Mari se dio la vuelta, toda concentrada, cuando dos técnicos de laboratorio aparecieron portando armas. Les disparó a ambos, su puntería fue mortal. Continuó moviéndose por el estrecho corredor, arrancando dos cámaras por el camino, sus piernas llevándola cuando su mente se sentía embotada.
– Los otros, Ken, ¿has escuchado algo? -le preguntó Mari ansiosamente.
Ken la movió contra la pared, cubriendo su cuerpo con el suyo mientras las balas se incrustaban en el muro que tenían detrás. Devolvió el fuego, empujándola hacia delante, instándola a que corriera mientras él salía y enviaba fuego de cobertura por el largo corredor. Los cristales se destrozaron, y los guardias saltaron a las entradas de las puertas, utilizando cualquier refugio que encontraban. Ken corrió de espaldas, manteniendo el fuego hasta que rodearon la siguiente esquina y se pudo dar la vuelta y correr con rapidez tras ella.
– Jack dice que las mujeres se marcharon en distintas direcciones. Mi equipo tuvo un momento infernal proporcionando fuego de cobertura para ellas, pero nadie las pudo detener el tiempo suficiente para llevarlas al helicóptero que esperaba. Fueron hacia arriba y saltaron la valla, y se dispersaron en el bosque. Detuvimos a la mayoría de sus perseguidores, pero hay una condenada lucha entre los hombres de Violet protegiendo al senador y los súper-soldados de Whitney. En realidad eso ayudó a que salieran las mujeres.
Ken le agarró el brazo, haciendo que se detuviera abruptamente mientras abría de un tirón la pequeña puerta de mantenimiento situada en la pared.
– La rejilla, métete dentro del hueco. Deprisa.
Mari no perdió el tiempo haciendo preguntas. Sólo tenían segundos. Cuando los guardias giraran la esquina y vieran que se habían marchado, comprobarían la pequeña habitación de mantenimiento. Abrió de un tirón la rejilla y se lanzó al hueco, gateando para darle a Ken espacio suficiente. Él cerró la rejilla y le indicó que fuera hacia delante.
Casi inmediatamente, balas traspasaron la puerta y las paredes que tenían detrás. Mari dudó, su corazón golpeando, pero Ken la empujó por el trasero, instándola a que continuara avanzando. Mari gateó lo más rápido que pudo, intentando estar tranquila. La tubería era sorprendentemente grande, y se iba ampliando a medida que se movía. Ken le dio un golpecito en el tobillo cuando ella llegó a otra rejilla.
Mari la sacó y como en la otra, la rejilla se abrió con facilidad, los tornillos ya habían sido sacados. Mari se deslizó con la cabeza por delante, rodando, con el arma preparada, rastreando la habitación. Se encontró en otro cuarto de mantenimiento, herramientas esparcidas por todas partes, y un cubo de agua sucia con una fregona alejada de la pared. El cubo le parecía fuera de lugar con todas las herramientas.
Miró alrededor, respirando con fuerza, luchando por controlar su miedo. Había estado en varias misiones con balas volando, pero nada la había preparado para esto… escapar de Whitney. Este había controlado su vida tanto tiempo, que no estaba segura de que alguna vez pudiera pensar por sí misma.
La mano de Ken rozó su nuca.
– Has estado pensando por ti misma desde hace mucho tiempo, cariño. Deja de preocuparte.
– No me estabas tocando y sabías lo que pensaba. Odio eso. A veces me das miedo.
Él le lanzó una pequeña sonrisa al pasar a su lado para abrir un poco la puerta, lo suficiente para espiar por ella.
– No tienes exactamente cara de póquer, cariño -dijo arrastrando la voz.
– Ojalá te pudiera creer, pero no soy tan transparente. He pasado demasiado tiempo engañando a Whitney. Tienes mucho más talento psíquico del que muestras.
La alarma estaba sonando con fuerza a través del complejo, y el caos había estallado. Técnicos de laboratorio salían apurados al corredor. Ken estiró la mano y agarró a un hombre por su bata, metiéndolo de un tirón en el cuarto y clavándole un codo en la cabeza. El técnico se desplomó al suelo y yació allí gimiendo.
– Quítale la bata.
