser el prisionero de Whitney. Sean siempre ha sido capaz de ir y venir. Tenía muchas menos restricciones que todos nosotros.
– Puede haber pagado un alto precio por eso. Tienes que tener en cuenta la posibilidad que él pactara con el diablo hace mucho tiempo.
Hubo otro pequeño silencio. Mari se mordisqueó el labio inferior mientras daba vueltas a la idea una y otra vez en su mente.
– Si lo hizo, y todo este tiempo daba partes a Whitney, le habría contado que salía con el equipo para tratar de hablar con el Senador Freeman y Violet.
– Lo cual explica porque Whitney se aseguró que Sean te atiborrara de Zenith. Fue Sean, ¿verdad?
– Normalmente Whitney nos lo daba antes de ir a una misión. Había desaparecido. Sean quería protegerme.
– Whitney le había dado una dosis particularmente fuerte. Eso es por lo que sanaste tan rápido y luego te quebraste tan fuerte.
– ¿Crees que Sean sabía lo que me estaba dando?
Ken quería contarle que Sean era lo bastante bastardo para asegurarse que ningún otro hombre la tuviera si ella no regresaba a él, pero ya había sido suficientemente dañada.
– Lo dudo, dulzura. Whitney distribuyó el Zenith rutinariamente. Era más para su protección que cualquier otra cosa.
– Porque los muertos o muertas no pueden hablar.
– Exactamente.
– Después que utilizaras el control de la mente sobre mí -dijo Mari-, me pregunté por qué no lo hiciste con los hombres de Ekabela. No es fácil y tiene un alto precio.
Él asintió.
– No es fácil borrar tu mente y mantenerla enfocada cuando alguien te está cortando en pedacitos.
– Supongo que no. Y la secuela es mortal. Tendrías que estar en algún lugar completamente protegido para usarlo. De todas formas te habrían tenido a su merced.
– Como cualquier uso psíquico, el control de la mente tiene tremendos inconvenientes, incluso más que la mayoría de talentos psíquicos, porque estás usando una potente energía. No creo que Whitney pueda aceptar eso. Quiere que sus Caminantes Fantasmas sean perfectos. Eso es por lo que está esperando a la próxima generación. Tiene la creencia que nuestros niños no tendrán las repercusiones de usar las habilidades psíquicas porque habrán nacido con ellas.