Mari se agachó para quitársela. Whitney había hecho obligatorio que todos los técnicos en el tercer nivel llevaran una bata negra de laboratorio y los del segundo una blanca. El hombre llevaba una bata blanca, pero Mari había echado un fugaz vistazo a varios técnicos de nivel tres. Estaban subiendo en tropel las escaleras junto a los equipos de seguridad que barrían cada nivel.
– ¿Qué fue esa explosión? -Golpeó al hombre cuando se intentó levantar, y este se cayó por segunda vez. Mari se puso la bata y echó un vistazo por la habitación en busca de un sombrero.
– Coloqué unas pocas cargas programadas. Continuarán estallando a intervalos irregulares, justo lo suficiente para mantener a Whitney y sus hombres desconcertados. Las mujeres pasaron la valla y presumiblemente ya están fuera. Jack dice que desafortunadamente el senador está casi en el avión. Jack nos está esperando.
– ¿No tienen a mis hermanas? -Mari hizo una mueca de dolor cuando Ken agarró un segundo técnico vestido de blanco y lo estampó contra la pared. Rebotó y Ken lo arrastró dentro del pequeño cuarto-. ¿Ni siquiera una?
– Tus hermanas no son muy transparentes. -Su vívida mirada la inmovilizó-. Sabías que no lo serían. Todas lo habíais discutido con antelación, ¿verdad?
Para evitar sus ojos glacialmente fríos, Mari se agachó para sacarle la bata al técnico.
– Sí. Sabía que no estarías contento.
Y estaría menos contento sabiendo que se suponía que ella se tenía que escapar de él y encontrarse con las otras lo antes posible.
– ¿Sólo porque mis hombres están arriesgando sus vidas para sacarlas? Tus hermanas sabían que iban a estar allí, con balas volando y un helicóptero esperando, y saltaron por la valla y se dispersaron en el bosque. -Estiró la mano y la puso en pie-. ¿Estás planeando hacer lo mismo?
Ella evitó sus ojos. ¿Qué estaba planeando? Iba a ver a Briony. Iba a intentarlo con Ken.
– Estoy planeando ir contigo, luchando con todo lo que tengo, y ganar la libertad. ¿Conoces esa palabra que se supone representa la vida Americana? Libertad, Ken. Queríamos la libertad para tomar nuestras propias decisiones.
– Son psíquicas, muchas sin anclas, al igual que tú. ¿Cómo van ellas, o tú, a sobrevivir sin ayuda? ¿Y realmente crees que Whitney simplemente va a dejarlas marchar? Enviará a cada soldado que tiene para recuperarlas. Las habríamos protegido.
– ¿E intercambiar una prisión por otra?
El corazón de Ken se sintió como si estuviera siendo apretado con fuerza.
– ¿Es lo que crees que estás haciendo, Mari?
Sus ojos se encontraron. Él contó los latidos de su corazón. Ella había hablado con sus hermanas acerca de salir por su cuenta. Él le había dado su alma, y ella estaba pensando en escaparse de él. ¿Y por qué no? La vida con él sería una forma de prisión. No lo podía negar… incluso a sí mismo. Querría gobernar su vida, rodearla en un envoltorio de burbujas y mantenerla escondida del mundo y de cualquier peligro que se pudiera presentar. Mari desesperadamente quería, necesitaba y merecía libertad.
Ken se tragó todo lo que quería decir y cogió la bata de las manos de ella, poniéndosela con un movimiento de hombros. La bata era demasiado pequeña, y le tiraba en los brazos y la espalda, pero serviría para atravesar el corredor. Con explosivos saltando cada pocos minutos, dudaba que Whitney estuviera mirando las cámaras de seguridad. Ken había pasado una buena cantidad de tiempo colocando las cargas para que tuvieran el máximo efecto caótico.
Mari le agarró el brazo antes de que volviera a abrir la puerta de las herramientas.
– No creo que esté intercambiando de prisión, Ken. Es sólo que tengo miedo. Estoy aterrorizada, de hecho. No tengo ni idea de lo que me voy a encontrar fuera de estas instalaciones. Me siento como si fuera a desertar. Necesito encontrar quién soy y lo que soy, y si puedo vivir con el resto del mundo.